El Senado de Victoria Villarruel se llenó de ñoquis, culatas, milicos y parientes de genocidas
En los últimos meses hubo un recambio de personal en el Senado de la Nación. A los “villarruelines”, los jóvenes militantes que llegaron con la vicepresidenta, los reemplazaron por un sinnúmero de militares, ex agentes de inteligencia, hijos de genocidas, y familiares y amigos de Villarruel. El nuevo armador político de la trama es Mario Russo, y la mano de hierro que siembra terror en los empleados, a los que vigila y controla, es Claudio Gallardo.
En los despachos y pasillos de la presidencia del Senado de la Nación los viejos empleados viven, por estos días, en medio un torbellino de nombramientos, purgas y maniobras que mezclan aspiraciones y armados políticos, viejos romances y nuevos amores y sobre todo ello la sombra del hostigamiento y un control autoritario.
Lo que sucede en los recovecos de la Cámara Alta no es solo un cambio de nombres en la nómina: es una trama de lealtades rotas, influencias personales y un despliegue de poder que, según fuentes internas, tiene al personal al borde del colapso. En pocos meses, el entorno de la vicepresidenta se transformó en un escenario donde los “villarruelines” de la primera hora fueron desplazados, exmilitares y agentes de inteligencia tomaron los despachos, y un nuevo nombre, Mario “Pato” Russo, emergió como figura central, no solo por su cargo, sino por su presunta cercanía sentimental con Villarruel.
El cambio comenzó con una purga silenciosa. Hasta hace unos meses, un grupo de jóvenes militantes de “La Derecha Argentina”, fieles seguidores de Villarruel desde su ascenso como diputada hasta su llegada a la vicepresidencia, ocupaba puestos clave en el Senado. Eran los “villarruelines”, liderados por Juan Martín Donato, mano derecha de la vicepresidenta y exdirector de Atención Ciudadana; Emilio Viramonte Olmos, secretario administrativo; y Gaspar Bosch, director general de Comunicación Institucional. Estos nombres, que acompañaron a Villarruel en su construcción política, fueron su círculo de confianza inicial, una práctica habitual cuando un nuevo poder se instala. Pero el 16 de mayo, todo estalló: Villarruel les pidió la renuncia a Donato y Bosch, y con ellos cayó todo el armado político de los “villarruelines”. La ruptura, según fuentes cercanas, fue en malos términos, y dejó a la vicepresidenta sin su base fundacional.
No fue el único movimiento. Enrique Bergalli, exjefe de Despacho, fue relegado a subdirector general de Publicaciones, bajo las órdenes de Griselda García Ortiz, quien pasó de dirigir Asuntos Jurídicos a encabezar Publicaciones. Ambos, en la práctica, fueron degradados. Este reordenamiento coincide con la salida de otro personaje clave: Guillermo Montenegro, actual diputado y, según rumores, exnovio de Villarruel. Su partida marcó un quiebre, no solo político, sino también personal. El lugar del corazón montenegrino donde habitaba la vicepresidenta habría sido ocupado por Lilia Lemoine, una figura que, curiosamente, había denunciado por violencia al reemplazante de Montenegro en el entramado cercano a Villarruel.
Muchos señalan a un hombre como responsable de todos esos cambios y que sería el nuevo romance de la vice: Mario “Pato” Russo. Exasesor de Guillermo Moreno, Russo fue nombrado el 22 de mayo como Director General del Cuerpo de Asesores de la Presidencia del Senado, con retroactividad al 9 de mayo. Su sueldo, de 9 mil dólares mensuales, supera incluso el de un senador, un salto notable desde los mil dólares que cobraba como asesor de Moreno.
Russo, un personaje que se autoproclama peronista nacionalista de extrema derecha, con un discurso antisemita y misógino, no es un desconocido. Hace siete meses, en un encuentro virtual con Nicolás Márquez en el que los dos estaban profusamente ebrios, se desató una pelea que dejó en evidencia su temperamento. El hombre, al que le encantan las cámaras, no dudó en hacer declaraciones altisonantes, como decir que si fuese italiano sería fascista, y de ser ruso apoyaría a Stalin.
Russo habría convencido a la vicepresidenta de que el gobierno de Javier Milei está al borde del colapso y que ella debe posicionarse como una figura expectante, lista para asumir la presidencia si el escenario cambia. Se jacta de haber acuñado el término “casta” y de haber persuadido a Milei para elegir a Villarruel como compañera de fórmula en 2021. Su influencia, sin embargo, va más allá: junto a Claudia Rucci, busca posicionar a Villarruel en la provincia de Buenos Aires, debilitando al gobierno y generando fricciones en el peronismo a través de Moreno.
Pero Russo no es el único que marca el pulso del Senado.
Claudio Gallardo y sus métodos de la dictadura en el mayor símbolo de la democracia
Claudio Gallardo, un exmilitar ligado a la inteligencia militar que trabajó con César Milani, opera como una sombra temida. Aunque no tiene un nombramiento oficial, actúa como Director General de Seguridad y se mueve con autoridad absoluta. Su oficina, contigua a la presidencia, está equipada con cámaras que monitorean los despachos, y registra quién entra y quién sale de cada uno, luego intenta averiguar por qués y para qués entre los empleados.
A Gallardo, lo acompaña un equipo de exmilitares integrado por Juan Manuel Gestoso Presas, Jorge Vives y Carlos Olivelli, todos con antecedentes en inteligencia, que impone un clima de terror. Los empleados son sometidos a “careos” para extraer información, mientras los choferes de los senadores deben reportar destinos, reuniones y hasta conversaciones telefónicas que mantienen los funcionarios. Gestoso Presas, por ejemplo, estuvo procesado por intentar destruir libros de nacimientos en el Hospital Militar de Salta, y Vives, involucrado en la causa de Marcelo D’Alessio, suma al expediente de este grupo.
Cuando ven algo que les resulta sospechoso de acuerdo a sus parámetros, convocan al empleado que circunstancialmente pusieron bajo la lupa al despacho de Gallardo, lo sientan en una silla, y a pocos centímetros de distancia Gallardo actúa como “policía bueno” y Olivelli cumple el rol del “malo”. Un viejo método que remite a tiempos oscuros del país que parecen añorar.
Gallardo, según fuentes, también habría tenido un vínculo sentimental con Villarruel, y su lealtad parece guiada por un afán de congraciarse con ella, a pesar de haber intentado disuadirla de sumarse a la fórmula con Milei.
El que custodia la legalidad en el Senado es Jorge Martin Ferraro
Es el Director General de Asuntos Jurídicos y también parte del mismo equipo que rodea a Victoria Villarruel. Trabajó en la Procuración del Tesoro de la Nación durante la presidencia de Alberto Fernández y luego en la Superintendencia de Riesgos del Trabajo.
De ahí lo despidieron en 2023 con una sanción disciplinaria por una auditoría interna: distribuyó juicios de multas de forma arbitraria para cobrar altos honorarios, dejó vencer los expedientes y causó gastos al estado. Ferraro, que hace casi dos años era señalado como como funcionario corrupto, hoy vela por el cuidado jurídico del Senado, controla las contrataciones directas y las licitaciones; algo que va en contra del Estatuto y Escalafón para el personal del Congreso de la Nación que, por sus antecedentes, debería habérsele negado el ingreso.
Nombramientos poco claros
El Senado, bajo esta gestión, se llenó de nombramientos cuestionables. Alejandra Figini, directora general de Recursos Humanos, combina su cargo con su consultora privada, Alfa, que precisamente recluta empleados para el Senado, y con esta dualidad se infringe la Ley de Ética Pública. Con un sueldo de 6 millones de pesos, Figini aparece solo tres días por semana, mientras gestiona 900 empleados muchos de los cuales seleccionó con su consultora, y cobró por ello.
María Eugenia Tasende es íntima amiga de la vice desde la adolescencia. Es contadora y hasta hace poco no solo no tenía trabajo sino que cobraba un plan social. Gracias a la llegada de su amiga al Senado, ahora dirige Auditoría y coordina granjas de trolls en redes sociales. Su hija, ahijada de bautismo de Victoria Villarruel y que lleva su mismo nombre, Victoria Tasende, también tiene un cargo de secretaria en el Senado. Francisca Gallo, es otra ahijada de bautismo de la presidenta del Senado, y refuerza la percepción de un Senado donde los lazos personales pesan más que las credenciales.
Otro nombramiento es el de Otto Anchezar como Sub director de infraestructuras tecnológicas. Su esposa Ida Tejeda también fue nombrada en la Dirección Nacional de Auditoría con un sueldo de un millón seiscientos mil pesos, sin que haya pisado jamás esa repartición porque, simplemente, no tiene funciones, y se justifica porque tienen cinco hijos que son, también, ahijados de bautismo de Victoria Villarruel.
Contrataciones millonarias y nombramientos en comisiones fantasma
Dos contrataciones directas con la Policía Federal, por 1.065 millones y 261 millones de pesos, financian servicios de custodia adicionales, mientras un seguro automotor de 167 millones se suma a la lista. Estas contrataciones de personal policial es por fuera del equipo de custodia de la vicepresidenta y que no solo cubre sus espaldas sino las de su madre y su hermana. Como a Russo le pareció poco y consideró que la vicepresidenta corre serio peligro de vida (por la misma razón el asesor estrella, todos los viernes, la lleva a practicar tiro al blanco), junto a ella decidió que era preciso tener personal policial adicional, que por supuesto se paga también con recursos del estado.
En paralelo, se designan cargos en comisiones inactivas, como por ejemplo a Juan Francisco Ramos Mejía como Secretario Técnico Administrativo, con un salario de dos millones y medio de pesos; y a Martín Miguel Badr como Subdirector de Administración en la inexistente Comisión Bicameral Permanente de Promoción y Seguimiento de la Comunicación Audiovisual, las Tecnologías de las Telecomunicaciones y la Digitalización. Sergio Reno, paralelamente, tiene un contrato que se desprende del Observatorio de Derechos Humanos del Senado pero es para gestionar CELTYV, la Asociación Civil creada por Victoria Villarruel.
En estos días hay en trámite administrativo 25 altas. Se pidió la designación del Secretario Técnico y del Subdirector de Administración de una comisión que no funciona hace 5 años. El último proyecto ingresado es del 22 de Julio de 2020, hoy la Comisión no tiene integrantes ni está pensado conformarla, pero se están nombrando integrantes.
Gloria Wasiukievich es funcionaria desde el 1 de febrero de 2025 y cobra más de un millón y medio de pesos. No cumple ninguna función y nadie la vio jamás en el Senado, lo único que se sabe es que es amiga de Russo; del mismo modo Victoria Ruiz, desde la misma fecha, con el mismo sueldo, y que también goza de la amistad del nuevo hombre fuerte.
El monto de los contratos y nombramientos en comisiones sin funciones supera los $12.000.000.
Si sos hijo de un represor, tenés un carguito!
Existe un chiste interno de que para laburar y ascender con Victoria Villarruel tenés que ser hijo de un represor. Quienes tienen nombramientos:
Marcelo Cinto Courteaux, hijo de Marcelo Cinto Courteaux padre. Condenado y preso por delitos de lesa humanidad. Es Director General de Relaciones con las Provincias. Dolores Binotti, hija de Julio Binotti. Es Sub Directora de sumarios en la DG de Jurídicos. Guadalupe Jones Tamayo, es secretaria de máxima confianza de Victoria Villarruel. Tiene categoría A1, salario mayor a los dos y medio millones de pesos.
El Senado de Villarruel no es solo un espacio de poder político: es un tablero donde se cruzan intereses, pasiones y métodos que recuerdan épocas oscuras. Los empleados, vigilados y atemorizados, trabajan bajo la sombra de exmilitares y agentes de inteligencia. Los nombramientos, marcados por el nepotismo y las lealtades personales, alimentan un sistema que, lejos de la transparencia, parece diseñado para consolidar el control de una vicepresidenta que, entre romances y conspiraciones, se mueve como una reina en un juego de ajedrez donde todos los peones tiemblan.