El cimbronazo financiero que sacudió a los mercados internacionales este lunes no tomó desprevenido al Gobierno, que ya contaba con la posibilidad de un shock externo en sus cálculos. En medio de la tensión global por los nuevos aranceles de Estados Unidos, que encendieron temores de una guerra comercial a gran escala, el oficialismo eligió no mover el timón. Al contrario: redobló su apuesta por el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional como la clave para resistir el temporal y seguir mostrando consistencia en su plan económico.

Mientras Wall Street caía fuerte y los mercados asiáticos amanecían en rojo, el equipo económico siguió de cerca el termómetro financiero local. El riesgo país superó los 960 puntos, los dólares paralelos subieron hasta rozar los $1.370 y el Merval argentino llegó a cien más del 4% en dólares. Sin embargo, puertas adentro de la Casa Rosada, evitaron dramatizar. 

Esa hoja de ruta tiene un ancla clara: cerrar lo antes posible el nuevo programa con el FMI. La idea, según se deslizan en el Palacio de Hacienda, es terminar de negociar con el personal del organismo esta misma semana y anunciar un entendimiento técnico antes de Semana Santa. La expectativa está puesta en un primer diseño de más de US$ 10.000 millones, que servirá para reforzar las reservas del Banco Central, aliviar pagos de deuda y contener el frente cambiario. Además, el Gobierno apostó a sumar otro paquete de financiamiento por un monto similar de parte de organismos multilaterales como el Banco Mundial.

En ese marco, Luis Caputo juega su partida más difícil. No solo negocia las condiciones del nuevo préstamo, sino también la flexibilidad de esos fondos. Según pudo saberse, parte de los recursos que vendrían de los multilaterales no sería de libre disponibilidad, sino que estarían atados a metas específicas de gasto social o infraestructura. Pese a eso, en el entorno del ministro relativizan el impacto y creen que el oxígeno financiero servirá para contener las expectativas de devaluación y sostener el esquema monetario actual.

Mientras tanto, la estrategia oficial es mantener la calma, evitar medidas improvisadas y profundizar el discurso de ortodoxia fiscal. “Lo mejor que podemos hacer es ser más ortodoxos que nunca”, repiten en Economía, sabiendo que el margen de maniobra es estrecho y que cualquier señal errática puede desatar una corrida. La lectura es que, si el acuerdo con el Fondo se concreta en tiempo y forma, la economía podrá resistir el impacto global sin modificar los principales lineamientos del plan.

Esta semana será decisiva para las negociaciones con el FMI. En el equipo económico apuntan a cerrar el entendimiento técnico antes del fin de semana largo de Pascuas. Si se logra ese objetivo, el directorio del organismo debería reunirse en los siguientes días para aprobar formalmente el programa y habilitar el diseño inicial. Desde Estados Unidos, mientras tanto, siguen cerca la evolución del dólar en la región y el papel de China como prestamista. La Argentina, con reservas en caída y sin margen para errores, depende más que nunca del visto bueno del Fondo.