Un interesante acto intelectual, casi de filosofía post-tech, resulta imaginar escenarios posibles donde el humano interactuará consumiendo, compartiendo, o simplemente pasando el rato, bajo un contexto tecnológico. Si bien la aparición de la telefonía celular nació en el nicho “hombres de negocio clase alta de mediana edad” para luego extenderse a toda la sociedad, esta nueva revolución pareciera nacer de los sub-15 de todas las clases sociales. De hecho, es posible que la primera compra de un activo no fungible virtual (NFT) haya sido realizada por un adolescente en alguna plataforma de juego.

En estos días, habitamos el mundo real, y llamamos digital a lo que vemos en una pantalla de 15x7cm, pero todo lo que nos rodea sigue siendo tangible. Con el metaverso, hundiremos por completo 2 de los sentidos más importantes de nuestra percepción: visión y audición. El tacto posiblemente quede neutralizado por el uso de guantes con sensores, y el gusto estará sin uso ya que será difícil llevar algo a nuestra boca (porque no tendremos visualización de alimentos o bebidas que nos rodeen), quedando únicamente el olfato como línea de conexión al mundo real.

Ahora bien, ¿qué podríamos hacer en ese mundo virtual? La respuesta es simple: todo, o casi todo. Desde trabajar, consumir, y conocer gente, hasta simplemente disfrutar del momento. Viviremos recitales de bandas que pueden estar a miles de kilómetros de distancia, pero la sensación será como si la estuviésemos viendo desde la primera fila. Podríamos incluso llegar a conocer París, subida al metaverso en 3 dimensiones, y recorrerla desde el sillón de casa. La evolución de las reuniones virtuales no se quedará atrás. Hoy vemos a nuestros colegas en una pantalla de 2 dimensiones, pero en poco tiempo, las salas de reuniones serán un espacio con realidad aumentada que nos permitirá ver a los demás de cuerpo entero.

Pero uno de los principales cambios será en el campo de las experiencias de compra. Hoy tenemos la posibilidad de asistir a un local físico. Ir a nuestra tienda favorita, y charlar con un vendedor que nos asesorará sobre el mejor producto y las condiciones de pago. La otra alternativa, es entrar a una plataforma digital de compraventa, donde lógicamente también podemos hacer preguntas, pero por escrito y sin respuesta al instante (a lo sumo disponemos de un chatbot).

Imaginemos lo mejor de los dos mundos combinados. Al ingresar seremos recibidos por el vendedor (quien estará físicamente trabajando de 9 a 18 en su casa, con el casco conectado) y podremos recorrer toda la oferta de productos (con los dos sentidos con los que contamos) mientras hablamos con él, y saciamos todas nuestras dudas. Si pensamos en un local de ropa, podríamos tener nuestro avatar con nuestras medidas corporales exactas, y probarnos ropa sin tener que ir al local, y sin tener que utilizar el probador, por ejemplo. Incluso, es posible tener nuestra ropa actual subida al perfil, con lo cual podría probar como queda la combinación entre el saco y esa camisa que ya tenemos en casa. Puede haber shoppings enteros subidos al metaverso, donde será posible recorrer, mirar vidrieras, hablar con los vendedores, e incluso conocer gente.

Naturalmente, ese producto comprado, después llegaría a nuestra casa por un transporte real, que consume nafta o electricidad, pero para la tele-transportación todavía falta mucho más…