El régimen de súper inflación no da respiro y parece haber superado un nuevo piso. Las características del proceso de formación de precios hoy dependen muy poco de factores objetivos vinculados a la evolución de los costos, y tiene mucho más que ver con la dinámica de las expectativas. La desconfianza general por la debilidad financiera conlleva traslados preventivos para cubrirse y no sufrir descalces. 

En un contexto de caída de la demanda de dinero, el repudio a los pesos termina convalidando cualquier aumento de precios como estrategia de refugio en bienes. A esta situación se llega por la acumulación de desajustes en el funcionamiento general de la economía y la procrastinación de soluciones de fondo a lo largo de muchos años. 

La tentación de poner parches es muy potente para administraciones que siempre ven muy cercano el ciclo electoral. Los réditos por resolver los problemas estructurales son muy bajos en comparación con los eventuales costos a corto plazo. Este alineamiento perverso de los incentivos explica por qué terminaron fracasando gobiernos de diferente color político que apostaron a programas de consistencia macro gradual. 

La “gimnasia inflacionaria” de los agentes económicos en Argentina determina una estructura de contratos altamente indexada, generando rigideces a la baja e imposibilidad de licuación de pasivos. Revertir la tendencia alcista no parece una opción factible en el marco del “Plan Llegar”. En este punto tampoco es certero que las medidas paliativas alcancen para contener y eliminar el riesgo de espiralización.

El 8,4% de abril sorprendió a propios y extraños. Las consultoras privadas veníamos con un registro de entre el 7,5% y el 8%, pero en este estadio la diferencia es marginal y se explica puramente por minucias técnicas. En particular, el mes pasado tuvo mayor incidencia el segmento de estacionales, con una suba del 12,6%. Se trata de productos con precios muy volátiles y particularmente afectados por la menor oferta fruto de malas cosechas. En contraste, los ítems regulados del IPC solo aumentaron 4,9% promedio en abril; casi la mitad del promedio general. 

Hasta el momento los servicios administrados por el Estado o con precio supervisado están ayudando a amortiguar, pero eso acumula distorsiones sobre el sistema de precios y las cuentas públicas. Tal es así que la corrección tarifaria en luz y gas en la zona metropolitana del AMBA será significativa a partir de este mes, con el propósito de reducir el ticket de subsidios y bajar el gasto primario. A pesar del esquema de segmentación por ingresos, las actualizaciones le pondrán un piso alto al IPC. 

El aspecto cambiario no puede soslayarse. La relevancia del dólar libre en la formación de precios es cada vez más alta, producto de la escasez de reservas y la incertidumbre sobre el costo de reposición de los productos. El salto en las cotizaciones paralelas a fines de abril intranquilizó al mercado y se propagó automáticamente al precio de los bienes y servicios finales. El Blue aumentó poco más del 20% con este salto discreto y acumula una suba del 37% en el año, esto es, uno o dos puntos por arriba de la inflación. Algo menos treparon los dólares financieros, con un 32% promedio 2023.

Empezar a pensar 2024

El Banco Central y el FGS tienen los bonos suficientes como para contener presiones alcistas por mayor demanda dolarizadora. Claro que las cotizaciones alternativas tampoco pueden mantenerse estáticas con una inflación mensual en la zona del 8%. Administrar ese movimiento para reducir la efervescencia es el gran desafío del Gobierno para estos últimos meses hasta las elecciones. Un daño colateral de un régimen inflacionario con estos parámetros es el fuerte impacto distributivo. La regresividad de este proceso se expresa en productos de consumo masivo creciendo ostensiblemente más que el resto. Tal es así que en marzo la canasta básica ya se posicionaba casi 9 puntos por encima del nivel general de precios. 

Paradójicamente la caída media del poder adquisitivo de los ingresos es menor que en otros períodos, cuando la aceleración de precios se daba en simultáneo a episodios devaluatorios. En números, sobre los ocho meses de gestión del Ministro Massa en cuatro los salarios perdieron contra la inflación y en cuatro la superaron. El primer trimestre 2023 promedió una suba de salarios reales del 0,4% promedio traccionados por las actualizaciones de varios convenios colectivos significativos. 

En contraste, los salarios caen 0,9% contra la inflación en los últimos doce meses y pierden 2,6% real desde el inicio de gestión de Alberto Fernández. Es una baja leve a pesar del pésimo desempeño inflacionario, aunque muy heterogénea en su interior y con sectores informales especialmente afectados. Para salir de este desaguisado la aplicación de un programa gradualista dejó de ser una opción.

La salida del laberinto es un Plan de Estabilización que combine medidas macro, cambios en el funcionamiento de mercados críticos y acuerdos por sectores. Ya se debatió en otros informes las características principales de un programa. En breves términos implicaría: o un sendero de normalización del mercado de cambios para reducir las ineficiencias del cepo por su sesgo anti exportador. Podría empezar por un desdoblamiento, o un ordenamiento de precios relativos, que han sido distorsionados después de años de inestabilidad nominal. 

Entre otros quedaron muy atrasadas la mayoría de las tarifas de servicios y también los salarios. o Acuerdos de precios y salarios con sumas fijas iniciales y transferencias a informales. Posterior suspensión de todas las paritarias por un período no menor a un trimestre. o En etapas posteriores se debería evaluar la modificación del signo monetario para readecuar el tipo de cambio de unificación, además de recomponer la nominalidad.

La respuesta oficial ante el IPC de abril fue una batería de medidas de política económica, donde se destaca una suba fuerte de la tasa de interés de referencia y la posibilidad de importar productos básicos con arancel cero para intentar disciplinar los precios de los alimentos básicos. Además, el ministro de Economía busca comprar tiempo a través de la aceleración de los desembolsos restantes del FMI. Massa es el último dique de contención político. Ningún otro referente del oficialismo podría anclar las expectativas para que no se desplome la demanda de dinero. Pasan las semanas y las variables no se estabilizan: Massa hoy es condición necesaria, pero no suficiente.