"Nosotros esperábamos que esto pudiera suceder porque muchas empresas se desprende títulos para cumplir obligaciones y creo que la cosa se va a ir acomodando, seguimos de cerca el tema y estamos listos para intervenir", dijo el presidente Alberto Fernández desde EEUU sobre la caída de bonos argentinos que puso en vilo al mercado financiero y agito rumores de reperfilamiento en la city porteña la semana que pasó.

El jueves los bonos soberanos argentinos  sufrieron un cachetazo en su cotización que los dejó al borde el KO una vez más. En una corrida que comenzó con un retiro de $ 35.000 millones o U$S 160 millones que realizó un organismo del Estado de los fondos Carlos Pellegrini, operado desde el Banco Nación. El BNA desmintió que se hayan desprendido 9 mil millones de pesos en bonos CER para fondear a la empresa estatal Energía Argentina para comprar GNL y abastecer el mercado local de gas.

Desde el gobierno explican que el Carlos Pellegrini es un fondo que está invertido en un 80% en Ledes y no tiene papeles CER, por lo que lo ocurrido es más una operación mediática que financiera.

Pero lo cierto es que  los bonos en pesos que ajustan por inflación siguen siendo una gran oportunidad: tienen una tasa de retorno negativa del 2% a tener una tasa de retorno positiva del 15% anual en promedio. El caso emblemático es el bono del Tesoro ajustado por inflación con vencimiento en marzo del año 2023: se vende hoy a $ 220 y al 25 de marzo de 2023, cobrarías $ 245,16 más la inflación corrida, pagando más del  17% de tasa de retorno. Extraño entonces, dicen en las mesas, que los grandes inversores no hayan visto estos beneficios. 

Es en ese contexto que muchos esperan que por la crisis de los bonos ajustados por CER muchos ahorristas usan hacia el dólar billete recalentado el blue en las próximas jornadas.

En rigor de verdad, lo que más preocupa al gobierno es la cotización de los bonos en dólares, que al hundirse con el CER dinamitaron otra vez el riesgo país. El AL30 vale U$S 24 y el AE38 U$S 30, lo que marca que los operadores creen que Argentina va a una reestructuración de la deuda pública, ya sea que el FDT continúe en el poder o qué JXC gane las elecciones en 2023. El reperfilamiento que hizo de su propia deuda en pesos el gobierno de Cambiemos en 2019 es oído por los analistas como la crónica de un default anunciado.

Pero la clave de toda esta corrida acaso no sea un problema interno con la importación de energía o entre el albertismo y el kirchnerismo, sino los informes que informalmente da el FMI a los mercados.

Los economistas que asesoran al organismo multilateral señalan que este año el país tendría un déficit fiscal del 4,3% del PBI, unos U$S 21.000 millones. En un mundo en guerra y con flujo de dólares negativos, a lo que se le suman reservas internacionales casi en rojo en el BCRA. Y aunque no lo dicen a boca de jarro, muchos de los economistas a sueldo que trabajan en el país para el Fondo, afirman que Argentina no podrá pagar la deuda y que va a la reestructuración o el default. 

De hecho uno de los requerimientos del fondo era que el país cambiará su perfil de stock de deuda, y que pasará de tener un 70% en dólares y 30% en pesos a 70% en pesos y 30% en dólares. Pero el stock de deuda de la Tesorería asciende a U$S 371.783 millones, dónde U$S 43.347 millones es deuda en pesos (12% del total) mientras que el 88% restante es deuda en en moneda extranjera o indexada. Dicen los analistas en Washington que a la Argentina ya no le sirve una devaluación del peso para licuar la deuda, y que como sendero sostenible sólo pueden tener superávit fiscal. Sostienen que como la deuda en pesos ajustada por inflación suma U$S 73.231 millones, es cada vez más difícil pagarla. Otra cosa es el stock de deuda en dólares de U$S 255.205 millones, que está reestructurada y en manos del Fondo.

Acaso una evidente demostración de que el fuego amigo no proviene desde dentro del Frente de Todos, sino de las propias usinas de información del Fondo Monetario. Porque después de todo el FMI nunca ha tenido amigos, sino sólo intereses.