La nueva Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires está lejos de ser una garantía para el jefe de Gobierno. Con el PRO debilitado, un peronismo que se consolida como primera minoría y un bloque libertario que pega un salto significativo, el tablero legislativo quedó más fragmentado que nunca, y Jorge Macri va a tener que salir a negociar cada proyecto que quiera empujar, incluso los impulsados por su propio Ejecutivo.

Los resultados de las elecciones del domingo dejaron en evidencia una tendencia que se venía gestando: el bloque de La Libertad Avanza fue el que más creció, con 11 bancas nuevas (ponía en juego 7), lo que le permitió llegar a 13 escaños si se suman las dos que no se renuevan este año. Un salto que los coloca como tercera fuerza, pero con mucho más peso en la cancha que antes. “Habrá más fragmentación, pero será beneficioso. El PRO se verá obligado a discutir los proyectos, no como antes, que con mayoría propia sacaban lo que querían”, advirtieron desde el bloque libertario.

El peronismo, por su parte, también salió fortalecido a pesar de una caída en su caudal de votos. Sacó menos que en 2021 y 2023, pero la baja participación terminó jugando a su favor: metió 10 bancas (jugaba 8) y quedó con un bloque de 20 diputados, transformándose en la primera minoría del recinto. Desde su entorno lo interpretan como un voto de resistencia frente a las políticas porteñas, y creen que podrán “marcar la cancha más que nunca” en lo que resta de la gestión de Macri.

Para el PRO, el panorama es más sombrío. La elección fue un cachetazo en números y también en representación. Solo consiguieron 5 bancas nuevas, y llegarán a 10 con las que no se renuevan. Pero hay algo que los golpea todavía más: el caudal de votos cayó de más de 890 mil en elecciones anteriores a menos de 260 mil. “Jorge Macri queda debilitado, sí o sí va a tener que sentarse a acordar”, señalaron desde la Coalición Cívica, que también buscará jugar su juego en un escenario más atomizado.

Todo esto ocurre en un contexto donde la Legislatura viene funcionando a media máquina. En lo que va del año, solo hubo dos sesiones: una para suspender las PASO y otra para abrir el período ordinario, del que no surgió ninguna actividad relevante. Desde adentro aseguran que “las comisiones trabajaron”, pero lo cierto es que hay muchos proyectos pendientes, varios de ellos claves para el Gobierno porteño.

Entre junio y julio podrían retomarse las sesiones y hay en carpeta temas como una nueva moratoria impositiva, la eximición de Ingresos Brutos para oficios, penas más duras contra trapitos, la creación de un sistema penitenciario porteño y hasta un endeudamiento en dólares para comprar vagones de subte. Y todavía falta aprobar el Presupuesto 2026 antes de fin de año, que debe ser sancionado con la actual composición legislativa.

Para que cualquiera de esas iniciativas avance, hacen falta al menos 31 votos afirmativos. Pero ningún bloque los tiene por sí solo, y ni siquiera una alianza entre dos sectores mayoritarios alcanza para lograrlo sin sentarse a negociar con otros espacios. Con tensiones políticas evidentes y un clima más agitado que de costumbre, todo indica que la rosca será la moneda corriente en los próximos meses si el Ejecutivo quiere sacar algo del freezer legislativo.

De acá a diciembre, el oficialismo necesita apoyos para avanzar en al menos seis proyectos clave, todos con alto impacto político o presupuestario. Las negociaciones prometen ser duras en un recinto cada vez más fragmentado y con un calendario electoral nacional que volverá a patear el tablero político porteño.