Más allá del evidente impacto que el resultado electoral tendrá en la interna de los espacios donde se definen candidaturas, hay un curioso efecto que las primarias de este domingo podrían generar hacia el interior del oficialismo. Si los candidatos del gobierno se imponen y logran mantener o incrementar su poder parlamentario, habrá un sector que explicará el triunfo argumentando el éxito de una estrategia basada en mostrar la consolidación de la marca Frente de Todos y la unidad, por sobre los nombres propios.

Pero si gana por estrecho margen o -peor aún- si es derrotado, fundamentalmente en el distrito donde se libra “la madre de todas las batallas”, la responsabilidad recaerá sobre los hombros de Alberto Fernández, impulsor de las dos cabezas de lista en los principales distritos: Victoria Tolosa Paz y Leandro Santoro. Este último escenario, podría provocar un debilitamiento de la figura presidencial que no solo sería aprovechado por los opositores para reposicionarse en el Congreso y marcar la cancha, sino también jugaría un papel fundamental en el reacomodamiento interno de la coalición gobernante.

La Argentina ya sabe de presidentes debilitados, que transitan la segunda mitad de su mandato jaqueados por las disputas de poder y las presiones de las corporaciones. Y esa situación no le conviene a la mayoría de los argentinos y argentinas que necesitan empezar a ver la salida del túnel y encontrar un poco de estabilidad, luego de un año y medio de angustias y postergaciones.

Este ejercicio de ficción política que terminará en las primeras horas del lunes cuando se conozcan los resultados, son parte del cúmulo de especulaciones que por estas horas realizan muchos dirigentes, funcionarios y candidatos del Frente de Todos, aprovechando esa suerte de “compás de espera” que les impone la veda electoral, tras una ajetreada campaña en la que predominaron las chicanas por sobre las propuestas.

Lo primero que pondrán sobre el tapete los analistas con los resultados en la mano, será la tan insistentemente pregonada por algunos medios “reestructuración del gabinete”, cuya celeridad dependerá de la luz de diferencia a favor que obtengan los candidatos de Fernández en los principales distritos. Si los números cumplen o superan las expectativas oficialistas, los cambios ministeriales que el presidente considere necesarios aguardarán la lógica del proceso político y se efectuarán en diciembre, en simultáneo con el recambio parlamentario que devenga del resultado electoral.

Siempre en caso de obtener un triunfo este domingo, la agenda presidencial seguirá tal como está prevista desde hace semanas, incluyendo dos postas internacionales muy importantes para la Argentina: la cumbre de la CELAC, a realizarse en México; y la Asamblea General de las Naciones Unidas, que se llevará a cabo durante septiembre en la sede de la ONU en Nueva York. “Estamos monitoreando la lista de países que van a participar de manera presencial para definir el viaje, porque en los últimos días varios confirmaron que asistirán a las cumbres de modo virtual”, agregó un funcionario con acceso directo al principal despacho de la Casa Rosada ante la consulta de Data Clave.

La elección de Alberto y el día después

Del otro lado de esa línea imaginaria que divide a los kirchneristas paladar negro de los albertistas de la primera hora, aparece la mirada aguda de Cristina Kirchner, que monitorea de cerca lo que ocurre en cada uno de los distritos donde el oficialismo presenta batalla, con particular atención en los resultados que se obtengan en territorio bonaerense, Santa Fe y Córdoba, sin descuidar al resto de las provincias.

La lectura del sector camporista se asemeja a la del escorpión de la fábula de Esopo, que necesita de la rana para llegar al otro lado del río y se debate entre picarla o no picarla, aún a riesgo de hundirse en la travesía. Un Alberto débil puede servir en la interna para avanzar con algunos cambios en la política económica (sabido es que para la vicepresidenta, Martín Guzmán es uno de los ministros fusible) y en otras áreas de gobierno donde el kirchnerismo pretende imprimir su impronta. Pero también los K necesitan que el presidente llegue en condiciones a la elección de 2023, ordenando la transición hacia lo que –suponen- será una continuidad del ciclo político pero con otros intérpretes. Y para ello es imperioso que la imagen pública del jefe de Estado no se desdibuje.

Indudablemente, los resultados de los comicios de este domingo condicionarán los movimientos presidenciales, tanto a nivel doméstico como de proyección global. Alberto sabe manejarse en medio de las tensiones que suelen generar estos momentos definiciones. Una vez más, el presidente pondrá a prueba sus dotes de equilibrista para bascular entre las presiones y encontrar una salida a este laberinto que le proponen algunos de los propios, que a veces son más complicados que los ajenos.

Los pronósticos que nadie arriesga y la pandemia

El contexto pandémico que atraviesa la Argentina generó mucha incertidumbre al desarrollo de estas primarias abiertas. El primer gran interrogante es cuánta gente concurrirá a las urnas durante este domingo. A pesar de los esfuerzos gubernamentales por montar un dispositivo que garantiza los máximas cuidados para los sufragantes y acelerar el ritmo de la vacunación a un ritmo nunca visto en la historia del país para contar con un elevado porcentaje de la población inmunizada, los temores al contagio subyacen y pueden provocar un ausentismo mayor que el habitual.

La elección de Alberto y el día después

La otra duda es cómo impactará la pandemia en la opción de los votantes. Las encuestas no han colaborado demasiado para aportar aproximaciones tranquilizadoras para ninguno de los bandos y el resultado aparece como incierto. No hay tampoco demasiada claridad respecto de a quién puede favorecer un elevado porcentaje de inasistencia, todas las fuerzas mostraron esmero en convocar a la ciudadanía para que acudan a las urnas, pero el carácter no decisorio en término de cargos parlamentarios de esta primaria, juega un papel desmotivante para la convocatoria.

Que hay malhumor social por el desastre sanitario que generó el covid y las reiteradas cuarentenas, nadie lo duda. Lo subjetivo que expresará el resultado del escrutinio es si existe una consideración por el desempeño del gobierno en la lucha contra la enfermedad, logrando demorar la llegada del virus para acondicionar un sistema de salud destruido por el macrismo y así evitar el colapso sanitario que vivieron otros países, mucho más poderosos que la Argentina. O si, por el contrario, la prédica de una oposición que no dudó en boicotear las acciones preventivas y las campañas de vacunación, mellaron la voluntad del electorado.

El rol de los medios también siempre juega un papel preponderante en la consideración de la opinión pública. Y en esta campaña fue notoria la incidencia que ciertos grupos económicos, con claros intereses políticos, camuflados detrás de corporaciones mediáticas, tuvieron en el público consumidor. Sin embargo hubo un hecho curioso: por más esfuerzo que estos sectores hicieron para sacarle lustre a la desgastada figura de Mauricio Macri, esa exposición no hizo otra cosa que poner de relieve sus contradicciones e incapacidades para sostener un discurso coherente con su praxis política.

De hecho, esos niveles de presencia mediática contribuyeron a relegarlo del armado electoral de su fuerza política, cuyos dirigentes procuraron despegar de los resultados deficitarios de la gestión presidencial “cambiemista”. Aun así, quedó claro que donde la oposición mantiene chances de lograr que su discurso tenga inserción social, es a través de la prédica mediática, generalmente propiciada por comunicadores especializados en centros a la olla para la dirigencia del remozado Juntos.