El Frente de Todos es una compleja coalición de fuerzas, no es ninguna novedad. El peronismo que estaba fragmentado tras la derrota electoral del 2015 llevó adelante un difícil proceso de reconciliación y reacomodamiento de las piezas para armar una oferta electoral competitiva en 2019. Claro que la debacle de la gestión del expresidente Mauricio Macri ayudó a camuflar muchas de esas diferencias. Y el resultado electoral las sepultó, al menos hasta ahora, donde otra definición en las urnas volvió a ponerlos en jaque.

La elección del domingo 12 de septiembre desnudó una verdad de Perogrullo: la voz de mando en el gobierno es Cristina Fernández de Kirchner, aún a su pesar y por más que lo repitan hasta el cansancio de uno y otro lado de los lados del mostrador. Bastó una carta nomás para poner un jefe de gabinete y forzar la renuncia de un vocero. Los demás ajustes del gabinete nacional cayeron como fichas de dominó, donde, es cierto, no hay necesariamente piezas que le respondan.

Sí puede ubicarse con facilidad a un soldado del kirchnerismo de mil batallas como Aníbal Fernández, que pasará a ocupar uno de los puestos más resistidos por las huestes K, el de la ministra de Seguridad Sabina Frederic. Los embates de su par bonaerense Sergio Berni fueron memorables. Ahora, con el quilmeño al frente de esa cartera quedará saldada esa disputa. También se sumará otro paladar negro como Daniel Filmus en Ciencia y Tecnología.

Pero hay otros que definitivamente no tienen nada que ver con Cristina, como Julián Domínguez, que pasará a Agricultura, Ganadería y Pesca. De hecho, el bonaerense tuvo una fuerte pelea en 2015 con Aníbal en la interna por la gobernación. Tampoco es de CFK Jaime Perczyck, que asumirá en Educación, a pesar de distintas operaciones de prensa que quisieron catalogarlo como “camporista”. 

Y claro, tampoco es devoto de la vicepresidenta el flamante jefe de Gabinete, Juan Manzur, como se encarga de aclararlo ella misma en su descargo público días atrás. Pero sí fue su idea ubicarlo allí. El Presidente no quería perder a su ladero Santiago Cafiero, que ahora pasará a la Cancillería, desplazando a Felipe Solá, que pagó los platos rotos. Daño colateral.

El rol fundamental de Cristina en el desenlace es claro, si era por Alberto, no se tocaba el gabinete hasta el 14 de noviembre a la noche, en caso de una nueva derrota. Así lo habían manifestado distintas fuentes de gobierno a Data Clave. Pero la misiva de la vicepresidenta cambió todo. Ya habían presionado con la renuncia pública de ministros que encabezó Eduardo “Wado” de Pedro (y su lugar pendió de un hilo, pero se quedó) y se reeditó con la palabra pública de la líder espiritual -y fáctica- del gobierno.

Pero también fue clave su participación en las modificaciones en la provincia de Buenos Aires. Por supuesto, allí la gestión es más permeable a su escucha ya que administra Axel Kicillof, un hombre de su riñón. Hasta hubo una reunión cumbre en El Calafate, horas antes de las definiciones en el gabinete bonaerense. Distintas versiones hablan de una larga conversación de más de 6 horas. Lo cierto es que a su regreso, el exministro de Economía ya tenía los cambios anotados.

Y allí también hubo resignación del mandatario: perdió a su mano derecha, Carlos Bianco, quien lo acompañaba desde la campaña del 2019, recorriendo en su Clío la provincia. Era su jefe de gabinete, pero ya no lo será más. Su lugar será ocupado por un nombre de peso en el conurbano, Martín Insaurralde, con doble señal hacia adelante: mensaje a los intendentes que pedían pista y también un proyecto de gobernador. Los jefes comunales se quedaron además con otro lugar esencial: el ministerio de Infraestructura: allí irá el alcalde de Malvinas Argentinas, Leonardo Nardini.

Además, sumó presencia peronista, justicialista, en otro puesto clave, el ministerio de Gobierno. Allí ingresará la diputada nacional Cristina Álvarez Rodríguez, quien es además sobrina nieta de Eva Perón. Todo un simbolismo para la épica de relanzar el gobierno provincial, dar vuelta la página y sobre todo, la elección.

La territorialidad como bandera de la autocrítica de gobierno

Tanto los cambios de Alberto como los de Kicillof tienen un punto en común: la apuesta a profundizar la presencia del territorio en sus respectivos gabinetes. Muchos guiños a los gobernadores en Nación e intendentes en Provincia, aunque también hubo y habrá mensajes para los jefes comunales en la Rosada. El mensaje busca ser unificador y por eso están allí Aníbal Fernández y Julián Domínguez, dos viejos conocidos del peronismo, de vasto conocimiento de la realidad de los 135 municipios.

La presencia del tucumano Juan Manzur hará las veces de tapón para el reclamo de federalismo de ciertos sectores del país pero además ayudará a ratificar el acompañamiento de varios gobernadores aliados, además de los que representan al Frente de Todos. La figura de Cafiero como jefe de gabinete no era vista con buenos ojos en varias provincias. Ahora habrá una figura de peso propio y con estirpe peronista, para ordenar la tropa.

Y en el caso bonaerense, está claro el perfil volcado a las intendencias que tendrá esta segunda etapa del gobierno de Kicillof. La llegada de dos intendentes al gabinete era uno de los eternos reclamos de los municipios, que no encontraban en Carlos Bianco una actitud receptiva a sus sugerencias. Ni siquiera había total sintonía con los propios. Ahora tendrán a uno de los suyos allí, que entiende el funcionamiento y sobre todo, las necesidades, de las comunas.

Tampoco es menor la llegada de Nardini a Infraestructura. La pandemia del coronavirus condicionó gran parte del accionar del ministerio y es probable que Agustín Simone sea el chivo expiatorio de una derrota que no lleva su firma. Sí es cierto que un jefe comunal allí puede ser un mejor interlocutor para lidiar con quienes hasta hace días atrás eran compañeros de ruta.

Así las cosas, en esta disputa de poder febril de la última semana, quedaron en claro algunas cuestiones. Una, que se imponían varios cambios, había que oxigenar los gabinetes, en dirección a las provincias e intendencias. Dos, la injerencia y referencia ineludible de Cristina Fernández de Kirchner en la definición final. Ni el propio Presidente pudo sostener su palabra para con los suyos, a quienes les aseguró que no habría movimientos. 

Lo que no termina de quedar claro es el impacto de las modificaciones, para ellos habrá que esperar al 14 de noviembre como primera muestra. A priori, la decisión de Kicillof parece más uniforme y menos condicionada, responde a un orden natural de conducción. En Nación los tironeos fueron evidentes y habrá que ver si se paga algo más que un resultado electoral cerca de fin de año. Por ahora, ambos timonearon el temporal.