Cuando una persona se muere por su propia decisión, una sensación de angustia y desasosiego invade a quienes estaban a su lado. Las preguntas abruman a sus seres queridos por la creencia de que podrían haber hecho algo para evitar un final trágico.

La pandemia ha tenido sus consecuencias en la salud mental de las personas de todo el mundo. El aislamiento y la idea de que nada es en la actualidad como lo habíamos conocido genera desequilibrios. Y no todos reaccionan de la misma manera.

El peor paciente para un psicólogo o un psiquiatra es aquel que llega al consultorio con ideaciones suicidas. A veces quedan en el plan de lo imaginario y otras tantas se convierten en actos, que pueden derivar en un internación, si se llega a intervenir a tiempo.

Después de que esa persona recibe el alta y vuelve a su casa, es necesario montar un dispositivo para tratar de evitar que caiga en pozos depresivos que la lleven a intentar de nuevo o que antes no pudo concretar.

En los Estados Unidos, en las semanas posteriores a ser dados de alta de un centro psiquiátrico son un periodo notoriamente difícil para los pacientes "frágiles", ya tiene una una tasa de suicidio alrededor de 15 veces superior a la tasa nacional, según un estudio.

En esa línea de prevención, en aquel país se puso en marcha un enorme programa que buscar prevenir los suicidios a través de los teléfonos celulares de las personas, mediante el uso de la inteligencia artificial.

Mediante una pulsera electrónica que registra el sueño y la actividad física de los pacientes, mientras el celular tiene una aplicación que recoge datos sobre su estado de ánimo, sus movimientos y sus interacciones sociales, se genera un flujo continuo de información que se envía a un equipo de investigadores del departamento de psicología de la Universidad de Harvard.

"En el campo de la salud mental, pocas áreas nuevas generan tanta expectación como el aprendizaje automático, que utiliza algoritmos informáticos para predecir mejor el comportamiento humano. Al mismo tiempo, hay un interés cada vez mayor por los biosensores que pueden rastrear el estado de ánimo de una persona en tiempo real, teniendo en cuenta la música que selecciona, las publicaciones en las redes sociales, la expresión facial y la expresión vocal", explica una nota del diario The New York Times.

El psicólogo Matthew K. Nock, uno de los mayores expertos en la temática en los Estados Unidos explica que la información que surge de los dispositivos puede ayudar a genera una suerte de sistema de alerta temprana que podría utilizarse cuando un paciente en riesgo fue dado de alta.

"Nock ofrece este ejemplo de cómo podría funcionar: el sensor informa que el sueño de una paciente está alterado, ella declara un estado de ánimo bajo en los cuestionarios y el GPS muestra que no sale de casa. Pero un acelerómetro en su teléfono muestra que se mueve mucho, lo que sugiere agitación. El algoritmo marca a la paciente. Suena una notificación en el tablero. Y, en el momento justo, un médico llama por teléfono o le envía un mensaje", agrega el diario.

De todos modos, no nos pocos quienes advierten sobre la falta de precisión que pueden tener los algoritmos y los falsos positivos que se pueden generar a partir de la información elaborada con el uso de esas tecnologías.