Si Mauricio Macri tuviera el poder de volver el tiempo atrás, Horacio Rosatti nunca hubiera llegado a la presidencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. En el libro que sacó este año, el ex mandatario lo deja bien claro. “Me arrepiento de haber cambiado a (Domingo) Sesín por Rosatti. Rosatti terminó fallando sistemáticamente en contra de las reformas y la modernización que impulsamos, favoreciendo así el statu quo populista”, marcó Macri.

Sesín es integrante del Tribunal Superior de Justicia y era uno de los que Mauricio quería en el cuarto piso del palacio junto a Carlos Rosenkrantz. Curiosamente, Cristina Fernández de Kirchner había propuesto a fines de su mandato para llegar a la Corte a Sesín, algo que no se pudo siquiera cristalizar. “Cuando circulamos los nombres de ambos candidatos entre los miembros de la coalición, para obtener su aprobación y apoyo, Rosenkrantz fue aceptado unánimemente. Sesín, sin embargo, fue cuestionado por algunos dirigentes importantes de Cambiemos, y se llegó a un acuerdo para nominar en su lugar a Horacio Rosatti”, contó Macri. Si bien no lo dijo, la objeción llegó del lado de Lilita Carrió, a quién le reprochó después por el error cometido.

Rosatti y Rosenkrantz pasaron de manera holgada la instancia del Senado, a pesar del affaire de la llegada por decreto que había intentado apenas asumió el gobierno de Cambiemos. Con los dos tercios de los senadores presentes, ambos tenían perfiles totalmente distintos. Rosenkrantz es un académico, un abogado que se dedicó a defender a grandes corporaciones y con un respaldo claro del famoso “círculo rojo”.

Rosatti tuvo un recorrido distinto: fue convencional constituyente en 1994, fue intendente de la ciudad de Santa Fe al año siguiente y hasta 1999 y fue ministro de Justicia durante un año en la presidencia de Néstor Kirchner. Su roce y contacto con la política, más allá de su rol como abogado, se plasmaron en sus resoluciones, donde se evidencia también un interés sobre lo federal.

“El político siempre se queja de que el juez frena el cambio y el juez dice que no se puede hacer cualquier cosa. El político es un pintor de brocha gorda, el juez es un fileteador, le queda la interpretación de la ley. Muchas veces el juez interviene porque el político no ha actuado. Cuando el problema llega acá y nosotros tenemos que resolverlo, ha pasado varias instancias judiciales antes porque hay un conflicto que desde los poderes representativos no pudo ser resuelto. Está mal que lo que tiene que hacer el político, lo haga el juez. El juez es muy mal político en general”, le contestó Rosatti a Diego Genoud en su libro “El Peronismo de Cristina”.

Justamente desde ese lado, observan a Rosatti con bastante desconfianza. El kirchnerismo duro jamás le perdonó que aceptara el nombramiento por decreto y le desconfía profundamente, en especial porque lo acusan de “jugar” con Clarín. 

Se dice que los jueces no son políticos, pero, ¡cómo no van a ser políticos!, son políticos les guste o no. A lo sumo, les va a pasar lo que al cangrejo, que es crustáceo, pero no lo sabe”, decía hace muchos años Enrique Petracchi, uno de los integrantes más prestigiosos que tuvo la Corte. “Si el juez es un buen juez debe tener olfato político en un sentido elevado”, determinaba Petracchi, uno de los más férreos enemigos de la mayoría automática menemista.

Rosatti tendrá la tarea de presidir una Corte que muchas veces tiene guerras y fricciones internas que atraviesan el Palacio de Tribunales. Sabe que, luego de la oposición que atravesó Rosenkrantz y que lo vació de poder, el rol de presidente no es el mismo que manejaba Lorenzetti, con el que tiene una relación no muy positiva a pesar de que conformaron mayorías en muchos casos. Será el interlocutor oficial en el diálogo con el Gobierno: nada espurio, solo las conversaciones habituales entre las cabezas de dos poderes que conviven dentro de la república. Hay varios que señalan que su relación con Alberto Fernández nunca fue muy buena y recuerdan que se fue del gobierno de Néstor después de varios enfrentamientos.

“No coincidía (con el kirchnerismo) en la forma del relacionamiento político. He trabajado, conocido a políticos de primer nivel; algunos buscan el consenso denodadamente, otros buscan oponiéndose o, por contraste, reforzar la propia identidad. Tiendo a comulgar más con los primeros que con los segundos, sobre todo si el combate no se libra solamente en términos políticos, sino que se proyecta a otros ámbitos. En los medios de comunicación se vio con más claridad que en cualquier otro lugar”, dijo hace cinco años en una entrevista que dio apenas llegó al Máximo Tribunal.

En los próximos años, la Corte atravesará sí o sí una transición. Si se aparta del análisis a Elena Highton de Nolasco, que ya sobrepasó la barrera de los 75 pero tiene un fallo que le permite permanecer en su puesto, los 71 años de Juan Carlos Maqueda, los 66 de Ricardo Lorenzetti y los 65 del propio Rosatti evidencian una situación de recambio que comenzará dentro de poco. Rosenkrantz, el más joven: ’solo’ tiene 62 años.

Creo que la Corte va a transitar el camino de un poder moderador, de no interferir en las decisiones que tomen los representantes del pueblo, salvo que haya alguna inconstitucionalidad”, marcó Rosatti hace cinco años, cuando aún no se vislumbraba su llegada a la presidencia. Ahora, es su momento de comandar un Tribunal del que siempre se espera más.