El film “Dunkerque”, dirigido por Christopher Nolan, comienza con la imagen de un soldado inglés que camina por una calle desolada sobre la que cae una lluvia de panfletos arrojados desde un avión alemán. El soldado toma uno y lo lee: el mensaje intenta generar pánico entre los ingleses, pero el muchacho se baja los pantalones, hace sus necesidades y luego se limpia con el objeto de propaganda nazi, protagonizando una escena que es un objeto de propaganda inglesa.

La guerra no es solo armas. O en todo caso, las armas no son solo proyectiles y explosivos. La propaganda es también un elemento utilizado en la guerra. En todo conflicto, cada bando intenta influir en la moral de su enemigo, de su propia tropa y de la ciudadanía. Al enemigo se trata de quebrarlo, a la propia tropa de motivarla y a la ciudadanía de ponerla a favor de los propios intereses y objetivos. Los argumentos de la propaganda de guerra se repiten a lo largo de la historia: “Nuestra causa es justa, noble y sagrada. Nuestro enemigo es tramposo, cruel e inhumano. Estamos ganando” (si lo sabremos los argentinos), y otras apelaciones por el estilo, con los matices que cada conflicto pueda llegar a presentar. Anne Morelli ha clasificado una serie de principios que -según su punto de vista- rigen la propaganda de guerra. Y también están los once principios que definió el tristemente célebre Joseph Goebbels, propagandista del Tercer Reich.

Los recursos comunicacionales que se utilizan son todos los que hagan falta: acciones de prensa, discursos oficiales, redes sociales, anuncios, panfletos, carteles, películas, programas de radio, altavoces cerca de las líneas enemigas, y todo lo que resulte útil para inclinar el campo de batalla en favor de cada contrincante. En definitiva, se trata de una acción política. Ya lo dijo hace muchos años Karl von Clausewitz: “La guerra es la continuación de la política por otros medios”.

Durante la Segunda Guerra Mundial las emisiones radiales de onda corta se convirtieron en un arma clave en la propaganda bélica, ya que permiten transmitir a territorios muy lejanos, incluso aislados. La onda corta no solo servía para acciones de propaganda, sino también para enviar información codificada a los espías, disimulada en el contenido de los programas. Durante la Guerra Fría siguió utilizándose desde ambos lados de la Cortina de Hierro, con emisoras como

La voz de América, Radio Moscú, y la BBC. Las radios de onda corta tenían (y tienen) programación en diferentes idiomas, dedicadas a poblaciones de distintas partes del planeta. La aparición de internet les quitó relevancia, ya que la red permite acceder a contenidos a nivel global. Pero el pasado parece regresar.

La BBC había desactivado sus transmisiones de onda corta en Europa hace catorce años. Ante el avance de las tropas rusas sobre Ucrania y el sabotaje de la principal antena de la radio y televisión locales por parte de las fuerzas de ocupación, ha decidió volver a transmitir en el país y algunas partes de Rusia. Es un regreso a décadas pasadas, no solo por lo anacrónico de la invasión, sino también por la necesidad de acudir a un medio de comunicación muy antiguo, pero menos hackeable. Parece un absurdo que en la era de las redes sociales, la BBC vuelva a usar la vieja radio de onda corta. Pero en la guerra todo vale, y la onda corta no necesita antenas en la zona de conflicto, no necesita servicio de wifi, ni siquiera necesita corriente eléctrica si hay pilas. La pregunta es ¿quién tendrá un receptor de onda corta?, pero si están transmitiendo es porque deben saber que hay alguien del otro lado.

El gobierno ruso está haciendo todo lo posible para que su población escuche una sola voz (la del gobierno, precisamente) generando dificultades para acceder a redes sociales y plataformas de medios occidentales, como el sitio del servicio ruso de la BBC. La población lo sabe y busca otras fuentes de información. Los ingresos al sitio de The Guardian por parte de rusos y ucranianos aumentaron un 180% desde enero, mientras que las visitas desde Rusia al sitio de la BBC se incrementaron en un 254%.

Mientras tanto, la vocera del Ministerio de Relaciones Exteriores ruso, Maria Zharakova, hizo una declaración que responde punto por punto a los principios de la propaganda de guerra: “Rusia está siendo víctima de un terrorismo informativo sin precedentes, que busca desacreditar las acciones rusas y crear histeria alrededor de los acontecimientos de Ucrania”.

La vieja emisora de onda corta de la BBC volvió a encenderse. Quienes tengan un receptor adecuado podrán escuchar una voz no-oficial. De esa manera podrán escapar de la propaganda rusa y acceder a la propaganda occidental. En algún punto en medio de ambas, debe estar la verdad.