La decisión del oficialismo de suspender las exportaciones de carnes por 30 días hace que rememoremos la misma acción llevada adelante por el Kirchnerismo en el año 2006, cuando se frenaron las ventas al exterior de dicho producto por 180 días, generando la pérdida de 12 millones de cabezas de ganado y 13.000 puestos de trabajo. Hoy, analistas privados prevén que dejarán de ingresar divisas por 250 millones de dólares y que corren riesgo 100 mil puestos de trabajo. Conectando esto último con que algunos frigoríficos ya han cortado su funcionamiento dejando a cientos de trabajadores en la calle.

Esgrimir que “la carne pone en riesgo la mesa de los argentinos” no es la solución. La carne como tantos otros productos sufre la inflación crónica argentina. Fenómeno que circula a una velocidad crucero del 4% mensual y las proyecciones para todo el 2021 están por encima del 50% anual. Si queremos cuidar la mesa de los argentinos debemos ponerle fin a la inflación, problema resuelto en la inmensa mayoría del mundo. Debemos eliminar una sustancial cantidad de gastos superfluos para así poder reducir el déficit fiscal y bajar los impuestos que tanto ahogan al sector privado, verdadero generador de riqueza y trabajo genuino.

Debemos además destacar que según un estudio de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA), sobre “¿Cómo se compone el precio de la carne?”, la cría representa el 29,8% del precio final, el feedlot 26,7%, frigorífico 6,5%, carnicería 8,9% e impuestos el 28,1%. Mostrando la relevante carga impositiva que tiene este producto, sería muy oportuno exigir que bajen los impuestos para preservar la mesa de los argentinos.

Las consecuencias de esta errónea medida serán la disminución de la producción, el aumento del desempleo, la caída en el ingreso de dólares al país y la no baja del precio de la carne. Por otro lado, se deteriorará la imagen de nuestra nación como proveedora de alimentos debido al incumplimiento de contratos. De continuar así, ni una sola vaca quedará en nuestro país.

Que Argentina deje de exportar carne, sería como que Brasil no exporte soja, Chile no exporte cobre, Corea del Sur no exporte Samsung y Japón no exporte Toyota. Sí, así de descabellada luce esta decisión.

La solución del Gobierno no puede ser siempre prohibir y regular. Sube el dólar ponen un cepo, aumenta la carne ponen otro cepo, se incrementa el precio del arroz, los fideos, etc. y fijan precios máximos. Todas estas herramientas ya han sido utilizadas en el pasado y siempre han conducido a peores resultados. Por esto y las cuestiones mencionadas en los párrafos anteriores, tenemos la imperiosa necesidad de exigirle al Gobierno Nacional que cese con este tipo de medidas y se ponga trabajar sobre las cuentas públicas. Seguramente ajustando y volviendo más eficientes estas últimas la mesa de los argentinos se haga más rica.