A un mes de las elecciones primarias, el gobierno dio un paso más en el camino de endurecer controles cambiarios. Lo más importante de las medidas no es impacto que puedan producir, que entendemos es limitado, sino el hecho de que revela cual es el diagnóstico oficial sobre el problema cambiario. 

Repasemos primero las medidas: a través de la comunicación “A” 7340, el gobierno limitó la operatoria de instrumentos contra dólares en el mercado local. A las restricciones de parking y montos introducidas en junio, le agregó esta vez una restricción adicional para las operaciones: de ahora en adelante, los fondos deben provenir o ser transferidos desde o hacia cuentas bancarias. 

En los hechos, el objetivo de la medida es claro: limitar la operatoria minorista que permitía el arbitraje de los diferentes tipos de cambio “contado con liqui” implícitos en los distintos activos financieros y favorecer la transferencia de dólares desde cuentas comitentes (donde no forman parte de las reservas) hacia cuentas bancarias (que si se incluyen, como parte de los encajes bancarios). 

El contexto de las medidas vuelve entendible la preocupación del gobierno. En el último mes, la dinámica de las reservas internacionales aceleró su deterioro, con una pérdida total de U$S750 millones. Esto sucede aún con el agro que siguió liquidando a buen ritmo y permitió que el Banco Central pueda adquirir U$S450 millones.

Obviando los pagos a Organismos internacionales que tienen un cronograma prefijado, la clave que muestra la variación de las reservas internacionales en el último mes se halla en el rubro “otros”, donde se perdieron U$S570 millones (allí, la pérdida de reservas por intervención en el mercado de bonos para bajar la brecha se mezcla con los efectos de valuación del oro y del yuan).

Más controles al dólar: no se hagan los “rulos”

El problema de diagnóstico del gobierno es claro: las nuevas restricciones son el resultado de la necesidad mitigar el efecto de las restricciones anteriores. Al intervenir en la brecha vendiendo AL30 el gobierno introduce un esquema de tipos de cambio financieros múltiples, que vuelven rentable (e inevitable) el arbitraje (rulo). 

El timing de la medida también es revelador del error de diagnóstico oficial: las medidas aparecen justo cuando el arbitraje de las brechas se venía reduciendo, los volúmenes operados se venían achicando y los tipos de cambio paralelos también comenzaban a ceder. 

Que el gobierno renuncie a utilizar instrumentos de política monetaria (tasas de interés) en el momento en que más los necesita para poder mitigar el impacto del dólar también es revelador de otro aspecto importante: el horizonte de planeamiento actual termina en las elecciones. 

Vemos muy difícil que este esquema de política monetaria y cambiaria no sea revisado profundamente en el contexto de un acuerdo con el FMI, donde es una de las prioridades clásicas en cualquier acuerdo consiste en la necesidad de comenzar a normalizar las condiciones de acceso al mercado de cambios, o dicho en términos de mercado, a reducir la brecha entre el tipo de cambio oficial (comercial) y los financieros. 

Con este diagnóstico, la conclusión es clara: las restricciones que vimos esta semana tampoco serán las ultimas.