La expresión "cruzar el Rubicón" significa dar un paso decisivo asumiendo el riesgo. El Rubicón era un pequeño río que separaba a Italia de la Galia Cisalpina. En el año 49 antes de Cristo, el Senado romano -para impedir el paso de tropas procedentes del Norte- declaró "sacrilego" y "parricida" a aquel que con una legión atravesara este límite.  Sin embargo, Julio César -a quien el Senado había rehusado nombrarle Cónsul y a quien, por instigación del cónsul Pompeyo, había ordenado dejar el mando y licenciar a sus tropas-, decidió marchar sobre Roma. Antes de vadear el riacho, legó para la posteridad una frase que se transformó en leyenda: "Alea jacta est" (La suerte está echada). César se enfrentó a Pompeyo y a sus aliados en la batalla de Farsalia, logrando una aplastante victoria. Este hecho determinó el fin del República romana.

Este jueves, Cristina Kirchner cruzó el Rubicón. Luego de varios días de silencio, la vicepresidenta publicó una carta donde expuso su visión de la situación que atraviesa el gobierno que ella integra, tras la derrota electoral del domingo pasado, a la que calificó de "catástrofe política". En el texto, sostuvo que ella le advirtió al Presidente el riesgo inminente del traspié electoral ya que "se estaba llevando a cabo una política de ajuste fiscal equivocada que estaba impactando negativamente en la actividad económica y, por lo tanto, en el conjunto de la sociedad y que, indudablemente, esto iba a tener consecuencias electorales".

La funcionaria recordó la derrota electoral y justificó la actitud asumida por los funcionarios que responden a su espacio quienes "al día siguiente de semejante catástrofe política, uno escuchaba a algunos funcionarios y parecía que en este país no había pasado nada, fingiendo normalidad y, sobre todo, atornillándose a los sillones. ¿En serio creen que no es necesario, después de semejante derrota, presentar públicamente las renuncias y que se sepa la actitud de los funcionarios y funcionarias de facilitarle al Presidente la reorganización de su gobierno?".

Luego de confirmar que ella estuvo detrás de la estrategia renunciante de "sus" ministros, Cristina desplegó artillería pesada en contra del vocero presidencial Juan Pablo Biondi, a quien -sin nombrarlo- subió a un ring para el que no le da el piné.  "No voy a seguir tolerando las operaciones de prensa que desde el propio entorno presidencial a través de su vocero se hacen sobre mí y sobre nuestro espacio político", agregó al respecto.

Lo que enfureció realmente a la ex presidenta fue el mote de "golpista" que ciertos medios (y algunos dirigentes de la oposición como Elisa Carrió) le imprimieron a la renuncia del titular de la cartera de Interior Eduardo "Wado" De Pedro. Para Cristina, esa definición habría surgido de un off motorizado por el Secretario de Comunicación presidencial. "Justo a Wado lo van a acusar de golpista que sufrió más que cualquiera de nosotros las atrocidades de la Dictadura", era la frase que flotaba ayer en el caldeado despacho del Senado de la Nación.

También la carta fue una reacción al hilo tuitero de Alberto Fernández con el que -horas antes- el jefe de Estado, había intentado poner fin al tole tole interno, al afirmar que "no es este el tiempo de plantear disputas que nos desvíen de ese camino", que es "dar respuestas honrando el compromiso asumido en diciembre de 2019, de cara a la sociedad". A través también de sus redes sociales, el primer mandatario aseguró que "la altisonancia y la prepotencia no anidan en mi. La gestión de gobierno seguirá desarrollándose del modo que yo estime conveniente. Para eso fui elegido. Lo haré llamando siempre al encuentro entre los argentinos".

Unidad hasta que duela

"Los peronistas somos como los gatos. Cuando nos oyen gritar creen que nos estamos peleando, pero en realidad nos estamos reproduciendo". Las palabras del general Juan Domingo Perón -que alguna vez parafraseó el histórico dirigente Antonio Cafiero- resultan apropiadas para describir la crisis abierta en el gobierno tras su contundente derrota electoral.

El efecto final que este contrapunto público entre el Presidente y su vice generó en la fuerza oficialista aún no se puede determinar con precisión. Mientras algunos integrantes del oficialismo ven con preocupación la artillería dialéctica que se dispensaron los dos máximos referentes del Frente de Todos, hay otros que intentan convencer (y convencerse) de la fortaleza que este intercambio de golpes puede imprimirle al gobierno, siempre y cuando logren acomodar los melones en el carro.

Cristina cruzó el Rubicón, desafió a Alberto y tensionó la interna: ¿será la pelea final o se estarán reproduciendo?

"Unidad hasta que duela, unidad hasta que nos duela", respondió a Data Clave un allegado a Sergio Massa, el principal mediador en esta confrontación entre Alberto y Cristina. El titular de la cámara de Diputados se puso como objetivo limar las diferencias que evidenciaron dos de las tres patas del Frente de Todos y evitar la ruptura. Así se lo hizo saber a Máximo Kirchner, quien participó -junto a otros integrantes del bloque oficialista como Cecilia Moreau-, de varias reuniones con el fin de acercar posiciones.

Tanto el miércoles, como el jueves, ambos estuvieron en sendos cónclaves que tuvieron como escenario las oficinas del Frente Renovador, ubicadas en la Avenida Libertador, donde también llegaron los funcionarios nacionales del espacio, como el ministro de transporte Alexis Guerrera. El tigrense se esmeró por mostrar a los dos extremos de esta disputa, algo que todos saben muy bien: "si nos peleamos, los únicos que ganan son los que destruyeron el país y pierde la Argentina".

Los cabildeos que quedaron expuestos luego de la carta de Cristina mostraron los hilos de un poder que los tres dirigentes más importantes de la coalición gobernante conocen muy bien. Las "operaciones de prensa" como Cristina llamó a supuestas conversaciones en off entre funcionarios y periodistas, son acciones cotidianas de este oficio. Si no existieran, sería muy difícil llevar adelante esta labor, basando las crónicas solo en el relato oficial de las gacetillas.

Es evidente que detrás de cada hecho o declaración, hay una entretela. Y muchas veces, esa trama se aclara -o se oscurece- a través de conversaciones privadas con interlocutores oficiales que prefieren hablar desde el anonimato. "Esto te lo cuento en off", suelen pedir a quienes buscamos información. Cristina detesta esta práctica porque, básicamente, ve en el periodismo enemigos que pretenden poner palos en la rueda de cualquier acción gubernamental. Ella y su familia fueron víctimas de centenares de este tipo de armados seudo periodísticos y, por ende, tiene sobrados motivos para justificar este encono.

Por eso, la vicepresidenta no habla con la prensa, ni en on, ni en off. Prefiere escribir en sus redes sociales o expresarse a través de sus discursos cada vez que participa de un acto público. Su socio político Alberto es el antagonista perfecto en esta materia. El Presidente tiene un máster en contacto con la prensa (y no solo con los periodistas, sino también con los dueños de los medios). Los llama, les contesta mensajes, los confronta en privado si algo que escribieron o dijeron no le gusta, siempre desde un respeto que transforma su accionar en una práctica que no incomoda la labor periodística. Incluso muchas veces, la nutre. Pero Alberto siempre fue así, incluso desde los tiempos en los que era Jefe de Gabinete del gobierno de Néstor Kirchner, quien le había encomendado precisamente la labor de ser el nexo entre el gobierno y la prensa, no hay nada novedoso en su proceder. Y la vice lo sabe muy bien, porque lo conoce desde entonces.

Cristina cruzó el Rubicón, desafió a Alberto y tensionó la interna: ¿será la pelea final o se estarán reproduciendo?

¿Cómo se resuelve esta crisis?

La sabiduría china le atribuye a las situaciones críticas propiedades que son muy difíciles de apreciar cuando uno está en plena confrontación. Pero el peronismo sabe de crisis y de oportunidades y como el ave Fénix, también aprendió a resurgir de sus cenizas. En esta oportunidad, el incendio recién está empezando, así que tiene margen para maniobrar.

El Presidente va a hacer los cambios de gabinete, seguramente antes de lo que tenía previsto hacerlos (después de las elecciones generales de noviembre) pero sin el apuro que le reclamó ostensiblemente su vice, para quien lo ideal hubiese sido el mismísimo lunes tras la derrota en las PASO. Alberto tiene sus tiempos y Cristina los suyos, buscar un punto intermedio no parece una mala salida a este laberinto.

Está claro que el objetivo de CFK no es desplazar a Biondi, sino que su mira principal está puesta sobre la jefatura de Gabinete. La titular del Senado quiere a Santiago Cafiero fuera de ese lugar estratégico. La valoración que los integrantes de la dupla presidencial hacen de su desempeño es otro punto de discrepancia entre ambos. "Cafiero no tiene estatura política para ocupar ese lugar", dicen desde el entorno cristinista. "Es el Muñeco Gallardo de los funcionarios, laburo como ninguno y es un tipo leal al Presidente y al Frente de Todos", lo definió ayer el Chino Navarro en charla con Coco Sily, por Radio 10.

El otro punto a resolver es qué hacer con las renuncias presentadas para presionar y, en tal caso, quiénes deberían ser los nuevos integrantes del staff ministerial. Parece lógico suponer que "Wado" De Pedro no seguirá formando parte del gobierno porque el vínculo que lo unía a Fernández se rompió. De Pedro y Cafiero son dos puntales de la gestión, reemplazarlos no será sencillo. 

Cristina cruzó el Rubicón, desafió a Alberto y tensionó la interna: ¿será la pelea final o se estarán reproduciendo?

Una alternativa que se barajó durante todo el jueves fue la de convocar a gobernadores peronistas para sumarlos al gabinete. Se los tentó al tucumano Juan Manzur y al sanjuanino Sergio Uñac. Ambos dieron como primeras respuestas una negativa, pero no se descarta que haya una nueva oferta en las próximas horas. Otro nombre que sonó fue el del chaqueño Coqui Capitanich, un viejo conocedor de estas lides, quien ya estuvo en medio de situaciones críticas en posiciones de poder dentro del gobierno de Cristina.

Lo que sea, el Frente de Todos debe resolverlo cuanto antes para evitar que la crisis evidenciada tras la derrota del 12 de septiembre se transforme en otra cosa más peligrosa que en esta maravillosa oportunidad de renovar el gobierno para la segunda mitad de su mandato.