El encuentro entre China y la Celac en Beijing reunió a líderes latinoamericanos clave en un escenario marcado por la tensión geopolítica global. Pero Javier Milei, que había prometido su participación tras la renovación del swap con el gigante asiático, fue uno de los grandes ausentes. En su lugar, Argentina mandó a dos funcionarios sin peso político: el vicecanciller Eduardo Bustamante y el jefe de gabinete de la Cancillería, Ricardo Lachterman.

En contraste, varios mandatarios de la región se hicieron presentes pese a la distancia y la agenda ajustada. Luiz Inácio Lula da Silva aterrizó directamente desde Rusia tras su reunión con Vladimir Putin, Gabriel Boric llegó desde Japón, y Gustavo Petro, como co-organizador, participó activamente de la apertura. La cumbre tiene un peso estratégico importante para Xi Jinping, que la considera parte de su contraofensiva ante el dominio comercial de Estados Unidos en el continente.

La excusa oficial no tardó en llegar. “Está previsto que el Presidente viaje a China, pero más adelante”, dijo el vocero Manuel Adorni, desmintiendo que Milei haya incumplido una promesa. Sin embargo, en una entrevista que le hizo Susana Giménez el 30 de septiembre, el propio mandatario afirmó que viajaría a China “en enero” para participar del foro. El evento fue postergado, pero el viaje nunca ocurrió.

Desde Cancillería repiten que la decisión de mandar una delegación de segundo orden “no implica un desprecio”, pero diplomáticos retirados aseguran que para Beijing no alcanza. “China quiere que Milei viaje. Lo de mandar funcionarios no sirve para contentar a Xi”, explicó una fuente que sigue de cerca los vínculos bilaterales. El trasfondo geopolítico pesa: el Gobierno argentino está concentrado en afianzar su vínculo con la administración Trump, con quien se negocia un acuerdo basado en exenciones arancelarias, vía Luis María Kreckler, actual secretario de Relaciones Económicas Internacionales.

En ese marco, la presencia de Milei en Beijing hubiese sido incómoda. No sólo por la presión estadounidense, sino también porque el almuerzo de Xi Jinping reunió a mandatarios aliados como Venezuela, Cuba, Honduras y Nicaragua, a quienes Milei ha criticado duramente. Además, Brasil y Colombia fortalecen sus lazos con China: el primero como miembro del BRICS y el segundo tras sumarse a la iniciativa de la Franja y la Ruta.

Desde la oposición recordaron que la Casa Blanca, bajo liderazgo republicano, presiona desde hace tiempo para que Argentina abandone el swap de monedas con China, mecanismo que fue clave para fortalecer reservas del Banco Central durante momentos críticos del Gobierno libertario. Incluso Mauricio Claver-Carone, ex asesor de Trump para América Latina, había advertido que “ningún acuerdo con el FMI debía prolongar esa línea de crédito con China”. Beijing no se quedó callado: desde su cancillería aseguraron que “el swap de divisas con Argentina contribuye a la estabilidad económica y financiera del país”.

Pese a las tensiones, el swap fue renovado y permitió destrabar un crédito del FMI por US$ 20.000 millones, anunciado oficialmente el pasado 11 de abril. Mientras tanto, en Beijing se espera que la cumbre concluya con compromisos conjuntos sobre paz y cooperación, además del despliegue de un paquete financiero por US$ 9200 millones para países latinoamericanos y caribeños, del cual Argentina forma parte, aunque esta vez con una silla menos visible.