Bastó con que las reservas del Banco Central lleguen a mínimos para que dispararan signos de alerta entre el público. Con la celeridad propia de una epidemia, la incertidumbre se contagió de mercado en mercado. La corrida iniciada en los contratos de futuros se derramó al mercado de bonos y, consecuentemente, al de dólar paralelo.

Es justamente el sistema de precios el que trae orden a una economía, permitiéndole asignar recursos eficientemente. Sin embargo, con una economía profundamente descoordinada, múltiples tipos de cambio y aumentos reprimidos, ese rol regente se encuentra roto. En un escenario plagado de incertidumbre que se manifiesta en un mercado de cambios en ebullición, estos vaivenes se filtran en la formación de precios. Como resultado se adiciona un factor de presión más a la trágica dinámica inflacionaria que acarrea la economía argentina y hace más difícil torcer una inercia que cada vez cobra más fuerza.

Fue el propio rumbo de acción de la política económica el que puso al gobierno en esta encrucijada: la inflación acelerándose, el poder adquisitivo derritiéndose y la pobreza en crecimiento, mientras los recursos fiscales se deprimen al mejor estilo Olivera-Tanzi. Como muestra, el gasto en servicios sociales marca un sendero contractivo en términos reales, mientras que en el margen crece el peso de los costos de la deuda.

Esta crisis, como otras previas, podría haberse amortiguado con un cambio en el curso de acción. Mientras en los meses de verano el sector agropecuario anticipaba los primeros efectos críticos que la sequía estaba teniendo sobre la cosecha, el BCRA vendía dólares a un ritmo de 100 millones por día. Hoy, con 20 millones de toneladas menos de soja y 18 de maíz, implementar una corrección resulta más traumático que lo que hubiera sido una transición progresiva hacia un esquema distinto. Nuevamente, la inacción acumulada tiene sus costos y, sin stocks que vender, los estímulos de tipos de cambio diferenciales tienen un resultado acotado.

En medio de esta turbulencia, los comicios se acercan y la fecha de cierre de listas está a la vuelta de la esquina. Es en este contexto que el Ministro de Economía envía un contundente mensaje apelando al orden político para que haya orden económico, algo que venimos mencionando hace tiempo.

Ya cercanos a mitad de año, la posibilidad de torcer la actual dinámica de precios luce difícil, por lo que cualquier intento de desinflación se trasladará al año próximo. A su vez, en tanto el segundo semestre complique aún más la situación externa debido a la propia estacionalidad de nuestra canasta exportadora, surgirán interrogantes respecto a qué tan previsible era la situación, y si esta es producto enteramente de factores externos (como el climático), o si la miopía y su derivada mala praxis culminaron por sellar la crónica de una crisis anunciada.