En cada oportunidad que tiene, Javier Milei apunta contra el “wokismo”. Lo hace en entrevistas, conferencias y hasta en las redes sociales, donde lanza frases como “boluprogres woke” o “cáncer que hay que extirpar”. Este jueves, durante su discurso en Davos, el Presidente cargó una vez más contra este fenómeno, vinculándolo con temas como el feminismo, la diversidad de género, el aborto y el cambio climático.

Según el diccionario Oxford, el término “woke” se originó en Estados Unidos y significa “estar consciente de temas sociales y políticos, especialmente el racismo”. Sin embargo, para Milei y otros referentes de la derecha, se trata de una agenda que utiliza la inclusión y los derechos de minorías como excusa para imponer un “socialismo disfrazado de corrección política”.

“La agenda woke justifica el avance del Estado con conceptos como inclusión, feminismo y aborto”, afirmó Milei en Suiza. También criticó duramente la diversidad de género, asegurando que “la ideología de género constituye abuso infantil”.

El concepto de “woke” tiene un origen diferente. Surgió como una metáfora del despertar político frente a las discriminaciones raciales y sociales en Estados Unidos, y fue popularizado en los años 60 por la comunidad afroamericana. Décadas después, el término volvió a ganar relevancia tras el asesinato de Trayvon Martin en 2012 y el nacimiento del movimiento Black Lives Matter. Desde entonces, se expandió a otras causas progresistas como el feminismo, los derechos LGBTQ+ y la crisis climática.

Para Ezequiel Ipar, investigador del Conicet, “la derecha radical invirtió el valor ético del concepto para convertirlo en algo negativo. Usan ‘woke’ como arma discursiva para movilizar resentimientos sociales y justificar un discurso de odio”. Esta resignificación no es exclusiva de Milei; figuras como Donald Trump y Elon Musk también han utilizado el término para ridiculizar causas progresistas.

En el caso argentino, Milei se alinea con este discurso internacional, importando el término y adaptándolo a sus propios objetivos políticos. Sin embargo, para Santiago Armando, profesor en la Universidad Torcuato Di Tella, esto genera un debate descontextualizado: “La crítica al wokismo en Argentina parece más un reflejo de las redes sociales que una adaptación a nuestra realidad política”.

Además, los críticos señalan que el rechazo a la cultura woke no es simplemente una postura ideológica, sino que roza discursos peligrosos. Según Armando, “cuando Milei mezcla burlas con amenazas o degradaciones, no es un debate legítimo; es un discurso de odio”.

Desde la mirada libertaria, los movimientos woke representan un supuesto adoctrinamiento que, según ellos, atenta contra la libertad individual. Para Sol Montero, socióloga del Conicet, esta idea es una construcción discursiva que busca demonizar las luchas por derechos. “El término fue apropiado por las derechas y resignificado como algo despectivo, una herramienta para estigmatizar y justificar su rechazo a ciertas demandas sociales”, explicó.

Sin embargo, en Argentina, varias de las leyes que Milei asocia con esta “agenda woke”, como la Ley de Identidad de Género, fueron aprobadas con amplios consensos políticos. “No se puede hablar de una agenda impuesta; estas leyes fueron debatidas y votadas democráticamente”, señaló Ipar.

El uso del término “woke” como enemigo político refleja un fenómeno global, donde las redes sociales juegan un rol clave en la universalización de discursos. Mientras tanto, en Argentina, la controversia parece estar lejos de apagarse, con un presidente que no teme profundizar la grieta ideológica.