El panorama del Río Paraná sigue agravándose, situación que no se revertirá en los próximos meses, pero podría estabilizarse para fin de año. Es la bajante hídrica más importante en los últimos 77 años. Desde el inicio, se ha incrementado de manera sustancial la cantidad de varaduras registradas, debido a las dificultades para navegar con seguridad y poder llegar a los puertos de las provincias afectadas, señalan desde el Instituto Nacional del Agua (INA).

“Los niveles de agua que obligarán a pensar medidas en torno del abastecimiento y calidad del agua potable, la navegación y operaciones de puerto, el ecosistema y la generación de energía hidroeléctrica”, señalan desde el INA.

De acuerdo a un relevamiento realizado por el INA prevalece una tendencia descendente de aguas, que “durará tres meses, en todas las secciones del río Paraná”. “El pico inferior de la bajante se espera para noviembre de este año. En las últimas semanas llovió más de lo previsto en Brasil, por lo que se estima que a principios del año que viene la situación podría comenzar a revertirse, siempre y cuando se mantenga esa tendencia. Mientras tanto, la crisis no se irá”, estiman.

Según los datos del INA toda la Cuenca, que abarca un total de 3 millones de kilómetros cuadrados, se ve afectada, al registrarse lluvias muy por debajo de lo normal desde hace por lo menos dos años. “La situación se agravó este año, cuando el río marcó una profundidad de -0,45 metro frente a la ciudad de Paraná, con registros similares en Diamante (-0,20 m), Victoria (-1,00 m) y La Paz (-0,24 m), lo cual lo mantiene muy lejos de su “Nivel de Aguas Bajas” (2,30 metros) y de su altura promedio en julio (3,10 metros) en Paraná”, advierten desde el INA.

Además, el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) estima las precipitaciones se mantendrán con niveles inferiores a los normales en el sur y norte del Litoral al tiempo que se incrementan las probabilidades de precipitaciones superiores a lo normal en las nacientes del río Paraná.

Voceros de la Bolsa de Comercio de Rosario, afirman que “la bajante del río Paraná representaría un costo cercano a los US$ 315 millones en seis meses para el complejo agroindustrial exportador y los productores agropecuarios argentinos”.

"El sistema de alerta hidrológico de la cuenca del Plata, en los 38 años que tiene, nunca ha tenido una bajante medianamente significativa o medianamente persistente, por eso es que es un desafío en esta oportunidad", aseguró días atrás el subgerente de Sistemas de Información y Alerta Hidrológico del Instituto Nacional del Agua (INA), Juan Borús.

“La lluvia que hace caudaloso al Río Paraná —que corre a través de Brasil, Paraguay y Argentina a lo largo de unos 4880 kilómetros— o exuberante a la selva misionera es producto de un fenómeno único: los ríos voladores de la Amazonía”, explica Daniel Verzeñassi, del Foro Ecologista de Paraná en una nota publicada en Tierra Viva y agrega que la selva amazónica también brinda las lluvias que dan vida a decenas de millones de personas más allá de la selva tropical.

Verzeñassi  indica: “Los ríos voladores también giran hacia el sur y traen la humedad vital hasta Paraguay, el norte de Argentina y el centro y el sur de Brasil. Allí está el Gran Chaco Americano, que se está arrasando para la ampliación del agronegocio. Ese modelo arrasa culturas, pueblos originarios que ya no tienen sus montes (pilares fundamentales de la vida en esos territorios). Comunidades que mueren, otras son desplazadas, otras persisten en soledad y miseria”.

Según explica Verzenassi, la deforestación agroindustrial del bosque tropical ha dañado la “cinta transportadora” del ciclo hidrológico en el continente. La selva amazónica atrae los vientos del Atlántico, cargados de humedad. La atmósfera se sobresatura con los más de 20.000 millones de toneladas diarias de agua, que el bosque primario (que no ha sufrido la intervención humana) eleva desde sus raíces y entrega al aire.

“Todo esto afecta a la situación del río Paraná. La suma de responsables por el actual stress hídrico severo del río debe interpelar a los gobiernos del Cono Sur. Estos cauces de humedades aéreas, agredidos a más de 3000 kilómetros de distancia de las consecuencias y lesiones territoriales donde se expresan, reclama una acción política inmediata. Y ser compartida con la sociedad en su conjunto”, argumenta.

Por su parte, Irene Gamboa, activista por los humedales y precandidata a senadora nacional por el PTS en el Frente de Izquierda Unidad, sostuvo: “Sabemos que la bajante del Río Paraná se da, entre otras razones por el cambio enorme que significan las pérdidas de los humedales por la deforestación. Principalmente en la selva amazónica en Brasil para la deforestación ilegal, donde se han perdido 2,5 millones de hectáreas. En nuestro delta la situación no es diferente, la quema intencional de los humedales para el agro negocio y la especulación inmobiliaria ha llevado a la pérdida de medio millón de hectáreas”.

La militante considera “fundamental y urgente” avanzar en la sanción de “la Ley Humedales, discusión que el movimiento ambientalista ya ganó en las calles, pero que los bloques del Frente de Todos y Cambiemos se niegan a discutir porque defienden un modelo extractivista que busca el ingreso de dólares al país para pagarle al FMI a costa de nuestro medio ambiente”.

El accionar del gobierno nacional

La administración de Alberto Fernández declaró el Estado de Emergencia Hídrica mediante el decreto 482/2021, el 26 de julio pasado, con una vigencia de 180 días. Por otro lado, ante el reclamos de organizaciones ambientalistas, ordenó a Hidrovía S.A., -empresa a cargo del dragado y balizamiento de la vía fluvial más importante para las exportaciones del país- no continuar el sobre dragado que realizaba buscando sostener la navegabilidad.