Precios en dólares y el dilema del peluquero
Cómo influirán en la economía las novedades relevantes de las últimas semanas en el frente monetario. Inflación, baja del crawl y los pagos en dólares.
En las últimas semanas tuvimos una serie de factores relevantes en el aspecto económico: la inflación minorista en 2,7% en diciembre, con la core acelerándose a 3,2%; la baja del crawl al 1% mensual a partir del 1º de febrero; el impacto en las tasas de política monetaria; la posibilidad de que los precios de bienes y servicios puedan mostrarse en dólares; los pagos en dólares con tarjeta de débito; y el continuo aumento de los préstamos bancarios en dólares.
Como mencionamos anteriormente, el IPC aumentó 2,7% en diciembre, con una aceleración de 0,3 pp respecto a noviembre. La inflación core trepó a 3,2% con una aceleración todavía mayor (+0,5 pp en el mes). Regulados siguieron moviéndose en torno al 3,4% mensual, en tanto que Estacionales quitaron presión con una baja de 1,4% en el mes.
A pesar de que el dato de inflación fue un poco mayor al esperado por el gobierno, el BCRA de todos modos anunció la baja del crawl al 1% mensual a partir de febrero. Si bien era una promesa oficial, lo cierto es que esta decisión acentúa la dinámica de atraso en tanto que seguramente los precios reaccionarán a la baja a un ritmo menos que proporcional en los próximos meses.
Así, el crawl al 1% como herramienta de coordinación en la remarcación de precios podría perder eficacia a raíz de que el nivel cambiario se encuentra atrasado y la incertidumbre sobre la evolución del dólar se vuelve más palpable. En principio vemos más costos que beneficios, pero todo dependerá de cuán rápido se acomoden los precios al nuevo deslizamiento.
Inmediatamente después del anuncio de la reducción del crawl, la pregunta fue si se iban a reducir las tasas de interés. Primero, amerita un enfoque conceptual: ¿por qué habría que reducir las tasas al compás de la evolución (futura, desde febrero) del dólar oficial?
En contra de una reducción inmediata de tasas, puede mencionarse que la inflación todavía no bajó (si quiero tener las tasas reales en terreno “neutro” para un determinado impacto en decisiones de consumo e inversión, sólo bajaré las tasas en tanto que la inflación baja también) o que el dólar relevante para las decisiones de cartera (para asignar recursos entre activos en pesos y dólares) es el dólar financiero, no el oficial, y tanto MEP como CCL se encuentran en estos momentos bajo presión.
A favor de una reducción de tasas estaría el estímulo excesivo al carry mediante financiamiento bancario en dólares: financiamiento en dólares equivalente al 1% en pesos (porque se debe liquidar en pesos al oficial, y luego tiene acceso también al oficial para el repago), más un 0,5% de tasa mensual por el préstamo, resulta bastante inferior a las tasas que ofrecen los instrumentos en pesos a corto plazo (Lecaps, fundamentalmente).
Por lo pronto, por el momento la tasa de política monetaria (la de LeFIs) no fue tocada por el directorio del BCRA (sigue en 2,67%), pero en la licitación de hace mediados de enero de Lecaps, el gobierno convalidó tasas por debajo de las tasas que venían viéndose en los mercados secundarios: 2,25% aproximadamente para Lecaps (julio y octubre), 2,15% aproximadamente para Boncap de junio de lcg. 2026.
Habrá que ver si estas tasas primarias terminan señalizando y confirmando un sendero para la curva de mercado (lo cual además significaría una valorización del stock vigente de lecaps). En otras palabras, si resultan suficientes para enfrentar las expectativas de depreciación en los dólares paralelos. Abastecidos por los préstamos bancarios en dólares, es posible que se vea una mayor demanda tanto de Lecaps (carry liso y llano) como de AL30 (aumento de brecha). Durante enero y hasta el 15, los préstamos bancarios en dólares aumentaron USD 632 M, que tiene pleno impacto en las reservas netas y es el principal factor de las compras de dólares del BCRA.
La visualización de precios en monedas adicionales al Peso ya la habíamos comentado cuando analizamos el Plan Real y la posibilidad de acudir a una unidad de medida estable, como treta psicológica para evitar la inercia inflacionaria. Ya siendo el dólar una reserva de valor (destino importante de nuestros ahorros) la pregunta es cuán nocivo sería que se utilizara como medio de pago (con tarjeta de débito o cuenta bancaria en USD) y unidad de cuenta (precios en dólares). A simple vista, podría parecer innocuo, en tanto que simplificaría las transacciones y evitaría realizar cambios de moneda para hacer esos pagos.
Ahora bien, permitir que esa unidad de cuenta sea el dólar, y si resulta ser una práctica masiva incluso para bienes y servicios “no transables”, incentivaría que la sociedad se acostumbre a medir todo en dólares, impidiendo ajustes de precios relativos cuando se necesitara.
Ejemplo: si un peluquero cobrara $1000, asumiendo que no tiene ningún costo dolarizado (lo cual es, por supuesto, falso), una devaluación no impondría, a priori, incentivos a mover su precio de venta. Esta es una conjetura también falsa, porque hoy el dólar es referencia incluso para bienes y servicios que no tienen componentes en dólares. Pero aun así, no hay un componente fuerte para trasladar la devaluación a precios.
Si ese peluquero pone en vidriera $1000 / USD 1, ¿qué hará con una devaluación de 30%? La primera respuesta sería “pondría en vidriera $1000 / USD 77 cts.”, dado que no tiene componentes dolarizados. Pero si su costumbre fue cobrar 1 dólar, no es descabellado pensar que ponga $1300 / USD 1, o al menos un valor en el medio como $ 1150 / USD 88 cts.
En otras palabras, si se hace masiva la costumbre por poner precios en dólares podría aumentar el pass-through de dólar a precios, quitando flexibilidad. Desde ya no sería tan drástica como permitir contratos laborales en dólares, pero eso a la larga podría terminar ocurriendo. Tal vez la dolarización de la economía sigue siendo la idea, pero nosotros siempre lo hemos desaconsejado.
Vinculado con lo anterior, permitir pagos en dólares está íntimamente ligado a los precios en dólares, porque se quiere evitar el cambio de monedas. En sí mismo, no sería problemático. Pero la noción de que la “escasez de pesos” estimula el uso de dólares como medio de pago (bajo la teoría del enfoque monetario de la balanza de pagos, ya descartada en el consenso internacional) podría ser falsa.
El incremento de los préstamos en dólares no sólo financia capital de trabajo de las empresas, sino que es fuente de demanda de lecaps y otros activos financieros. Además, es lo que permite el goteo de aumento de reservas desde las tesorerías de los bancos. Ciertamente, será un componente nada despreciable para la cuenta final de entradas y salidas de dólares durante 2025.