El 2023 bien puede ser recordado como el año de la crisis de identidad de los partidos políticos, al menos en su concepción tradicional. La victoria de Javier Milei pateó el tablero de los manuales clásicos y puso en jaque la forma de hacer política. Y a varios espacios también, tengan 100 o 20 años de vida. Esa situación persiste en los primeros meses de este año y parece que no se resolverá a la brevedad. 

Uno de los partidos que salió más golpeado fue el PRO, que si bien logró absorber la discusión presidencial en el casi extinto Juntos por el Cambio, luego quedó fuera por amplio margen de la definición en segunda vuelta. Aquella derrota en las urnas fue el corolario de una grieta interna que venía de arrastre y terminó de quebrarse en la feroz e innecesaria interna que encarnaron Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich.

Lo que siguió fue una serie de hechos difíciles de explicar -y de asumir- para más de uno. Bullrich terminó primero apoyando a Milei de cara al balotaje y luego como integrante estrella de su gobierno. Larreta, en tanto, quedó algo recluido, golpeado por lo que fue para él y su entorno una inesperada derrota. Y en el medio, cientos de dirigentes y legisladores sumergidos en esa crisis interna irresuelta.

Las diferencias entre Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta le costaron al PRO -y todo Juntos por el Cambio- la elección del 2023.
Las diferencias entre Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta le costaron al PRO -y todo Juntos por el Cambio- la elección del 2023.

A mediados de marzo habrá elecciones en el PRO y podría encauzarse el futuro del partido. Sin embargo, a poco más de un mes del Día D, no hay candidaturas a ocupar la presidencia del espacio. Bullrich deslizó tiempo atrás que no tenía intenciones de renovar su mandato y su actual función pública parece reforzar esa posición. ¿Y entonces? Ya hay un operativo clamor en marcha.

Semanas atrás salió una solicitada que pedía por la vuelta a la conducción del PRO ni más ni menos que del expresidente Mauricio Macri. El otrora jefe de Estado es además el fundador del partido y es parte de los “halcones”, pese a alguna rispidez en el último tiempo con la actual ministra de Seguridad. 

El caso es que la definición interna del partido amarillo es además clave para el futuro de la oposición. La alianza con la UCR pende de un hilo, luego de que la Coalición Cívica abandonara el espacio por el acercamiento del PRO -y en especial de Macri- a Milei. Si vuelve el ingeniero, se tensará aún más la cuerda.

El posible acuerdo político del PRO con el gobierno divide las aguas en el partido amarillo.
El posible acuerdo político del PRO con el gobierno divide las aguas en el partido amarillo.

Allí se abre el interrogante, porque no hay muchas más voluntades explícitas para conducir. Los gobernadores del espacio parecen sumar puntos en una hipotética carrera. El mejor posicionado tal vez sea Rogelio Frigerio, de Entre Ríos, por su trayectoria y experiencia a nivel nacional. Pero no habría que descartar al chubutense Nacho Torres, joven y ascendente. También podría ser Jorge Macri, miembro fundador y hoy al mando de CABA. El caso es que todos ellos tienen la difícil tarea de gobernar sus provincias en un contexto de crisis local y general que dificultaría la doble tarea.

¿Y Larreta? El exjefe de gobierno porteño sigue siendo una figura de importancia en el PRO, pese a la dura derrota del año pasado. No pocos legisladores responden a él. Pero el camino que está tomando el partido no lo convence. En los últimos días volvió a pedir diálogo y consenso, mientras el Presidente y el ala dura de su propio partido señalaban con el dedo a presuntos traidores. Difícil representarlos.

En este escenario, el PRO deberá definir el próximos mes cuestiones que van más allá de una sucesión de autoridades. Puede ser una redefinición de principios o la ratificación de un rumbo que los llevará más temprano que tarde a cogobernar con Milei, mal que le pese a propios y ajenos.