Para afuera, desde el Frente de Todos buscan bajarle el precio a la pública e ininterrumpida interna de Sergio Berni con su par de Nación, Sabina Frederic. Puertas adentro, no alcanzan las manos para agarrarse la cabeza con cada nuevo capítulo de esa mediática pelea. “Lo de Berno es insólito”, reconoce una fuente de uno de los ministerios más importantes de la Provincia. 

El “show” de Puente La Noria todavía hace ruido. Fue, para muchos, el punto de inflexión. La cuarentena estricta ya quedó atrás pero la cicatriz de aquella secuencia en la que Berni aleccionó a los efectivos de la Policía Federal, hipnotizó las cámaras y se adueñó de los micrófonos, no termina de curar. Todo lo que vino después no hizo más que acentuar las diferencias entre el grueso del oficialismo y llanero solitario del espacio. 

“No se entiende a qué juega”, repiten varios referentes bonaerenses. Y no es la única frase en común. “Pareciera que está en campaña todo el tiempo”, coinciden. La respuesta sea quizás más sencilla de lo que se cree: Berni juega para él. Aceptó su actual cargo con cierta disconformidad. Después de fracasar en su deseo de ir por la gobernación en 2019, el médico cirujano con pasado militar quería ser el elegido para ocupar cartera de seguridad en el gabinete nacional. Alberto Fernández necesitaba a alguien con un perfil más moderado y, muy a su pesar, quedó relegado a la Provincia. 

Desde entonces, el ministro provincial marca una presencia casi constante con su estilo confrontativo y no se calla nada. Se considera a sí mismo “un capitán del sentido común”. Apareció con un arma larga en un operativo Zárate, comparó los contagios en barrios populares con “una explosión nuclear”, chicaneó sin disimulo a un íntimo “albertista” como Juanchi Zabaleta por redes sociales y aseguró que Cristina es la única líder del peronismo cada vez que tuvo oportunidad. 

Se cruzó con intendentes por la escasez de recursos en el conurbano pero se había enojado antes con Frederic por “saltearlo” al momento de consultarle a los jefes comunales respecto a sus necesidades en temas de seguridad. Ese hecho puntual, potenciado por el recelo lógico por ocupar el puesto que él pretendía, fue el gran detonante en la relación de los ministros. Lo que pasó después es de público conocimiento. 

Descartan, por el momento, una pronta salida. “No son tiempos para hacer cambios, ahora no se puede hacer nada”, confiesan en el kicillofismo. Además, Berni aun cuenta con el visto bueno de Cristina, que parece ser la última en guardar un dejo de tolerancia hacia sus reacciones. Sin embargo, aseguran que la tensa cuerda que ata al gobierno bonaerense con su ministro de seguridad podría cortarse por cualquiera de los dos extremos.