La pandemia afectó, naturalmente, a todos los países del mundo. No obstante, hay países en donde el golpe en la economía fue de mayor magnitud, mientras que otras naciones estuvieron mejor preparadas para afrontarla. Lamentablemente, Argentina se encuentra en el primer grupo. No hay que olvidarse que venimos de una crisis previa que arrancó en 2018, por lo que veníamos mal parados desde el vamos. No es una novedad, ya que, luego de tantos años de postergar indefinidamente las reformas estructurales, es lógico que una pandemia nos agarre en una crisis.

Nadie sabe cuándo va a ser la próxima crisis mundial, ya sea por una pandemia o por cualquier otra razón. Sin embargo, es lógico pensar que nos encontrará, otra vez, atravesando una crisis. Es simple, si un país está continuamente en crisis, el día que ocurra una pandemia, le costará mucho más enfrentar el colapso mundial.

Por esta razón, es que siempre sufrimos caídas de nuestro PBI superiores a las de nuestros países vecinos de la región. Por ejemplo, en el 2020, Brasil cayó “solamente” un 4,1%, mientras que Argentina lo hizo en un 10%. Sin embargo, esto no es algo que sucedió en la pandemia solamente. Un informe de la Fundación Libertad y Progreso señala que Argentina es el país con mayor cantidad de caídas del PBI superiores al 4% en los últimos 60 años. Sufrimos en total 9 caídas, por encima de todos nuestros vecinos: Perú (5), Chile (5), Uruguay, México (3), Brasil, Bolivia, Colombia y Ecuador con dos caídas, mientras que Paraguay no tuvo ninguna caída de tal magnitud y en 2020 caería apenas un 1%, recuperando el nivel prepandemia en 2021.

¿Cuáles fueron las caídas más relevantes?

En 1963 la Argentina había caído un 5,3%. Más precisamente, después de 1961 en el que el clima social comenzó a encrudecerse, con huelgas sociales; el incremento de precios con un empeoramiento de los términos de intercambios que perjudicó el sector agropecuario; el fracaso de la cosecha; y, la caída de la inversión bruta fija que afectó al sector industrial. En 1962 el gobierno del doctor Guido decidió una importante devaluación que junto con la escasa capacidad de poder hacer cumplir los compromisos de corto plazo con proveedores; provocó que muchas empresas quebraran.

En 1981 la Argentina cayó un 5,2%. La liberación de tasas llevó a un endeudamiento creciente de las empresas que habían estado acostumbradas a tasas negativas ya que, con la creciente inflación, se licuaban sus pasivos. Así, muchas empresas no pudieron pagar sus deudas y dejaban que se acumularan sus intereses sobre sus obligaciones impagas. En tanto, desde los bancos intentaban captar más ahorro con tasas de interés más alta para poder seguir pagando a sus depositantes. Por lo que la situación se volvió insostenible. El Banco Central debió afrontar la crisis bancaria con más emisión; mayores devaluaciones e incremento de precios de tres dígitos.

En 1985 la Argentina cayó 5,2%. En diciembre de 1984 al no cumplirse con las metas fiscales y monetarias comprometidas, el FMI negó el desembolso de la cuota de febrero de 1985. Se incurrió en una serie de devaluaciones para aumentar las exportaciones y se decidió que los salarios de los privados se ajustaran solo un 90% a la variación de precios. La inflación se aceleró fuertemente.

En 1989 la Argentina cae 7,2%. A principios de año se buscó un acuerdo entre sindicatos y empresarios para evitar el aumento de precios y salarios. No obstante, el déficit fiscal se incrementó, lo que agravó la crisis de confianza en el gobierno; lo que provocó una salida de capitales, devaluación y aceleración de la inflación.

En 2002 la Argentina experimenta una de sus mayores caídas de la historia. Una crisis de confianza y salida de capitales que se agudizó desde 2001; se generó una corrida cambiaria y el “Corralito” no hizo más que enfurecer el clima social. En 2002, Duhalde pone fin a Ley de Convertibilidad, seguida de una devaluación y aceleración de la inflación.

Como vemos, una noticia que fue primicia en Brasil- una caída de más del 4%- para nosotros no fue nueva. Es más, a lo largo de nuestra historia hemos sufrido las malas decisiones que se han tomado desde la política en el que se priorizaron ciertos intereses particulares por sobre el futuro de todos los argentinos. Es hora de que comencemos a replantearnos cuál el camino recorrido hasta ahora y el devenir que nos espera si seguimos por la misma vía.

El cortoplacismo que reina en la política económica argentina termina provocando la procrastinación de los deberes que tenemos pendiente hace rato. Este año, las elecciones son la causa que justifica cualquier postergación de ajuste macroeconómico, sin importar el costo económico que eso implica para todos los argentinos. En definitiva, pan para hoy, hambre para mañana.