El encuentro en el Vaticano duró 44 minutos. Hasta allí había llegado Alberto Fernández, en el marco de la primera gira por el continente europeo de su -por entonces- flamante gestión, para encontrarse con Francisco. “Santo Padre, qué gusto verlo”, le dijo el presidente cuando lo saludó en la Sala del Tronetto, contigua al lugar de la reunión, mientras que el Sumo Pontífice le respondió con un amigable y escueto “bienvenido”

Luego, al cederle el paso para ingresar a la Biblioteca del Palacio Apostólico, el Papa le dijo “primero el monaguillo”. Ambos sonrieron mientras cerraban la puerta. La reunión transcurrió a solas en un clima distendido, en el que Francisco le planteó al mandatario argentino la importancia de que los gobernantes “no pierdan el sentido de humor”, antes de leerle una cita de Santo Tomás Moro del siglo XV, tomada de uno de sus escritos.

Antes de despedirse, el Pontífice le pidió a su invitado que aguardara. Alberto volvió a sentarse y Francisco lo tomó de las manos. “Usted tiene que ser fuerte”, le dijo. Y agregó: “Se vienen tiempos difíciles,  similares a los que nos tocaron vivir en los setenta, donde habrá que soportar muchas presiones, pero no hay que ceder, siempre con pulso firme y con calma para sostener el timón, aunque quieran torcerle el rumbo, como intentaron hacerlo con Perón, hay que evitar que se imponga la violencia”, completó el Papa.

Alberto y La Cámpora, entre la moderación del "león herbívoro" y la exaltación del "luche y vuelve"

Detenerse ante la referencia histórica es inevitable. La violencia política en la Argentina tiene mojones muy dolorosos, varios de los cuales ser erigieron sobre cadáveres de militantes peronistas. Desde los aciagos días de aquella Revolución Fusiladora que derrocó al segundo gobierno de Juan Domingo Perón a sangre y fuego; pasando por los interminables años del exilio del General jalonados por la Resistencia de aquellos que dieron “la vida por Perón”; y llegando hasta los convulsionados setenta, con el “paso a la clandestinidad” de las organizaciones guerrilleras que utilizó de excusa la derecha reaccionaria para poner en marcha el aparato represivo del Estado, en la agonía democrática del gobierno de Isabel Perón y luego durante la dictadura genocida.

Uno de los libros de cabecera que el presidente tuvo durante este verano que se escurre entre altas temperaturas y cortes de luz, es “Conocer a Perón” escrito por el histórico dirigente Juan Manuel Abal Medina, nacido el mismísimo año que el peronismo emergía a la vida política argentina. El texto tiene una trama novelesca escrita con fina pluma, lo que permite una lectura amena, entretenida y apasionante para los que gustan de este tipo de literatura. 

El libro permite una aproximación a los pensamientos de aquel viejo y ya enfermo general que, a principios de los setenta, se empezaba a preparar para volver al país, con la astucia y el apasionamiento que -combinados con su inteligencia y conocimiento estratégico- lo transformaron en el personaje más importante de la historia contemporánea argentina. Está cansado, pero el pueblo lo espera y sabe que debe volver para protagonizar el tercer tiempo de una revolución truncada por el autoritarismo de los militares.

Alberto y La Cámpora, entre la moderación del "león herbívoro" y la exaltación del "luche y vuelve"

Abal Medina es el único autor de un relato que se cuenta en primera persona donde emergen los aspectos más humanos del líder, incluida su mirada controversial y siempre discutida sobre la “tendencia” peronista, encarnada por las organizaciones juveniles, cuya columna vertebral era Montoneros. Hay un diálogo glosado por el autor donde Perón evoca a quien fuera su delegado personal John William Cooke, quien había quedado deslumbrado por la Revolución Cubana.

“Respeto y valoro mucho a Fidel Castro y lo que hace en Cuba. Pero la Argentina no es Cuba, el Ejército argentino no es el Ejército de Batista y, sobre todo, nosotros no somos marxistas. Imagínese si me hubiera ido a vivir a Cuba, como quería Cooke. ¿Cómo estaríamos ahora? Seguramente en medio de una guerra civil que, además, seguramente perderíamos. Los trabajadores argentinos, no son ni marxistas ni socialistas: son justicialistas. Para hablar en el lenguaje de ellos, no tienen el nivel de conciencia suficiente para embarcarse en una lucha revolucionaria. ¿Y qué derecho tenemos nosotros de presionarlos? ¿Qué derecho tengo yo de usar mi liderazgo para llevarlos a un callejón sin salida?”

A cincuenta años de los hechos que evoca en su libro, el ex Secretario General del Movimiento Peronista muestra a un líder que intenta respaldar e integrar a los sectores revolucionarios de su movimiento, aunque con el correr del tiempo visualiza la dificultad. La gota que rebalsa el vaso termina siendo el asesinato del dirigente cegetista José Ignacio Rucci a manos de los Montoneros, en el marco de la denominada Operación Traviata, ocurrido el 25 de septiembre de 1973.

Alberto y La Cámpora, entre la moderación del "león herbívoro" y la exaltación del "luche y vuelve"

Pero antes hubo otros acontecimientos que tensaron el vínculo y que quedan plasmados en varias de las anécdotas narradas por el autor. Por ejemplo, cuando se debate qué hacer con los presos políticos detenidos durante la dictadura del general Agustín Lanusse, varios de los cuales había protagonizado y organizado atentados como parte del accionar guerrillero. 

Antes de la asunción de Héctor Campora, había una enorme presión para que los presos fueran liberados, hecho que ocurrió el mismo día de la asunción del presidente-delegado, el 25 de marzo de 1973. Perón proponía liberar solo a quienes renunciaran a la lucha armada y entregaran las armas. “No tiene sentido liberar a personas que, al día siguiente, van a estar disparando contra el Gobierno”, le dijo el general al autor. Su opinión no fue escuchada.

Claro que no todos son recuerdos de la muerte y reproches a los “errores” cometidos por buena parte de una generación que terminó diezmada por la represión genocida. El libro rescata y pondera el camino del diálogo que Perón intentó recorrer con su adversario histórico, el radical Ricardo Balbín, a quien el General le escribe: “Somos fuerzas populares en acción política, con ideologías y doctrinas similares que deberían haber actuado solidariamente en sus comunes objetivos. Nosotros, los dirigentes, somos seguramente los culpables de que eso no haya sido así. No cometamos el error de hacer persistir un desencuentro injustificado".

Luche y ¿vuelve?

El espacio político La Patria es el Otro, que nuclea varias organizaciones kirchneristas conducido por el ministro bonaerense Andrés “Cuervo” Larroque, realizará un acto en Avellaneda el próximo sábado 11 de marzo, donde se apoyará a Cristina Kirchner y se pedirá que sea candidata a presidenta en las próximas elecciones. 

Ese día se cumplirán 50 años del triunfo de Cámpora, que fue el candidato de Perón en las elecciones de 1973, en las que el General tuvo prohibido presentarse como candidato por una cláusula que puso la dictadura de Lanusse, que exigió que todos los que se quisieran presentar, debía fijar residencia en Argentina antes del 25 de agosto de 1972. Perón, como no podía, desde el exilio eligió a su delegado -y a quien fue uno de los coordinadores del operativo retorno- Héctor Cámpora, para que sea el candidato. 

Esa campaña estuvo signada por un fuerte rol de la juventud, que iba casa por casa pasando las cintas de Perón y convenciendo a la gente de que votar a Cámpora era votar un proyecto de país conducido por el líder que no podía presentarse. El 11 de marzo del 73 Cámpora arrasó las urnas con el 49 por ciento de los votos.

Alberto y La Cámpora, entre la moderación del "león herbívoro" y la exaltación del "luche y vuelve"

Con la consigna “Luche y Vuelve” -la misma que utilizó el peronismo para vencer la proscripción de Perón y lograr su regreso del exilio en España- la organización liderada por el ministro de Desarrollo Humano del gobierno de Axel Kicillof y referente bonaerense de La Cámpora, se propone instalar en la agenda política que la jefa política del kirchnerismo “está proscripta” y que por ese motivo “no puede presentarse como candidata en las próximas elecciones”.

Dos días antes del acto en Avellaneda se conocerán los fundamentos de la sentencia contra la vicepresidenta en la causa vialidad. La condena que le dio el tribunal Oral Federal N°2 en diciembre, además de seis años de prisión, incluye una cláusula por la cuál la vicepresidenta no podrá ejercer cargos públicos de forma perpetua.

Nadie sabe si Cristina realmente evalúa la posibilidad de ser candidata. Fiel a su estilo, no da señales evidentes de cuáles serán sus pasos, por lo cual suele sorprender con sus decisiones, la que suele no comunicar comunicar con tanta anticipación al vencimiento de los plazos establecidos. Pero lo que sí es cierto es que si decidiera finalmente presentarse, las posibilidades de ganar una elección presidencial aparecen difusas.

“Según la mayor parte de las encuestas, CFK ganaría una PASO, pero esos mismos relevamientos indican que perdería contra los candidatos de la oposición”, explicó a Data Clave un consultor que trabaja para el Frente de Todos. Los números que el oficialismo repasa una y otra vez, muestran que entre el resto de los posibles postulantes, quienes más miden son el propio presidente y Sergio Massa. 

Alberto y La Cámpora, entre la moderación del "león herbívoro" y la exaltación del "luche y vuelve"

Cualquier candidato del espacio que conduce Máximo Kirchner -incluido el ministro del Interior “Wado” De Pedro, tienen números que no aparecen como ganadores en una interna. “Habrá que esperar qué hace Cristina, pero aún no está claro que el traslado de su intención de voto hacia un tercero pueda definir favorablemente una elección”, aportó el analista.

El moderado

Los dirigentes camporistas son los que más presionan al presidente Fernández para que defina si va a presentarse o no como candidato a la reelección. Los hay “sutiles”, que lo critican entre pares o en off sin hacer públicos los cuestionamientos; y los hay “brutales”, que exteriorizan sin demasiado disimulo el desagrado por su estilo político “moderado”.

“¿Qué les pasa con Alberto?”, le preguntó este cronista a Larroque durante una entrevista en el programa “Argenzuela” (Radio 10) a lo que el dirigente camporista respondió de forma demoledora: “Hay una desilusión muy grande”, respondió. Y agregó: “dejen de victimizarlo y que se haga cargo de las decisiones que tienen que tomar”. Ni lerdo ni perezoso, en ese mismo ciclo radial minutos después el ministro de Seguridad Aníbal Fernández utilizó una comparación zoológica para definir al funcionario bonaerense:  "Larroque es el cusco que lo mandan a decir estupideces, se convirtió en eso".

No es la primera vez que la cúpula de la organización que lidera el hijo de la presidenta efectúa planteos públicos sobre el primer mandatario, puntualizando las críticas en su supuesta moderación. “Escuché como una y otra vez criticaban mi moderación, pero con esa moderación fui capaz de enfrentar a los acreedores privados y pude ponerle freno a los condicionamientos que el FMI le había impuesto al gobierno que me precedió”, dijo Alberto esta semana en su discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso ante la Asamblea Legislativa.

Alberto y La Cámpora, entre la moderación del "león herbívoro" y la exaltación del "luche y vuelve"

Luego enumeró todas y cada una de las circunstancias en las cuales, el “moderado” puso lo que hay que poner para enfrentar los problemas heredados por su gestión y los que sobrevinieron a partir del contexto generado a raiz de la pandemia, los acreedores privados y las restricciones que provocó el conflicto bélico ruso-ucraniano, además de hacer hincapié en todas las veces que su gobierno salió en defensa de los valores democráticos ante los arrestos autoritarios en diferentes países de la región.

Nadie discute el derecho que asiste a Fernández de postularse en una primaria e ir por la reelección. Pero lo que más molesta a La Cámpora es la demora para esa definición. La explicación que brindan desde los despachos de Casa Rosada es muy lógica: “si Alberto se baja ahora, les cede el poder de la lapicera para que ellos distribuyan poder dentro del armado electoral del Frente de Todos y eso no lo podemos permitir porque van a dejar afuera a la mayoría y solo van a acomodar a los suyos”, afirmó la fuente.

“No hay que apurar a Alberto a oficializar una decisión que pueda complicar al Gobierno. Él tiene que ser parte de la construcción de lo que venga”, sostuvo otro dirigente frentetodista que asistió a la Asamblea el miércoles pasado. “Congeniar con el kirchnerismo es imposible, pero lo están apretando muy feo, como si quisieran tensionar la relación para llevarla a un punto de quiebre y lo que no dan cuenta es que si esto se rompe, perdemos", completó el informante.

Este viernes por la noche, el presidente brindó una extensa entrevista al programa “Minuto Final” (C5N), donde dejó en claro dónde elige pararse en el debate por las candidaturas. “Mi aspiración no es ser reelecto, es que el Frente de Todos gane. Si yo soy una buena opción seré yo y sino será otro”, afirmó categorícamente.

Tras señalar que cualquiera de los dirigentes que manifiestan su intención de postularse tiene la oportunidad de hacerlo en una primaria, remarcó: “el problema está cuando el candidato lo elegimos entre dos o tres, no quiero que volvamos a elegir un candidato a dedo, no quiero yo poner candidato ni que nadie lo ponga”.

Este Alberto del último cuarto de su mandato, parece haber revisitado la historia del justicialismo y descubierto en el Perón del regreso tras el exilio la sabiduría de aquellos liderazgos que saben refundarse, readaptando las verdades fundacionales a los tiempos que les toca enfrentar. Esto no tiene que ver con Fernández, ni con sus ganas de seguir siendo presidente, sino con lo que es importante para el país y su gente. Antes que el dedo de los iluminados, siempre es mejor el juego democrático y la decisión del soberano para encontrar la respuesta.