Manuel Adorni tantea un atajo legal para no soltar el micrófono ni la banca porteña
Aunque la Constitución de la Ciudad es clara, el vocero presidencial explora interpretaciones forzadas para poder quedarse con los dos cargos. En Casa Rosada ya hubo reuniones con juristas y se especula con que su candidatura fue más que testimonial. La campaña se enfría y crecen las dudas en LLA.
La candidatura de Manuel Adorni como legislador porteño por La Libertad Avanza (LLA) parecía en un principio una jugada simbólica, una forma de poner una cara conocida en las boletas sin que eso significara su salida del Gobierno. Sin embargo, con el correr de las semanas, esa presunción se empezó a desdibujar. En los pasillos de la Casa Rosada se encendieron las alarmas cuando el propio Adorni comenzó a tantear la posibilidad de ejercer simultáneamente dos cargos públicos: su actual función como vocero presidencial y una eventual banca en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.
El problema es que la Constitución porteña es taxativa. En su artículo 73, establece con claridad: “La función de diputado es incompatible con: El ejercicio de cualquier empleo o función pública nacional, provincial, municipal o de la Ciudad, salvo la investigación en organismos estatales y la docencia”. A pesar de eso, en el entorno libertario buscan algún resquicio legal que le permita sostener ambos puestos. Para eso, Adorni ya recibió a juristas en la sede del Ejecutivo con el objetivo de forzar una interpretación que le sea funcional.
La jugada es riesgosa, pero también revela el lugar que ocupa hoy Adorni en el esquema de Milei. Lejos de ser un mero portavoz, es el encargado de traducir en palabras las decisiones del Presidente, muchas veces polémicas o impopulares. Por eso, su candidatura surgirá incluso dentro del oficialismo, y más aún el giro reciente: “En caso de ser electo, voy a dar un paso al costado y me enfocaré en la Legislatura porteña a partir del 10 de diciembre”, declaró hace poco. Sin embargo, los movimientos en su despacho y el calendario de campaña dicen otra cosa.
Desde hace semanas, la oficina de Adorni dejó de ser solo un espacio institucional. Por allí desfilaron figuras clave del espacio libertario como Pilar Ramírez, jefa del bloque en la Legislatura, y las conferencias de prensa en Casa Rosada, otras diarias, pasaron a ser esporádicas. La última fue el 3 de abril. Esa falta de continuidad fue una de las razones por las que desde la oposición exigieron su renuncia, acusándolo de usar un cargo público con multas electorales.
Mientras tanto, la campaña porteña no termina de despegar. Leandro Santoro, candidato del peronismo, sigue liderando las encuestas y la tan mentada polarización que imaginaba LLA no se concretó. En cambio, el escenario muestra una disputa feroz con el PRO por el segundo lugar. En ese contexto, Javier Milei decidió salir a reforzar la campaña ya vincularla directamente con su figura: “Adorni es Milei” fue el eslogan elegido. Habían planeado una recorrida juntos por la Ciudad, pero la muerte del papá Francisco obligó a suspender la gira.
El freno por el duelo cayó como un balde de agua fría para los libertarios, que ven cómo se achica el margen para remontar. En ese marco, Adorni blanqueó que “perder por poco sería un resultado excelente”, frase que dejó flotando la idea de que el objetivo no es tanto ganar como instalarse. Pero si la banca no se gana o si se gana pero él no puede asumir sin dejar el Gobierno, ¿cuál es el sentido de toda esta jugada?
Por ahora, el futuro de Adorni está atado tanto a la voluntad política de forzar una lectura constitucional como a los números de las encuestas. En diciembre, si se consuma su elección, deberá elegir entre seguir siendo el rostro visible del Gobierno o sumarse al parlamento porteño. Salvo que, para entonces, hayan encontrado un artilugio legal que le permita hacer malabares entre los dos escritorios.
La Constitución porteña se reformó en 1996 y desde entonces establece con claridad las incompatibilidades de los cargos legislativos. A diferencia de otras provincias, la Ciudad solo permite excepciones a la incompatibilidad en casos específicos como la docencia o tareas de investigación. No existen precedentes de funcionarios nacionales en funciones que hayan ocupado una banca legislativa porteña sin renunciar.