Durante esta semana el mercado de dólar libre volvió a recalentarse, en una puja entre la divisa y la nominalidad de los precios que al Banco Central parece incomodar.

Si bien es cierto que el billete se ha encarecido significativamente en el último mes, apenas está equiparando a la escalada de los precios, si no queda incluso rezagado. Por supuesto, este rezago se sostiene a fuerza de intervención por parte de la autoridad monetaria que se encuentra utilizando dólares (que no tiene) para contener la brecha por el módico monto de 100 millones de dólares diarios.

En este sentido, el drenaje de divisas parece haberse desviado del canal comercial al financiero. No obstante, esta ventana de oportunidad se encuadra bajo los últimos días de vida del dólar Agro para el sector oleaginoso. Por lo tanto, resulta factible que el Gobierno apele a prorrogarlo en virtud de estirar artificialmente una sábana corta, en un contexto de reservas netas negativas y un tipo de cambio oficial que vuelve a atrasarse como medida antiinflacionaria.

Mientras tanto, estas incompatibilidades que derivan en desequilibrios que se profundizan, advierten un riesgo latente que se traduce en una mayor nominalidad. Con pocos medios que auspicien de seguro, la remarcación constante de precios se vuelve cada vez más frecuente a la par que la demanda de cobertura y dólares se incrementa, por lo que se espera que el BCRA tenga un nuevo frente de combate abierto hasta el final del año.

Quizás por estas razones el mercado descuenta de base un 8,5% de inflación en mayo y algunas proyecciones privadas incluso la ubican por encima de ese valor. Pero en todo caso la incógnita se centra en si el registro de mayo se tratará de un nuevo piso de inflación, en el contexto actual de inflación inercial, o si todavía quedan algunos vestigios de esperanza que impliquen registros en torno al 6,5%-7% mensual hacia fin de año; algo que a esta altura podría interpretarse como un éxito.

Mientras tanto, el Tesoro hace lo imposible por captar financiamiento para cubrir sus necesidades de gasto, donde prácticamente la totalidad de las colocaciones son indexadas por dólar o inflación, algo que deberá atender la próxima gestión. Sin embargo, un mercado con un magro apetito por aumentar su exposición al sector público llevó a que el Gobierno reincida en viejos mecanismos de financiamiento como la emisión. En línea con esto, en lo que va del año lleva emitidos $670.000 millones (0,4% del PBI) por Adelantos Transitorios, excediendo incluso la meta de emisión del tercer trimestre que suponía el acuerdo con el FMI, ya sin validez.

Entretanto, el Ministro de Economía, al mejor estilo de Philippe Petit, intenta hacer equilibrio entre dos socios que pueden proveer recursos a la Argentina, pero cuyas exigencias suponen inclinar la balanza hacia el mundo occidental u oriental en una batalla geopolítica que apenas está comenzando y China busca ser protagonista.