El asalto a los tres poderes ocurrido este domingo en Brasil dejó en claro aquello que ya se había manifestado con el resultado de las elecciones del pasado 30 de octubre: el "bolsonarismo" está vivo. Incluso todavía más que antes de las elecciones. 

El triunfo de Lula Da Silva en las últimos comicios fue leído como el regreso del líder del campo popular al mando. Pero más allá de eso lo que quedó a la vista fue mucho más. La diferencia obtenida fue menos amplia de lo imaginado. Y está claro que el movimiento local en favor del expresidente se hará sentir en cuanto oportunidad haga falta.

Los seguidores del expresidente Jair Bolsonaro invadieron este domingo el Congreso, el palacio de presidencial de Planalto y la sede del Tribunal Supremo en Brasilia, tras sobrepasar los cercos de seguridad y las barreras policiales. Se trató de un ataque que hizo recordar a lo sucedido dos años atrás (casi en la misma fecha, un 6 de enero) en el Capitolio de Estados Unidos, el país que Bolsonaro eligió como refugio antes de cederle el poder a Lula y donde también vive su máximo referente internacional: Donald Trump.

Desde Florida, el expresidente brasileño rechazó en la noche de este domingo las acusaciones del mandatario Lula da Silva de que es uno de los responsables de la invasión golpista de sus seguidores. "Repudio las acusaciones, sin pruebas, que me atribuyó el actual jefe del ejecutivo de Brasil", dijo Bolsonaro, quien por primera vez reconoció, con esta declaración, a Lula como jefe del Estado.

Tras la invasión a la sede de los tres poderes del Estado en Brasilia, legisladores estadounidenses pidieron expulsar de Estados Unidos a Bolsonaro, un aliado del expresidente Trump. La diputada estadounidense, Alexandria Ocaso-Cortez, manifestó su deseo de que su país deje de brindarle refugio al expresidente brasileño, quien actualmente se encuentra en el estado de Florida. En este sentido, la funcionaria del norte comparó lo sucedido hoy por este domingo) en Brasilia con el ataque al Capitolio norteamericano que se produjo el 6 de enero de 2021, donde "el fascismo" dijo presente.

 El presidente Lula da Silva, que derrotó a Bolsonaro en unas elecciones disputadas el año pasado, anunció una intervención federal de seguridad en Brasilia que durará hasta el 31 de enero, después de que las policías de la capital se vieron inicialmente desbordadas por los invasores.

En una conferencia de prensa, Lula culpó a Bolsonaro y se quejó de la falta de seguridad en la capital, diciendo que las autoridades habían permitido que "fascistas" y "fanáticos" causaran estragos. "Estos vándalos, que podríamos llamar nazis fanáticos, estalinistas fanáticos... fascistas fanáticos, hicieron lo que nunca se ha hecho en la historia de este país", dijo Lula, que se encontraba de viaje oficial en el estado de Sao Paulo. "Todas las personas que hicieron esto serán encontradas y castigadas".

Tras los incidentes, el presidente determinó por decreto la intervención en el distrito federal de Brasilia para que las fuerzas nacionales adquieran hasta el 31 de enero las atribuciones inherentes a la seguridad, mientras abundaron críticas contra el gobernador Ibaneis Rocha, de extracción bolsonarista, que decidió echar a su secretario de Seguridad, Anderson Torres.

La invasión plantea un problema inmediato para Lula, que fue investido el 1 de enero, y ha prometido unir a una nación desgarrada por el populismo nacionalista de Bolsonaro.

Imágenes de televisión mostraron a manifestantes irrumpiendo en el Tribunal Supremo y el Congreso, donde destrozaron mobiliario. Medios locales calcularon que unas 3.000 personas participaron en los disturbios.

Bolsonaro no se siente fuera de la arena política y sus seguidores se lo hicieron saber. Incluso, son varias los analistas políticos brasileños que exponen la idea de que el Partido Liberal lanzará a la exprimera dama, Michelle Bolsonaro, para las elecciones de 2026 con el objetivo de ganar una banca como senadora. El camino parece más largo de lo que aparenta.