Los mercados viven semanas de alta volatilidad y los analistas, en general, destacan
el “desconcierto” que muestran muchos inversores en relación al futuro escenario
macroeconómico. Para empezar, como consecuencia de que no terminan de levantarse todas
las restricciones con excusa de la “pandemia”, las economías globales, después del rebote de 2021, siguen flojas como se ve en el siguiente cuadro:

Tiempos de incertidumbres y escaseces globales críticas

Mientras la Fed “descansa”, Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE), acaba de señalar que el ajuste en la política monetaria irá acorde a los datos económicos y, en todo caso, será gradual, manteniendo el tono cauto en cuanto a una subida de tasas de interés en 2022 sin cerrar las puertas a que se produzca. Así las cosas, los mercados ya descuentan una potencial subida para finales de 2022.

Y todo ligado a la “inflación” -la suba del IPC, en rigor- que, como se ve en el siguiente
cuadro, suelen estimar muy mal -como buenos burócratas estatales- los bancos centrales (en blanco la suba real, en colores las estimaciones del BCE en distintos momentos):

Tiempos de incertidumbres y escaseces globales críticas

“El cambio radical de postura ante la inflación que han experimentado los bancos
centrales en un corto espacio de tiempo, pasando de considerar ésta como transitoria a más permanente y ‘peligrosa’, lo que los ha llevado a modificar de forma radical su hoja de ruta en materia de política monetaria, mantiene a muchos inversores, tanto en los mercados de bonos como en los de renta variable, bastante despistados”,
explican en Link Securities. Por cierto, la ridiculez de decir -mientras emitían dinero en astronómicas cifras- que la “inflación” era solo transitoria, dio lugar a muchos memes.

Los analistas de Link Securities observan que, en las bolsas, durante “las últimas
sesiones, se ha podido apreciar una ligera preferencia por los valores/sectores que mejor se comportan en un escenario de crecimiento económico, alta inflación y tasas de interés al alza, destacando especialmente el sector financiero, concretamente los bancos y las aseguradoras”, 
por cierto, atadas a la “patria financiera” esto es, socios de los bancos centrales en sus negocios donde siempre pierde el ciudadano común, como cuando en Argentina, con el “corralito”, se quedaron con el dinero ajeno, por nombrar un caso ejemplar.

Robert Almeida, de MFS Investment Management, resalta que “los inversores son
conscientes de que el tamaño de los balances de los bancos centrales se ha disparado… (y esto) refleja la escala de la represión financiera de los últimos años (el mantenimiento de las 
tasas de interés por debajo de la suba del IPC y el consecuente abaratamiento del costo de la deuda pública) y las distorsiones resultantes”.

Aunque la Fed aún no ha subido las tasas -pero se esperan cinco subidas en 2022- ,
la tendencia mundial ha cambiado de forma decisiva, de hecho, se produjeron más de 100 aumentos de tasas a nivel mundial durante el 2021 y, en 2022, se está anualizando al doble.

Ben Laidler, de eToro, advierte de que “las tasas de interés más altas y los crecientes riesgos de desaceleración económica también perjudican a las valoraciones. Se trata de un nuevo régimen de inversión global de rentabilidades más bajas, pero aún positivas, y más volatilidad, que impulsa nuestro enfoque en sectores más baratos y mercados extranjeros… La historia muestra que los mercados a menudo reaccionan con alivio cuando comienzan las subidas de tasas, ya que el ciclo alcista ya está descontado. Faltan 36 días para la primera subida de la Fed”.

Entretanto, dos escaseces amenazan con complicar severamente a la economía
mundial, como señala Michael Snyder. Además de la caída de la economía global -con el aumento de la pobreza y el hambre para cientos de millones- como consecuencia de la represión a los mercados y las personas, con excusa de “la pandemia”, se han producido dos carencias mundiales clave que hay que vigilar muy de cerca.

Uno de ellos es la creciente escasez de fertilizantes. Hace unos días, el Wall Street
Journal advirtió que “los altos precios de los fertilizantes están afectando a los agricultores de todo el mundo en desarrollo”. Desde las plantaciones de aguacate, maíz y café de América del Sur hasta las plantaciones de cocos y palmas aceiteras del sudeste asiático, los altos precios de los fertilizantes pesan sobre los agricultores lo que hace que sea mucho más costoso cultivar y obliga a muchos a reducir la producción.

Obviamente, eso se traduce en que los precios globales de los alimentos podrían
aumentar aún más en 2022, luego de un año en el que subieron a máximos de una década. Repunte que exacerbaría el hambre, que ya es agudo en algunas partes del mundo debido a la pérdida de empleos relacionada con “la pandemia”, y aceleraría la suba del IPC (la “inflación”, según los burócratas).

De acuerdo con el Centro Internacional de Desarrollo de Fertilizantes, los precios
excesivamente altos podrían resultar en una reducción de la producción agrícola, solo en África, “equivalente a las necesidades alimentarias de 100 M de personas”. En la primera potencia, EE.UU., los precios de los fertilizantes a base de fósforo y potasio (potasa) se han más que duplicado, en tanto que los basados en nitrógeno se han cuadruplicado. Estos precios harán imposible que muchos agricultores de EE. UU. siembren de manera rentable este año.

La otra gran escasez que ya viene siendo noticia hace bastantes meses, es la de chips
de computadora. Según el Departamento de Comercio de EE.UU., los inventarios de chips se han reducido peligrosamente: el inventario medio en poder de los consumidores de chips (incluidos los fabricantes de automóviles y los de dispositivos médicos) se redujo de 40 días en 2019 a menos de 5 días en 2021. La secretaria de Comercio de EE.UU. asegura que la falta de chips resultó en “USD 210.000 M en ingresos perdidos” para los fabricantes de automóviles en 2021 que produjeron 8M menos de vehículos provocando un aumento en los precios
impactando en el IPC.

Los consumidores de chips encuestados por el Departamento de Comercio
estimaron que la escasez no desaparecería en los próximos seis meses, y algunos sugirieron que podría tomar hasta 2023. Por cierto, Taiwán produce el 63% de la producción global de chips.

La mayoría de las fábricas se encuentran en Asia que alberga alrededor del 87% de la cuota de mercado de las fábricas de semiconductores. Así, el clima político en la región y las tensiones entre Taiwán y China son definitorias, ya que la escasez ha expuesto cuánto depende la industria estadounidense de estas fuentes.