Miguel Etchecolatz murió este sábado a los 93 años, sin responder jamás por todos los hechos que se le endilgaron en los juicios y por los que fue condenado nueve veces a prisión perpetua.

“He expuesto mi vida luchando por una bandera celeste y blanca que ahora está desgarrada. Estoy aislado por odio y necesidad de venganza”, dijo ante el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata en uno de los juicios donde se lo juzgaba. Su discurso fue siempre el mismo: que las causas en su contra eran un invento.

Etchecolatz estaba internado desde el 27 de junio en el Sanatorio Sarmiento. Hace algunas semanas, la Cámara de Casación había habilitado su prisión domiciliaria.

Para decidir, el Tribunal sostuvo que el represor "tiene antecedentes de HTA, ACV isquémico, Ex TBQ, deterioro cognitivo, insuficiencia cardíaca, insuficiencia venosa, HPB, diverticulosiscolónica" y "requiere de un cuidador de adultos mayores las 24 horas del día, para poder realizar cualquier actividad de la vida diaria y ello no puede ser garantizado por ninguna unidad dentro del Servicio Penitenciario Federal".

Finalmente, nunca llegó a cumplir la condena en su domicilio ya que desde la Unidad 34 de Campo de Mayo donde se encontraba alojado fue trasladado directamente a una clínica de Merlo donde falleció este sábado.

El represor estaba condenado a prisión perpetua por diversos crímenes, con sentencias dictadas en 1986, 2004, 2006, 2014, 2016, 2018, 2020 y 2021 que fueron unificadas. La última fue en mayo de este año por por torturas y crímenes en el Pozo de Arana.

Etchecolatz se desempeñó como director de la Policía Bonaerense y mano derecha del general de brigada Ramón Camps durante la última dictadura.

Fue, entre otras cosas, vinculado a la segunda desaparición de Jorge Julio López, testigo en uno de los juicios en su contra. En 2014, fue fotografiado con un papel en sus manos que decía "Jorge Julio López Secuestrar".