La espera fue larga y lo siguiente que se escuchó a las palabras de Julio Vitobello, secretario general de Presidencia que anticipaba la publicación de los resultados, fue un “nooo”. Unánime, largo e incrédulo: Unión por la Patria era, oficialmente, la tercera fuerza más votada de la Argentina. 

Fue Agustín Rossi, candidato a vicepresidente, el primero en ponerle cara a la derrota. Subió al escenario del búnker oficialista, montado en el Complejo C Art Media, en el barrio porteño de Chacarita y dijo: “lo que hacen las primarias es posicionar a los candidatos, hoy terminaron las PASO y mañana empiezan las elecciones generales y haremos todo lo que tenemos que hacer para que en octubre Massa sea presidente de los argentinos”. El peronismo intentaba digerir un mensaje contundente: había sido superado por La Libertad Avanza y Juntos por el Cambio.

“Algo intuíamos, siempre que el peronismo demora los resultados es porque está perdiendo. Lo que nadie esperaba era perder con Milei. No puede ser”, lanzó una vocera mientras miraba incrédula las múltiples pantallas desplegadas por la sala de prensa con los resultados oficiales. El peronismo, como en 2021, recibía una nueva derrota. En el mismo lugar, con la misma sorpresa. Todos se preguntaban que falló. Todos intentaban apurar análisis con los datos calientes y planteaban interrogantes que se mantendrán hasta las elecciones generales de octubre. 

El tramo que separaba la sala de prensa, que en realidad era una carpa montada en la Avenida Corrientes y Dorrego, con el escenario era largo y lo musicalizaban un par de muchachos con bombos. Eran de la hinchada de Atlanta, confesarían más tarde. Casi no había choripanes, apenas una parrilla semi vacía, y militantes a cuentagotas, muy pocos. La mayoría se agrupó dentro del salón, refugiados del frío y de la desazón, y esperaron pacientes que los funcionarios salgan a dar un discurso, lo que ocurrió cerca de la medianoche.

“Grabois está viniendo, nos acabamos de enterar, nos quedamos a escucharlo, queremos saber que tiene para decir”, dijo una militante que descansaba en el piso en una ronda con otros pares. Finalmente, el competidor de Massa que decidió armar un búnker separado en el barrio de La Boca llegó. Junto a él otro grupo de militantes y repitió lo que había dicho horas antes. También le cedió su apoyo y su plan de gobierno en una carpeta anillada al ministro de Economía. Otra vez la confusión y el desconcierto. 

"El esfuerzo empieza mañana de vuelta. Tenemos 60 días para ganarle a aquellos que convocando desde el odio, construyeron un principio de una nueva mayoría", lanzó Massa y con esas palabras advirtió quién será su rival de cara a los comicios de octubre. A sabiendas que necesita revertir una cifra considerable para convertirse en el próximo presidente de los argentinos apeló a la mística y al recuerdo: “así como en algún momento, con la transversalidad de Néstor, planteo la necesidad de abrazar a radicales, sectores del campo popular, convocar a todos aquellos que representan una idea de país mucho más amplia y comprometernos a que el próximo gobierno no sea solamente de una unidad de coalición, sino de unidad nacional”.

Esa “nueva mayoría” es la clave de la campaña que se viene, tal como lo sugirió Antoni Gutiérrez-Rubí, asesor de Massa, que estuvo en el búnker y fue uno de los pocos que dialogó con el candidato antes de salir al escenario. Fue también el ideólogo de que Alberto Fernández y Cristina Kirchner no aparecieran en la escena para darle “independencia” al presidenciable. 

A esta altura la predicción de CFK ya era una realidad: lo que se viene es una elección de tercios. Como una suerte de epifanía, la vicepresidenta dijo en su última aparición televisiva que esta sería "una elección atípica. Una elección de tercios. Donde lo importante no es el techo, sino el piso para entrar al balotaje”. 

Más temprano, luego de emitir su voto en Río Gallegos, la expresidenta habló de emociones pero se atajó de dar alguna predicción. “Vamos a esperar a que opine la gente”, pidió. Y la gente opinó. Votó.