Hay momentos en los que las sociedades deben dar respuestas contundentes ante hechos o circunstancias que ponen en peligro la continuidad de los procesos democráticos. Lo acontecido este jueves frente al domicilio de la vicepresidenta es una de esas circunstancias.

La asonada militar ocurrida durante la Semana Santa de 1987, por ejemplo, puso en jaque a la democracia. Aquel momento histórico fue comprendido cabalmente por todo el arco político que acompañó sin dudar a un mandatario acorralado por el fantasma de los golpes castrenses, materializados en la agresión de un grupo de militares insurrectos que pusieron en jaque el sistema institucional.

El abuelo de quien hoy se desempeña como canciller, Antonio Cafiero, se alzaba como el principal opositor al gobierno de Raúl Alfonsín, que ya venía dando muestras evidentes de debilidad. Las críticas del histórico economista del peronismo, que supo ocupar cargos durante los primeros gobiernos de Juan Domingo Perón, se hacían oir con cada vez más virulencia.

Es imprescindible que la sociedad responda con contundencia repudiando el magnicidio que no fue

Sin embargo, no dudó ni un instante en ponerle el cuerpo a aquella dramática situación y encolumnarse sin especulaciones detrás de la figura presidencial para apoyar el sistema de valores y convivencia elegido por el conjunto de los argentinos y las argentinas en 1983, tras la oscura noche de una sangrienta dictadura cívico-militar.

Solo el intento de magnicidio que sufrió Cristina Kirchner en la noche de este jueves equipara la gravedad de los hechos ocurridos hace 35 años y sobrepasa todos los límites reconocidos dentro del juego de la democracia. La imagen de Fernando Andrés Sabag Montiel accionando el gatillo de esa pistola Bersa, con cinco balas en su cargador, a centímetros de la cabeza de la vicepresidenta en medio de una multitud, es lo suficientemente contundente como para exigir de todos los sectores políticos, económicos y sociales de la Argentina un repudio contundente.

Si al menos una bala hubiese salido de ese arma, hoy estaríamos en presencia de una situación de gravedad institucional sin precedentes en la historia argentina, además de una tragedia humana y política de consecuencias impredecibles para la paz social. El fallido intento de magnicidio requiere de un músculo político que se pondrá a prueba en la jornada hoy, donde todos los sectores deberán dar una señal sin fisuras.

Es imprescindible que la sociedad responda con contundencia repudiando el magnicidio que no fue

Opositores de todos los colores y oficialistas deben dar un mensaje claro al conjunto de la sociedad y mostrarse juntos respondiendo esta puñalada al corazón del sistema democrático y así brindar un mensaje contundente contra el mesianismo de cualquiera que entienda a la violencia como método para alterar el orden institucional

Alberto Fernández consideró en su discurso de medianoche que estamos ante un hecho "de una gravedad institucional y humana extrema" y decidió decretar feriado nacional “para que, en paz y armonía, el pueblo argentino pueda expresarse en defensa de la vida, de la democracia y en solidaridad con nuestra vicepresidenta”.

Ahora debería llamar la dirigencia de Juntos por el Cambio y el resto de los partidos políticos para que lo acompañen en esa imagen que esta misma tarde deberíamos tener todos los medios periodísticos en nuestras portadas: la foto institucional que demuestre unidad ante un ataque directo al corazón de la democracia, sin importar las diferencias que puedan existir entre los diferentes sectores. El apoyo debe ser contundente para repudiar el magnicidio que no fue.