La presidenta de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas y Madre de Plaza de Mayo, Lita Boitano, murió hoy a los 92 años, según confirmaron fuentes allegadas a su familia.

Angela Catalina Paolín era el nombre de esta luchadora e integrante del movimiento de derechos humanos que enfrentó a la última dictadura, nacida el 20 de julio de 1931 en Buenos Aires, hija de una inmigrante italiana y que nunca conoció a su padre.

Simpatizante del peronismo, se quedó viuda en 1968, a los 37 años y debió criar en soledad a sus dos hijos: Adriana y Miguel Boitano, que fueron secuestrados durante los años del terrorismo de Estado.

En la búsqueda de sus hijos, forjó su militancia en los organismos de los derechos humanos y con los años se sumó y respaldó también a las organizaciones feministas que se conformaron en los primeros años de la recuperación democrática.

Lita empezó su militancia, como tantas otras, buscando a sus hijos, víctimas de la última dictadura cívico militar, junto a otros familiares que peregrinaban por los despachos oficiales y los pasillos de las entidades eclesiales vinculadas a los sectores castrenses.   

Primero secuestraron a Miguel, que tenía 20 años, estudiaba arquitectura y militaba en la Juventud Universitaria Peronista, el 29 de mayo de 1976. Un día de agosto de ese año, en una pausa de la intensa e infructuosa búsqueda que realizaba, Lita contó que sintió “un dolor muy fuerte en el pecho”, y tuvo la convicción de que en ese momento habían matado a su hijo.

Un año después, se llevaron también a su hija Adriana, estudiante de Letras que también militaba en la JUP y la acompañaba en su militancia. “Le diría que ya no busque más”, el sugirió una vez Emilio Graselli, cercano al obispado castrense, y lo contradijo en todos los sentidos posibles.  

En una oficina de Corrientes y Callao, formó el grupo que luego se convertiría en Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, pero después del secuestro de Adriana, Lita debió partir al exilio.

Desde el exterior siguió denunciando a la dictadura y pidiendo por la aparición con vida de los desaparecidos. Volvió a Argentina con la democracia y lo primero que hizo fue encontrarse con sus compañeros y compañeras de Familiares.  

El 8 de marzo de 1984 participó frente al Congreso por el Día de la Mujer y junto a otras compañeras viajó al primer Encuentro de Mujeres. También se vinculó a la lucha de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), que empezaba a reunirse en la sede de Familiares.

Con los años, Lita estuvo en cada marcha de los organismos, en los juicios de lesa humanidad y en todos los actos en los que se reclamara por Memoria, Verdad y Justicia.