Era el 3 de agosto del año pasado cuando Sergio Massa reemplazó a Silvina Batakis al frente del Ministerio de Economía. En lo formal, lo había hecho unos días antes, el 28 de julio, cuando el binomio presidencial le entregó “las llaves” del poder económico pleno.

Solo quedó fuera de esa concesión Miguel Ángel Pesce, hombre de confianza del Alberto Fernández, aunque el presidente tuvo que ceder a Daniel Scioli, ministro de la Producción por solo un mes, y Cristina Kirchner, a toda el ala de la secretaría de Energía.

Un mes antes, en medio de las peleas internas, Martín Guzmán había dejado el ministerio de Economía aquel recordado sábado 2 de julio, y para el domingo a la noche se anunciaba el arribo de Batakis.

Sin embargo, la funcionaria, sin “peso político” que la respaldara, y en medio de las reyertas internas, se vio envuelta en una corrida cambiaria que paralizó la economía. El dólar trepó a $ 298, la inflación llegó al 7,4%, y los exportadores dejaron de liquidar.

“Massa asumió un día antes de que nos vayamos en helicóptero”, dijo el exministro de Desarrollo Territorial, Jorge Ferraresi, el pasado marzo, para dar cuenta de la situación.

En la foto, el Banco Central contaba con reservas brutas por US$ 37.800 millones, las netas rondaban los US$ 2.300 millones, y la actividad económica había crecido un 5,5% ese mes en comparación con 2021, según los datos del Indec.

De inmediato, Massa asumió con un cartel de fondo que decía “orden fiscal”, y puso bajo su dominio a la díscola secretaría de Energía, transformó en secretaría a la de Desarrollo Productivo, donde puso en el cargo a José Ignacio de Mendiguren en reemplazo de Scioli, y a Juan José Bahillo en la de Agricultura y Ganadería.

Lanzó un Dólar Soja, una forma de devaluación acotada, que según él, no impactaría en el precio de “la mesa de los argentinos”. Sin embargo, ya en esa época había un telón de fondo que no podía obviar, y era la persistente sequía que afectaba al país y que afectaría rápidamente las cuentas nacionales.

Massa convocó a varios hombres de Roberto Lavagna para que lo acompañen en esta cruzada, como Gabriel Rubinstein, Leonardo Madcur, y el propio Marco Lavagna, quienes trabajan para mantener a flote una economía que solo se sostenía vía crédito.

Solo entre junio de este año – último dato disponible- e igual mes del 2022 la deuda del Estado nacional creció a un ritmo de US$ 2.000 millones al mes, para superar los US$ 403.000 millones.

Aquellos bríos del comienzo se fueron atemperando con las demandas de más dinero por parte del ala política, las peleas internas de la coalición gobernante, y la pérdida de US$ 17.800 millones en exportaciones por la sequía.

Este lunes Massa le pagó US$ 2.700 millones al Fondo Monetario Internacional (FMI) contrayendo nueva deuda, esta vez con la Corporación Andina de Fomento (CAF) y el swap de China.

Eso intenta ser un bálsamo hasta de las PASO, cuando el FMI devuelva ese dinero y brinde otro desembolso en noviembre, cuando ya se haya elegido el nuevo presidente, que tal vez lo encuentre al propio Massa ocupando el Sillón de Rivadavia.

Pero para eso hay que esperar mucho, hasta diciembre. Lo cierto es que hoy la inflación supera el 115% interanual, con una “base” del 6% mensual, el dólar libre trepó a $ 550, y la economía cayó 5,5% interanual en mayo y proyecta el 3% para todo el año, según estimaciones privadas, y con un índice de pobreza que superará el 40%.