Deberá pasar el tiempo para que comencemos a comprender qué otras cosas dieron sentido a este 2020, más allá del “evento pandemia”. Como es lógico esperar, miles de otras historias urdieron la trama de un año singular, sin que en el aturdimiento de la vorágine del Covid19, sumado al devaneo de nuestra crisis política, económica y social, nos permita distinguirlas.

Sin ir más lejos, a las 19:56 hs del 9 de mayo de este año pandémico, Mara, la elefanta del “Ecoparque” porteño, nacida en cautiverio en los años sesenta, maltratada en circos durante gran parte de su vida, y confinada en un pequeño espacio en lo que alguna vez fue el zoológico de la Ciudad de Buenos Aires, comenzaba su camino hacia lo más cercano a la libertad que llegará a conocer.

Para algunos podrá representar un evento insignificante, máxime en un año como este, sin embargo, para quienes amamos los animales y para los cientos de activistas que durante años lucharon por su liberación en los estrados de tribunales, en las calles y en las redes sociales, ese atardecer del mes de mayo, representó una gran conquista.

Pocos días más tarde, Mara llegaba al Santuario de Elefantes de Brasil, una institución joven, ubicada en el Matto Grosso, en donde se encontró con sus actuales cuidadores y con Maia, otra elefanta liberada que se hallaba desde hace un tiempo ya en este refugio natural. A Mara y Maia, hace unos días atrás, se sumó Bambi, un tercer paquidermo también liberado, proveniente de Sao Paulo, y que actualmente se encuentra en proceso de aclimatación a su nueva manada.

A esta altura es lícito que el lector se pregunte entonces, “¿y qué tiene que ver todo esto con el dólar?”. Y para ser justos, aquí vamos:

El proceso de adaptación de estos animales puede seguirse desde la red social del refugio, prácticamente en tiempo real. Hace menos de una semana, y con motivo de la llegada de esta tercera elefanta, quien relataba los procedimientos necesarios para su integración al refugio, manifestó taxativamente: "Lo importante al hacerles los exámenes médicos y trabajar con ellos, es en todo momento tener el corral abierto, que sientan que pueden irse si están incómodos" y luego agregó: "Si cerramos el corral, instintivamente quieren salir. Si lo dejamos abierto, las más de las veces se relajan, se dejan examinar y comienzan a interactuar con los otros elefantes".

Nuestro país tiene algunos rituales propios, como casi todos los demás. El mate, el folklore, el tango, el asado, el futbol y el quedarse sin dólares en sus reservas, son ya parte de nuestra identidad argentina, por la que nos reconocemos a nosotros mismos y a esta altura también, nos conocen fuera de nuestro país. Sistemáticamente también, a lo largo del tiempo, hemos intentado solucionar este desafío económico, vuelto hoy día ya identitario, con restricciones, regulaciones, prohibiciones, y demás herramientas propias de ese lado del espectro ideológico que, frente a las crisis, recurre naturalmente (y hasta me animaría a decir “de buena fe”) al autoritarismo, mas nunca a la libertad.

Si a esta altura el ejemplo de los elefantes no le fue suficiente, experimente usted qué sentiría si al ser invitado a un nuevo lugar (o incluso a uno ya conocido), conforme va avanzando, percibe que detrás suyo se van cerrando con llave todas las puertas que atraviesa, ¿cuánto tardaría en sentir esa natural claustrofobia que le grita en todo su cuerpo “salgamos de aquí”?

Argentina se encuentra hoy día en el puesto 149 del índice de libertad económica de la Heritage Foundation, sobre un total de 180 países. Este puesto vergonzoso, que nos sitúa por debajo de naciones como Colombia (45), Uruguay (47) y Jamaica (49), por ejemplificar, lo hemos “conquistado” en base a la restricción al movimiento de capitales, pero también “gracias” a las cientos de regulaciones, tasas e impuestos, que como parches en un cuerpo que se desangra, hemos intentando inútilmente aplicar, para evitar lo que (y aquí el punto), terminamos justamente provocando.

Mara, Maia y Bambi ya se adaptan a un nuevo entorno. Más grande, más natural y más libre. ¿No será acaso tiempo de que también los argentinos nos comencemos a adaptar, con el paso firme de los elefantes, a la libertad?