Mientras en Plaza de Mayo desembocaban cientos de micros colmados de militantes para bancar a Cristina Fernández de Kirchner, en la Casa Rosada el clima era completamente otro. Funcionarios repitiendo que no había pasado nada, que fue un día como cualquier otro, que la marcha no fue tan importante. En paralelo, Javier Milei se refugió en Olivos y no abrió la boca.

Desde temprano, el Gobierno desplegó una estrategia clara: restarle peso a la movilización. La exmandataria mandó un mensaje grabado desde su casa y después habló en vivo a quienes la esperaban con banderas, carteles y cánticos. Mientras tanto, en el entorno presidencial circulaban frases como “no fueron más de 40 mil”, y se comparaba la imagen con actos pasados, como si fuera una competencia de archivo.

El vocero Manuel Adorni eligió arrancar el día con sus temas habituales. Habló de trámites eliminados, decretos publicados y hasta de una célula de espionaje rusa desactivada. Cuando le preguntaron por la movilización, se desentendió: “Nos da lo mismo tener enfrente a ella o a otro. Ya es Cristina no”, disparó, con ironía.

En paralelo, el jefe de Gabinete Guillermo Francos se reunió con su mesa chica en Balcarce 50. Participaron Karina Milei, Santiago Caputo, Martín Menem y Eduardo “Lule” Menem, entre otros. Se habló de internas, de candidaturas, de agenda, como si en las calles no estuviera ocurriendo nada. Francos luego declaró: “El apoyo a Cristina representa solo al 25% de la sociedad”, y apuntó a que el resto “merece poder circular sin interrupciones”.

La línea oficial se mantuvo: deslegitimar la marcha y evitar confrontar de lleno. Para reforzar esa postura, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich también salió a ponerle número a la asistencia. Dijo que “como máximo hubo unas 48.000 personas”, y lo justificó con un “cálculo geométrico-matemático”.

Mientras el acto seguía su curso, la Casa Rosada funcionaba a media máquina. No se veían empleados, no circulaban funcionarios. El clima era raro, contenido. “Puertas adentro fue un día normal”, insistían. Pero en los pasillos, todos sabían que algo se había movido.

El oficialismo relativizó la movilización y lanzó críticas tras la reaparición de Cristina

Para cerrar el día, el Gobierno apostó por un último mensaje: que todo había sido una puesta en escena. Afirmaban que “no fue una marcha genuina”, que muchos habían sido “convocados por plata”, y que con el tiempo el peronismo volvería a sus internas y todo pasaría.

Este jueves, Milei volverá a la Casa Rosada para grabar una entrevista televisiva. El viernes, encabezará el acto por el Día de la Bandera, aunque no será en Rosario como marca la tradición, sino en la Ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, el ruido del martes todavía sigue rebotando.