Un sinnúmero de notas se ha sucedido en paralelo con esta fecha, en su mayoría enfocadas en ricos pormenores históricos que año tras año agigantan la figura de uno de esos hombres que pueden generar tanta admiración en nosotros hasta llegar al punto de quitarle sentido real a cualquiera de nuestras acciones. Reales o incluso imaginadas.

Sin embargo, lejos de intentar sumarme a esa bastedad de enfoques la razón de esta nota es rescatar la figura de San Martín del anaquel de las efemérides y traerlo a este presente de encrucijada en el que se encuentra nuestro país, quizá, para una última proeza: la consolidación de una identidad que finalmente logre la unión entre los disímiles y la manifestación permanente de esos pilares esquivos que son para nosotros hoy el desarrollo económico, la unión civil y la libertad plena.

Es sabido que este fenómeno que hoy llaman “grieta” no es nuevo en nuestras tierras, aunque, como muchos otros, ha sido resignificado al calor alquímico de una geopolítica desafiante y la consolidación de ideologías que amenazan nuestro futuro inmediato. La “grieta actual”, paradójicamente, parece invitar a la “grieta histórica” a una unión que nunca termina de consolidarse, aunque muestra pequeños atisbos de posibilidad hoy en el pragmatismo de algunas listas de candidatos que competirán en las próximas elecciones legislativas.

De fondo, esa argentina cosmopolita, liberal, laica, con lazos ideológicos y reales con Inglaterra, estuvo siempre enfrentada con esa otra, tan legítima como la anterior, que asienta su cosmovisión en lazos hispánicos, la cercanía con la iglesia católica, la preservación de tradiciones por momentos desdeñadas por aquél otro lado, y un sentir nacional que por momentos pendula entre un intento aislacionista y una amplitud identitaria que podría unir a todo el mundo de origen hispánico en una Patria Grande.

Como decía anteriormente, lo paradójico de la lectura política a la que invita esta nota, es que, como mencionaba anteriormente, esas dos argentinas convergen hoy lentamente en una sensación de necesidad de unión frente a un adversario que lleva consigo banderas que le son a ambos igualmente desafiantes. En tal sentido, las diferentes olas de esto que supo bautizarse como “socialismos del Siglo XXI”, siguen invitando a esos dos polos a un punto de encuentro que, a pesar de la percepción mutua de estar frente a una amenaza común, aún no parece encontrarse.

En tal sentido, la figura de San Martín y su enorme complejidad pareciera de algún modo ser ese símbolo que muchas veces se necesita para desenredar la semiótica de un relato de unión que nos ha resultado perniciosamente esquivo. Convergen en la memoria del libertador sus innegables lazos con el liberalismo de su época, su temprana capacitación europea y la influencia de ésta en sus lecturas, costumbres, tácticas de guerra e, incluso, en la consolidación de sus amistades entre las que se cuentan fieles compañeros de batalla de origen anglosajón, en conjunto con una innegable honestidad, respeto por tradiciones locales, su acercamiento cortés y aliancista con las comunidades aborígenes, su visión de una américa unida que iba más allá de lo estrictamente local, e, incluso, un ir y venir que algunos sindican como táctico y otros como ideológico, con la idea de una figura equivalente a un rey, incluso hasta español, pero atado a límites constitucionales.

En el hecho indudable de que San Martín ha generado a lo largo del tiempo, tanto admiración como incomodidad, en uno y otro lado de aquella grieta atávica, se encuentra a mí entender la razón principal de la necesidad de su evocación en este presente. Quizá sea a través de la relectura inteligente y necesaria de su epopeya, de sus contradicciones, sus sentires y, sobre todo, de sus objetivos emancipadores, que se logre la amalgama de esos sectores que se encuentran tanto políticamente sub-representados como indudablemente comprometidos con un presente y un futuro mejor para nuestro país.

Sirva al menos esta nota para reflotar ese intento que otros han ensayado antes, resignificado inevitablemente hoy frente a la necesidad urgente de encontrar un mejor derrotero que el actual tanto para nuestro país como para nuestra región.