El presidente de la nación se enfrenta a múltiples desafíos de manera constante. Muchos de ellos vienen con la descripción del puesto, algunos por las particularidades de nuestro país y muchos otros fueron potenciados y acrecentados por una pandemia que tomó por sorpresa al mundo entero. De todas maneras, en este análisis me gustaría remitirme a solo dos de ellos: los sentimientos de la opinión pública y las tensiones propias de la coalición de gobierno. 

En primer término, si tuviésemos que resumir el estado de la ciudadanía en la actualidad podríamos graficarlo de manera cabal mediante la mirada de dos ejes, el pesimismo y la desconfianza. La consultora Isonomía, que recolecta información de manera sistemática, realiza dos preguntas que explican este proceso. Por un lado, el análisis presente: ¿Cómo cree que está el país hoy respecto a un año atrás? En el mes de marzo, el 26% creía que el país estaba peor que hace un año; en julio ese número ascendió a 46%; en octubre llegó a 63%. Por otro lado, el futuro: cómo cree que estará el país dentro de un año? En marzo, el 16% era pesimista sobre el futuro; en julio el 38%; en octubre el 44%. 

Esta negatividad presente y futura en realidad encuentran una gran explicación en el pasado. La desconfianza creciente se refleja en la imposibilidad de quebrar con la dinámica constante de nuestro país en donde los mismos temas nos rodean desde hace decenas de años. Moneda propia sin valor, disparada del precio del dólar, intentos fallidos de controlarlo, crecimiento de la inflación, ¿devaluación? y vuelta a empezar. Una película muy conocida por demasiadas generaciones de argentinos que no hacen más que ser testigos principales de como se va deteriorando su calidad de vida y sus ahorros (si es que tienen). 

En segundo término, se hacen cada vez más evidentes y preocupantes las diferencias entre el presidente y la vicepresidenta. Luego de la proliferación en redes sociales de la carta de Cristina Kirchner por los diez años de la muerte de Néstor Kirchner se dispararon las dudas sobre los alcances del liderazgo presidencial. Del mismo modo, los últimos movimientos de Cristina Fernández de Kirchner no hicieron más que convalidar esas dudas, fundamentalmente dentro del famoso “círculo rojo”, en donde se manifiestan los formadores de opinión, empresarios y el sector financiero internacional y nacional. Puede gustar o no, pero muchas veces las decisiones de inversión se toman en función del termómetro de estos actores. 

Los mensajes siguen siendo absolutamente confusos. La vicepresidenta se reúne en privado con Martín Redrado, ex presidente del Banco Central y uno de quienes testificaron contra ella en la causa sobre dólar futuro (testimonio que fue uno de los fundamentos utilizados por el ex juez Bonadio para su procesamiento). El bloque oficialista de senadores nacionales envía una carta al Fondo Monetario Internacional en medio de las negociaciones por la renegociación. Máximo Kirchner y Carlos Heller presentan un proyecto para grabar a las grandes fortunas. El diálogo con la oposición no termina de prosperar. Las acciones de política exterior no tienen un hilo conductor.

En momentos de enorme incertidumbre como los que presenta la pandemia actual, estas acciones desincronizadas no hacen más que sumar inseguridades, haciendo cada vez más difícil la tarea del ministro Martín Guzmán de encontrar un acuerdo que permita comenzar a diagramar una salida de este proceso recesivo que impacta, sobre todo, en el bolsillo y en el humor de la sociedad.