Al principio de año preocupaba el desborde monetario que podría surgir de una expansión fiscal desde niveles de monetización ya elevados y con una demanda de pesos en caída. Poco a poco las mejoras en el frente externo permitieron al BCRA acumular reservas y recomponer la cartera de títulos. Así, a esa preocupación le empezó a ganar el optimismo, una especie de sensación de “lo pueden manejar”.

En las últimas semanas, y en esta que pasó en particular, poco queda de un segundo semestre auspicioso. El peso siguió perdiendo valor. Cabe preguntarse cuáles fueron las causas para ese cambio de humor, y como siempre las respuestas no son tan sencillas ni lineales.

El primer señalado es el tándem BCRA y CNV. Sucede que luego de las resoluciones que limitan el acceso al CCL y al MEP, el nerviosismo apareció en el mercado y la imposibilidad por parte de las autoridades de intervenir en el mercado de negociaciones bilaterales (SENEBI), llevó a que la cotización supere a la de los otros mercados.

En segundo lugar, uno podría señalar algunos datos que se dieron a conocer en la semana como el deterioro de las cuentas públicas o el nivel de actividad incluso un resultado comercial que empeora. Todos estos son alicientes que generan más decepción.

En tercer lugar, el pronunciamiento del FMI de avanzar en un programa tradicional con Argentina trajo un velo de incertidumbre a lo que se sumó la posibilidad de que se vaya terminando en un plazo no muy largo el escenario de hiperliquidez global.

Pero retomando, resurge el nerviosismo de principios de año que es lógico: un oficialismo que no puede administrar tensiones de corto plazo sobre el cual se le exige un programa de mediano/largo plazo. Lo discursivo y comunicacional importa en este punto. Para un sector de la sociedad aún hay temor de ir al modelo Venezuela, a nuestro juicio infundado por varias razones que exceden este espacio. Pero si ese temor existe, entonces los pronunciamientos del Presidente respecto a la situación en Cuba se suman a una política exterior que alimenta esas expectativas.

Con tanta conflictividad social en el país emblema de la izquierda el gobierno quizás debería calibrar mejor sus mensajes. A esta caída del ‘paraíso’ cubano se le suma el mensaje en tono de súplica más que amenaza por parte de la asesora Cecilia Nicolini al Kremlin. Algo que desnuda una cuestión más palpable para el resto de la sociedad: segunda dosis de vacunas que no llegan y crece el descontento.

La situación socio económica es extrema, sólo nos salva la vara de comparación tan elevada que nos dejó el 2001/2. Los dos pilares del oficialismo para noviembre son vacunación y mejora de la economía. Ambos se están complicando, al menos no hay conformidad en ninguno de los dos.

La oposición no puede capitalizar esa derrota porque el principal frente no tiene autoridad moral para levantar banderas vinculadas con la economía y no le tocó gestionar en pandemia, pero quizás la capitalización que puede hacer y que es necesaria para brindar soluciones es la de mostrarse unidos y con vocación de diálogo no sólo al interior sino también con el oficialismo.

Al momento de cierre de listas, sin embargo, se volvió a ver la mezquindad donde la agenda política quedó muy alejada de las necesidades concretas de la sociedad.