Una economía puede tener déficit fiscal. Es más, observemos lo que pasa en el resto del mundo y vemos que particularmente este año la gran mayoría va a tener un déficit fiscal enorme. Argentina no es la excepción.

Ahora bien, ¿Por qué nosotros estamos con problemas que los demás países no atraviesan?

Los demás países pueden tener déficit fiscales de gran magnitud sin crisis de confianza ni devaluaciones de sus respectivas monedas porque el mercado confía en que, en los años que se avecinan, dichos déficits se ajustaran.

La diferencia con estos países está en que Argentina tiene un resultado fiscal negativo de larga data y los va a seguir teniendo. Cómo dijimos anteriormente, un país puede tener déficit fiscal pero no sostenidamente como tiene nuestro país. Mientras los demás países venían con cuentas fiscales ordenadas, Argentina venía con un deterioro fiscal desde hace décadas, exceptuando un período de superávit fiscal en los años post-devaluación del 2002 y términos de intercambio muy favorables. Además, las perspectivas futuras tampoco son favorables. Un ciudadano argentino espera que el Estado continúe gastando más de lo que le ingresa no solo en este año pandémico, sino que sabe también que el año que viene como mínimo va a haber un déficit fiscal primario de 4,5% del PBI, el cual hay que tomarlo con pinzas. El ministro ya dijo que piensa llegar a ese número eliminando el gasto pandémico, lo cual es muy difícil que suceda, sumado la recuperación de la recaudación tributaria por mayor actividad. Este último punto va a suceder, pero no en las magnitudes que planea el gobierno ya que está sobreestimando la recuperación económica. Además, difícilmente el déficit se elimine completamente en 2022, y ni hablar en el 2023 que es un año electoral.

Además, sabe que el Estado no tiene posibilidades de financiamiento externo. Esto quiere decir que la mayor parte de esa brecha de ingresos y gastos va a ser financiada con emisión monetaria. Por lo que, dadas estas expectativas que tiene este ciudadano, sabe que lo que menos va a faltar en la economía van a ser pesos. De tal manera, que lo que procede a hacer es sacárselos de encima a cambio de una moneda que mantenga el valor en el tiempo, en bienes durables (autos, electrodomésticos), o bien refaccionando su casa.

Las últimas medidas adoptadas por el gobierno son señales de que son conscientes de los efectos que trae aparejada la excesiva emisión monetaria. La devolución al BCRA de $100.000 millones es una muestra de ello.

El problema radica en el histórico problema argentino de discutir acerca de cómo financiamos el déficit fiscal en vez de discutir cómo lo eliminamos. Pensemos que sin déficit fiscal no hay necesidad de que el BCRA imprima pesos que el ciudadano argentino no quiere y, de esta forma, las expectativas sobre el valor del peso mejoran.

Es importante empezar a discutir cómo bajar el déficit porque tampoco es tarea fácil. El gran Estado que se fue contrayendo desde hace décadas, ha generado que muchos intereses estén en juego a la hora de repartir el dinero estatal. Por eso hay mucha resistencia a la baja del gasto público.

Es necesario que el gasto público se reduzca considerablemente para que el BCRA vuelva a ser un organismo independiente y que cumpla su principal objetivo que es el de mantener el valor del peso. De más está decir que este objetivo se viene incumpliendo a rajatabla. Por más que se quiera instaurar un BCRA independiente hoy mismo, las necesidades del Tesoro van a hacer que no quede alternativa a emitir y emitir.

Por esta razón es que las medidas adoptadas para calmar los dólares paralelos son insuficientes ya que solo cambia la forma en que se financia el déficit fiscal, aunque hay que rescatar como positivo el hecho de que Guzmán reconozca los efectos del exceso de emisión monetaria en la economía. Las tensiones cambiarias seguramente aflojen en el cortísimo plazo, pero sin señales fiscales contundentes y creíbles que restauren la confianza perdida, va a ser difícil que volvamos a convivir en una economía tranquila.