La pandemia revirtió el sendero de consolidación fiscal, con mucha expectativa por un nuevo gobierno y poco en las condiciones materiales el ejecutivo tuvo que afrontar la crisis sanitaria. La falta de un plan parece reflejarse en un diagnóstico que se deja ver en declaraciones de funcionarios y del mismo Presidente. Frases como que el camino ahora está despejado para crecer luego del principio de arreglo por la deuda, o analogías con la economía que gestionó Alberto Fernández desde la jefatura de gabinete desde 2003 dan una sensación de confusión.

La economía de aquel momento era un auto con dos aceleradores, el gasto público y un sector privado que tenía un tipo de cambio híper competitivo en un mundo con creciente demanda y un comercio internacional en crecimiento. Nuestro país hoy tiene un solo acelerador, el fiscal o público y el otro, el sector privado completamente golpeado por la baja rentabilidad esperada y el clima de incertidumbre que reina.

Un modelo de una sola herramienta, gasto y una sola fuente de financiamiento, emisión. Este esquema que ya expresa sus límites y riesgos en el núcleo de la economía argentina donde se desarrollan problemas no sólo económicos, sino también sociales, el tipo de cambio. La discusión que parece poco importante en torno a si se deja comprar los U$S 200 o no, esconde el problema por el cual se enreda siempre el país, la imposibilidad de definir un tipo de cambio real adecuado.

Existen oportunidades, el salario perdió más de 60% en dólares en los últimos años, y por ahora no hay una demanda fuerte por recomposición. Es una caída similar a la que hubo a la salida de la convertibilidad. Pero parece que hay que elegir entre "blanquear" la situación actual, dejar correr el dólar y asumir riesgos inflacionarios o seguir con las restricciones. 

El gobierno, producto de un diagnóstico errado, no pone el foco en lo importante, sino en lo urgente y las alternativas son escasas. Activar el swap con china, perseguir coleros, limitar la compra, poner un impuesto a quién saque dólares del banco, etc. El abordaje como un problema del mercado de cambios omite que en esta variable está el link entre el lado real y el financiero, las cuales parecen discusiones separadas actualmente.

El tipo de cambio real vincula competitividad real que necesita el sector privado para volver a tener ese acelerador que falta, es una condición necesaria al menos para que el peso de la recuperación no recaiga solo en el sector público. Actualmente, estamos en el peor de los mundos, un tipo de cambio alto percibido por el público y un tipo de cambio más retrasado para el comercio.

A pesar del errado diagnóstico en la visión del oficialismo, nos movemos en la dirección correcta, el resto del mundo también sustituye gasto privado por público, pero transitoriamente. Cuando el panorama se despeje el sector privado vuelve a entrar en escena. Esta es la diferencia entre una política transitoria y una que se puede perpetuar como permanente en una economía sin recursos.

La solución a veces se escucha que es volver a los mercados internacionales, lamentablemente eso traería problemas, uno es el de la pérdida de estabilidad financiera si uno quiere mantener una política doméstica independiente de la integración o acceso a los mercados, otro es hasta que punto uno puede tener una política monetaria y cambiaria autónoma una vez que ingresan capitales. Cuestiones que serán para discutir por delante, pero definitivamente que traen problemas.

El gobierno anterior estaba obsesionado con el equilibrio fiscal, el actual con la escasez de divisas, son dos caras de una misma moneda, una economía que produce poco, una economía con baja productividad en su sector público y con problemas distributivos. Poco parece que se ha aprendido en los últimos 10 años.