“Un pacto para vivir”. Como ese acuerdo unipersonal al que le cantaba Gustavo Cordera cuando estaba al frente de la Bersuit Vergarabat. Entendiendo, claro, que “el poder siempre manda”. Y que para buscar la resurrección no queda otra que la reconciliación. Más para una mujer de fe, como es la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien comprendió que para que el Frente de Todos sea todavía una opción de peso en 2023 es necesario contar con todos adentro. Y dar, también, algunas concesiones.

Es por esto que la expresidenta acusó recibo del encuentro entre su hijo Máximo Kirchner y Emilio Pérsico, y generó su propia reunión con el líder del Movimiento Evita dejar atrás o, al menos poner pausa, viejas rencillas con el fin de reposicionar al Frente de Todos en la provincia de Buenos Aires.

"Creo que es importante mantener el diálogo entre todos los sectores del espacio. Con Cristina hace rato que pertenecemos al mismo”, expresó Pérsico en las últimas horas. Y agregó: “Tenemos que buscar las mejores salidas para nuestro pueblo y poder poner el esfuerzo en la batalla política que tenemos el año que viene”.

El encuentro sirvió para acomodar el rol territorial de los movimientos. Con el fin de evitar las pujas de base. Algo que ya trajo complicaciones en La Matanza, donde días atrás un grupo de militantes del Evita fue atacado mientras realizaba unas pintadas en favor de la precandidata a intendenta, la diputada bonaerense Patricia Cubría. Cristina se solidarizó. Y lo que quedó a la vista fueron las diferencias que hoy existen entre el actual jefe comunal local, Fernando Espinoza, y Máximo.

Pérsico tiene un pedido claro. Abrir el juego. Salir a competir en los distritos. Para eso es necesario el sello. Y darle una PASO. Algo que el presidente del PJ bonaerense ya negó con anterioridad. Pero ahora el cuadro podría ser otro. O, al menos, es la herramienta de negociación que busca tener La Cámpora en unidad con el Evita para conseguir peso interno en La Matanza, donde hoy Espinoza cuenta con un armado personal.

"Nos va a ir bien, tenemos muchas chances de ganar porque hay un desgaste muy grande y una administración muy larga en el tiempo”, manifestó Pérsico.

El problema con el que cuenta hoy el oficialismo es que la posibilidad de apertura también generaría que los dirigentes de otros distritos también salgan a pedir competir en las primarias. “Si se abre La Matanza, se abre todo”, le dice a Data Clave un diputado bonaerense. Y esa no es la idea.

Es por esto que Cristina busca posicionarse al frente de la conducción para dejar de lado las diferencias que pueden existir entre los intendentes del Conurbano y el gobernador Axel Kicillof. Con una bajada clara: ganar Buenos Aires.

Desde el Frente de Todos entienden que las cuentas en las nacionales hoy no dan. Pero que si el escenario llega a ser negativo marcar una clara diferencia con 2015: encontrar en PBA un refugio. “Los intendentes quieren a Cristina al frente porque saben que les da un arrastre a nivel bonaerense que no les puede dar otro candidato. Y si las cuentan no dan para que vaya arriba, que lo haga como senadora, como en 2017”, le dice a este medio un dirigente bonaerense de primera línea.

El acuerdo con el Evita significa también un golpe certero al corazón de la ilusión del presidente Alberto Fernández de ir por una reelección. Algo que sin un movimiento de base resulta imposible y que lo aleja por completo de la posibilidad concreta de poder avanzar en esa línea.