Los datos de la distribución del ingreso al segundo trimestre vuelven a revelar el contenido exageradamente regresivo del proceso de recuperación del último año. Desde el comienzo de la pandemia a mitad de este año, el producto creció un 17,9% llegando casi a recuperar los niveles de la prepandemia, sin embargo, la distribución de lo producido ha pronunciado la desigualdad existente.

Al analizar la evolución interanual se verifica que la participación de la masa salarial cayó en casi 10 p.p. en el PBI al tiempo que el excedente bruto de explotación aumentó en 3,9 p.p. dando cuenta de una transferencia explícita de recursos desde el trabajo asalariado al capital. La diferencia entre ambas evoluciones lo explica el aumento en 1,6 p.p. del ingreso mixto que, para ponerlo en términos de inserción laboral, engloba mayoritariamente la situación de los trabajadores por cuenta propia.

Asimismo, el aumento de los impuestos netos de subsidios en 4,2 p.p. da cuenta de la reducción sustancial del conjunto de subsidios públicos al trabajo y la producción. En función de los números se advierte que la retirada de la asistencia pública a la producción.

Si reformulamos marginalmente lo anterior y suponemos, a grandes rasgos, que el ingreso mixto, en tanto categoría que sintetiza al autoempleo, forma parte del factor trabajo se observa que la caída de en la participación de los ocupados del 8,2 p.p. es el resultado de una estrategia empresarial que trasladó a precios el equivalente de la menor percepción de subsidios dejando fuertemente afectados a los/as trabajadores/as que padecen por doble vía, la menor asistencia del Estado y el proceso inflacionario desatado.

Paradójicamente, en el marco del achicamiento de la participación asalariada en el producto, los puestos de trabajo crecieron (comprobando, por otra parte, que la generación del empleo, por sí sola, es insuficiente para traducirse en una mejora del bienestar general). Los resultados de la evolución interanual indican que se recuperaron cerca de 2,9 millones de puestos de trabajo explicados fundamentalmente por la recuperación de algunos sectores de actividad como el comercio, la construcción, las actividades inmobiliarias y empresariales y algunas ramas industriales, entre otros.

No obstante, la restauración de los niveles prepandémicos de empleo, la recuperación trajo un contenido de mayor precarización verificándose que 1,3 millones de esos 2,9 millones fueron asalariados no registrados y 1,4 millones ocupaciones no asalariadas vinculadas a estrategias laborales de subsistencia. 

Como decíamos, uno de los factores decisivos (además de la mayor explotación laboral derivada de la baja calidad de ingresos de las nuevas figuras precarias del empleo generado) fue el relanzamiento del espiral inflacionario que arrojó en la primera parte del año tasas mensuales de inflación que superaron el 3% llegando a ser superior al 4/5% en el caso del rubro de los alimentos y bebidas.

Si descontamos el efecto de los precios sobre las masas de ingresos del factor trabajo asalariado y sobre el excedente empresario queda claro que la inflación no afecta a todos por igual: mientras la masa salarial quedó prácticamente estancada, el margen empresario se amplió un 39% en términos reales. En definitiva, el aumento de precios generó un aumento mucho más relevante en la expansión del excedente que en la masa salarial porque lo que tuvo lugar fue una importante creación de empleo aunque de ingresos muy bajos que compensó, en términos de masa de ingresos, la caída real del salario.

La encerrona que el gobierno nacional tiene que resolver es la partida principal en la que se juega el sesgo de la gestión. Si elige una posición conservadora entonces dará lugar a la actitud hostil y extorsiva de los principales grupos empresarios por la vía de mayores concesiones impositivas, subsidios y permisividad en los precios. Una posición transformadora que busque fortalecer efectivamente los ingresos de los sectores populares, el mercado interno y reactivar sostenidamente a la economía requerirá dejar de sujetar la opción distributiva a la disponibilidad de dólares. Redistribuir el ingreso exige superar escollos de carácter político construyendo regulaciones y controles que permitan establecer límites ciertos a la voracidad del capital concentrado.