Cristina Fernández de Kirchner volvió a mostrarse en escena luego de un prudente silencio. Fue la primera vez desde el renunciamiento público de Alberto Fernández a presentar una candidatura para la reelección. Aún en este contexto, su alocución estuvo lejos de la contienda electoral y se suscribió a la descripción de la realidad política y económica del país.

Era la voz esperada dentro de un Frente de Todos que espera precisiones por las elecciones generales. La renuncia del Presidente a un intento de revalidar su mandato generó en la militancia tanta expectativa como al mismo tiempo una cuota de incertidumbre. En el medio están los dirigentes que empiezan a mostrarse en público y, conscientes de que el peronismo no tiene un candidato competitivo, intentan esparcir su proyecto presidencial por las calles.

Todavía hay un núcleo de dirigentes y militantes que sueñan con la idea de “Cristina 2023”. Las paredes del Teatro Argentino de La Plata quedaron aturdidas por ese cántico que se repitió en al menos cuatro oportunidades mientras la “Jefa” daba su discurso. También se entonó la prosa “yo soy argentino, soy soldado, del pingüino”, en recuerdo de Néstor Kirchner y los 20 años de su triunfo electoral en 2003.

La reaparición de Cristina probablemente haya generado decepción en más de un militante que esperaba que de su boca saliera el anuncio de una candidatura. Es más, ni siquiera hubo una expresión positiva hacia los candidatos que hoy intentan mostrarse como posibles herederos, llámese el ministro de Economía Sergio Massa, el embajador Daniel Scioli o el ministro del Interior Eduardo de Pedro. Su alocución estuvo limitada a lo coyuntural. Casi como si le estuviese hablando de frente a empresarios, banqueros, dirigentes y sindicalistas en una misma mesa. De hecho, en un pasaje de su exposición pidió por una gran mesa política para lograr un mínimo de acuerdos. “Tenemos que tener un acuerdo básico para que el país funcione normalmente y no sea un parto y un drama cada elección o movimiento cambiario”, reclamó.

El despliegue militante para acompañar este acto superó las expectativas. Además de La Cámpora y sus principales dirigentes también asistieron personas que hoy no forman parte de su círculo íntimo y que, por el contrario, en algún momento tuvieron diferencias. El ejemplo más claro es la ministra de Desarrollo Social, Victoria Tolosa Paz, quien actualmente pidió por internas para competir con Áxel Kicillof por la gobernación en la provincia de Buenos Aires. A colación de esto, CFK la usó como ejemplo para fortalecer un argumento: "El déficit fiscal está claro que no es el problema de la inflación. ¿Saben cuánto se gasta en materia social? 1,9% del PBI. ¿Saben cuánto se gasta en materia de eximiciones, alícuotas quebradas y gente que paga la mitad de los impuestos? 4,6% del PBI", dijo.

La muestra de unidad del Frente de Todos estuvo relativamente clara. En una de las cabeceras del teatro se vio compartir la primera fila a Kicillof y a Máximo Kirchner, presidente del Partido Justicialista bonaerense y quien también hasta hace poco desafiaba la gestión del gobernador. También se lo vio a Andrés Larroque y a Cecilia Moreau, presidenta de la Cámara de Diputados y una alfil de Sergio Massa. CFK reconoció las esquirlas que se ven entre compañeros y pidió cesar por el “fuego amigo”, algo inimaginable meses atrás. "Cuando les dije a los compañeros que sacaran el bastón de mariscal me pareció bien, pero no es para dárselo en la cabeza a otro compañero o compañera. Eso ténganlo muy claro. No utilicen el bastón para dárselo en la cabeza a otro compañero", declaró.

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En cuanto a lo coyuntural, el discurso de Cristina Kirchner estuvo ligado en un 90% al plano económico. Casi que no se movió un centímetro de lo que ya había expresado en otros plenarios que brindó en Avellaneda y la provincia del Chaco. La única excepción es que, por primera vez, hizo un guineo de ojo para bajar los impuestos. "Tenemos que simplificar tributariamente. Hay cientos de impuestos que pueden ser eliminados porque demandan más gasto de papel de lo que se recauda efectivamente", planteó. Pero también tuvo sus reservas: "El que era presidente de mi bloque -Miguel Ángel Pichetto- siempre se quejaba de los cheques que cobran los que tienen un plan social. Yo me quejo más de los que tienen plata y no pagan los impuestos".

Y siguiendo con la lógica de la oposición, a quien subió definitivamente al ring es al libertario Javier Milei. Fue al primero que mencionó, describiéndolo como el economista de “ojos claros” y con “pelo” que pide replicar el modelo de Domingo Cavallo. "Hoy nos vienen a decir que lo que fracasó años atrás -la dolarización- hoy puede ser la solución", exclamó. Y sobre el final, redobló la apuesta: "Esos mamarrachos que andan diciendo que la casta tiene miedo. ¿De qué tienen miedo? Si nunca te paso nada, hermano. ¿Qué me venís a joder? ¿De dónde te tenemos miedo, de dónde? Son caraduras".

"¿Miedo? Miedo tengo por mis nietos porque están creciendo en un país injusto e inequitativo. Yo ya viví y di lo que tenía que dar. Temo por los jóvenes, por los pibes y porque hay demasiada cobardía e hipocresía", cerró contra el economista liberal.

Con Mauricio Macri fuera de competencia por motus propio, la exjefa de Estado direccionó las críticas y fue directo contra Horacio Rodríguez Larreta, pasando por alto a Patricia Bullrich. "Todos hacen competencia abierta para ver quién es más malo y quién va a ajustar más. El jefe de Gobierno de la Ciudad hablaba de hacer una fuerte desregulación económica como la de Cavallo. ¿Qué es lo que quieren hacer con el país y la sociedad?", planteó.

Lo que la vicepresidenta dejó de manifiesto es que para el peronismo no debe haber lugar para rediscutir la idea de dolarización, algo que sí se dio durante los 90. "Con la dolarización quieren llevar al Estado a un fideicomiso al exterior para recompra barata de las acciones a precio de remate", planteó. Incluso utilizó filminas para mostrar cuáles fueron las “consecuencias” de Ecuador al tomar esta decisión política.

“No digo que tengamos la razón, pero no me quieran convencer de que tenemos que volver para atrás para resolver el presente y el futuro”, planteó una Cristina Kirchner que también se tomó un minuto para hacer fábulas políticas y chicanear a la oposición: "Los halcones y las palomas vuelan solos, son individualistas. Los pingüinos somos todos colectivos, vamos todos juntitos. Somos muy colectivos", deslizó.

A falta de pocos meses para el cierre de listas y de las elecciones, la vicepresidenta evitó de tomar partida por algún dirigente del Frente de Todos y se limitó a hacer una mera descripción de la situación actual. Elogió la última decisión de Sergio Massa de renegociar el acuerdo con el FMI e incluso le sugirió que el entendimiento esté suscripto al superávit comercial que logre la Argentina. "Sergio dijo en 2020 que el país iba a crecer, y yo dije atrás que ojo, que vamos a crecer, pero que alineemos precios, salarios y tipo de cambio para que el crecimiento no se lo lleven cuatro vivos. Eso está pasando ahora", remarcó.

"No hay una solución perfecta, no se elige entre lo peor y lo mejor. En Argentina siempre hay que elegir lo menos malo, ojalá pudiéramos elegir entre lo bueno y lo malo", fue otra de las frases que utilizó CFK para mostrar la distancia que hay entre el sueño y lo posible a la hora de gobernar.

Por último, la palabra estuvo dirigida para los jóvenes. Más allá del respaldo hacia su figura, les pidió que salieran a la calle a dar la discusión. "En nuestra época se discutía en la calle, no solamente en los actos o en las facultades. Hay que poner el cuerpo a cuerpo y dando el debate", reclamó, y agregó: "Hay que convocar a los jóvenes a superar los 20 minutos del Tik Tok y a pensar un poquito lo que pasó, porque es imposible si no sabemos de dónde venimos".

Tras el sermón a los más jóvenes, concluyó: "¿Miedo? Miedo tengo por mis nietos porque están creciendo en un país injusto e inequitativo. Yo ya viví y di lo que tenía que dar. Temo por los jóvenes, por los pibes y porque hay demasiada cobardía e hipocresía".