La situación de la economía siempre depende de la situación en la política de ese país, pero hay momentos y casos en que eso es más notorio que en otros. Por ejemplo, ocurre en Argentina desde 2019, y esa influencia volverá a resultar fundamental en 2021. ¿Por qué? A causa de un gobierno nacional que tiene dos comandos bien marcados, con diferencias políticas e ideológicas entre sí.

El primer grupo, encabezado por el Presidente y siguiendo el razonamiento del Ministro de Economía, probablemente quisiera apostar a una economía que encuentre un equilibrio entre el mercado interno y externo, con exportaciones dinámicas que generen divisas, y con un desequilibrio fiscal que baja más rápido que lo prometido en el Presupuesto 2021. En lugar de un déficit primario del 4,2% del PIB, luego de un déficit que en 2020 podría cerrar entre 6,3 y 6,8%, para el 2021 este grupo seguramente preferiría un desequilibrio menor al 4%, más cercano al 3%. Se trataría de objetivos similares a los que apunta el FMI, para morigerar la expansión de la cantidad de dinero, e intentar mantener calma en el mercado cambiario, al menos hasta octubre de 2021.

El segundo grupo, liderado por la Presidenta del Senado, está más enfocado en las elecciones de 2021. Ya avisó que la política económica debe subordinarse a ese objetivo, con expansión de salarios, jubilaciones y gasto público. El típico tirón de demanda en Argentina, que suele durar lo que las reservas del BCRA. Claro que existe un problema importante de entrada: las reservas de libre disponibilidad ya son inicialmente muy bajas, y con cepo cambiario, aún con superávit comercial, resulta difícil aumentarlas.

Con la llegada de la vacuna anti-covid, en el corto y mediano plazo podría ayudar a recuperar actividades hoy prácticamente paradas, y a mejorar otras que ya iniciaron una recuperación, como la construcción privada, de modo que es probable se alcance un número positivo en la variación del PIB en 2021, desde niveles muy bajos en 2020, en buena medida gracias al arrastre estadístico que quedaría para el año entrante. 

Pero la estrategia de “tirar” de la demanda a través los salarios, jubilaciones y gasto público, en presencia de escasas reservas en el BCRA, muy probablemente deberá ser acompañada con cada vez mayores restricciones a las importaciones y al acceso a dólares, de modo que no se podría lograr una fuerte recuperación de la actividad económica en 2021, y si existe, será moderada. Más bien, se tendría una economía similar a la de 2012 – 2015, con subas y bajas, y en promedio estancamiento, en el mejor escenario.

En esta estrategia claramente se dejaría apreciar aun más el peso, dejando la solución al problema cambiario para después de octubre de 2021, o directamente para la nueva administración que asuma en diciembre de 2023, si se consiguen dólares prestados para “tirar” hasta esa fecha. Claro que los mercados se anticiparían, la brecha cambiaria aumentaría y dificultaría cada vez más la situación de las reservas del BCRA, y con ello la evolución de la actividad económica. Será como navegar un barco en un mar agitado.

La inflación, en ambos casos, sería mayor en 2021 que en 2020, aunque en el año entrante al nivel definitivo dependería de la mayor emisión y el nivel de la suba del tipo de cambio oficial que se visualice en cada caso. A largo plazo, sería seguramente mayor con la segunda posible estrategia.