El experimento bonaerense que sacude al peronismo y mide cuánto pesa Milei en el conurbano
Por primera vez en dos décadas, la provincia de Buenos Aires votará sin cargos nacionales ni gobernación en juego. Intendentes, libertarios, Kicillof y Cristina se juegan su futuro en una contienda atípica que redefine liderazgos y expone alianzas inesperadas.
La provincia de Buenos Aires vivirá el próximo 7 de septiembre una elección sin precedentes, que podría cambiar el mapa político de todo el país. Por primera vez en los últimos veinte años, los comicios bonaerenses se separarán de los nacionales. Y esa simple modificación técnica desató una ola de reacomodamientos internos, rupturas y apuestas personales que deja a los principales actores del escenario político midiéndose sin red. No habrá candidatos presidenciales ni pelea por la gobernación. Solo se votarán legisladores provinciales, concejales y consejeros escolares. Pero el resultado puede resonar mucho más allá de los límites bonaerenses.
El distrito que representa el 38% del padrón nacional se convirtió en el laboratorio político de 2025. Sin tramos nacionales en la boleta que traccionen votos, ni una figura provincial como ordenadora, lo que viene es una elección sin arrastre y con disputa abierta en los 135 municipios. La pulseada se libra con otra lógica: los intendentes recuperan protagonismo, los liderazgos se testean cuerpo a cuerpo, y los sellos partidarios deben demostrar cuánto pesan por sí mismos.
El corazón del combate será, como siempre, el conurbano. En la tercera sección electoral, donde votan casi cinco millones de personas, el peronismo juega de local. Allí es donde Cristina Kirchner evalúa postularse como diputada provincial, en un intento por revitalizar su figura ante el avance de Axel Kicillof. Si logra una buena elección en ese bastión histórico del kirchnerismo (con una marca superior al 40%) podría volver a colocarse en el centro del ring. Pero si el gobernador le disputa el liderazgo desde otro flanco, la interna del PJ entrará en una nueva etapa. Ya son 45 intendentes los que se encolumnaron con Kicillof y alientan una ruptura con La Cámpora, con la mira en 2027.
La primera sección electoral, en cambio, ofrece un terreno más fértil para los libertarios. Es una región híbrida, con municipios del norte (como Vicente López, San Isidro o Tigre) más afines a la centro derecha, y otros del oeste (como Merlo, Moreno o Ituzaingó) bajo control del PJ. En ese territorio, se elegirán ocho senadores provinciales, y el presidente Javier Milei jugará fuerte con aliados que provienen del PRO, como Diego Valenzuela, quien rompió con su partido para afiliarse a La Libertad Avanza. También suenan nombres como Ramón Lanús, cercano a Patricia Bullrich pero todavía sin romper con el macrismo.
La interna entre aliados también se siente. Soledad Martínez, delfín de Jorge Macri en Vicente López, aparece como un dilema: ¿la dejarán correr en paz o el mileísmo buscará desmarcarse para castigar a su enemigo en CABA? La frase presidencial “Roma no paga traidores” sobrevuela cualquier estrategia futura.
En este nuevo esquema, los intendentes tienen la sartén por el mango. Son los dueños del territorio, los que controlan los recursos, los fiscales, y la botonera del día a día. Sin figuras nacionales en las boletas, su poder sube varios escalones. Como explicó un operador del PRO: “Esta vez, la sábana se va a tirar desde abajo hacia arriba”. El caso de Santiago Passaglia en San Nicolás es emblemático: rompió con la negociación de LLA y PRO para armar su propio espacio en la segunda sección, donde más de 400 mil personas están habilitadas para votar.
La elección será una carrera de fondo para Milei, que intentará nacionalizar la campaña pero deberá lidiar con el barro local. Con Sebastián Pareja como su principal armador en el conurbano, el oficialismo buscará sumar volumen de votos para llegar a octubre mejor posicionado. Pero le será difícil penetrar en las redes del PJ. En elecciones anteriores, como las de 2017, 2013 y 2021, el peronismo resistió en la tercera sección aunque la oposición ganara a nivel provincial.
A eso se suma una dificultad logística: la fiscalización con Boleta Única de Papel. En La Matanza, por ejemplo, se necesitan unos 3500 fiscales para cubrir todas las mesas. Una campaña austera podría tener costos altos en ese terreno.
La elección del 7 de septiembre será, en los hechos, ocho elecciones distintas, una por cada sección electoral, con reglas nuevas y apuestas personales. Pero el mensaje final que dejen las urnas bonaerenses puede proyectarse como anticipo de lo que vendrá en octubre, y como termómetro real del liderazgo de Kicillof, el margen de maniobra de Cristina y la capacidad del mileísmo para construir poder más allá del marketing.