La pandemia del coronavirus no llegó para quedarse, pero sí algunos comportamientos que se improvisaron en la sociedad para adaptarse a los tiempos del aislamiento social. En la soledad de la casa y las oficinas vacías, empresas y negocios se readaptaron y trasladaron sus intereses al seno de los hogares. De esas soluciones prácticas del home office, aparecen otras responsabilidades complejas.

De esas responsabilidades aparecen la interacción excesiva con la familia, la falta de lazos con la sociedad y los enigmas del encierro. La consecuencia de estos cambios, que están a la vista, fueron angustia, incertidumbre y falta de previsibilidad de cara al futuro. A su vez, se le suma la crisis económica, un síntoma característico de la Argentina que siempre amaga con irse y termina volviendo.

En ese marco, Martín Alomo, licenciado en Psicología por la Universidad de Buenos Aires (UBA), magíster en psicoanálisis e investigador, se animó a correrse del trabajo académico y publicó su primer libro de divulgación académica, denominado "Vivir Mejor, un desafío cotidiano".

En diálogo con Data Clave, el psicoanalista ofreció su mirada sobre la actualidad y trabajó sobre varios temas en un total de cinco capítulos: el amor en pareja, el trabajo, los hijos, las redes sociales y "la vida después de la vida". No es un manual para ser feliz, pero sí para tener mayores herramientas para afrontar el presente y proyectar un futuro más sanador.

"Es bastante improbable que no se nos escape algo en algún momento. Es el arte de hacer equilibrio de muchos temas con la energía limitada que uno tiene", manifestó el especialista.

Data Clave: ¿Qué lo impulsó a escribir este libro?

Martín Alomo: Es mi undécimo libro, pero los anteriores fueron dedicados a colegas. Este está abocado a la vida cotidiana y dirigido para lectores no entendidos en el mundo del psicoanálisis. Gabriel Rolón, mi amigo, cuenta en su prólogo que este libro, en cierta forma, es una paradoja. Y tiene razón, es un trabajo inaugural de un autor con experiencia. Porque yo estoy acostumbrado a los textos académicos, por eso es un gran desafío. Yendo a tu pregunta, lo que me llevó a escribirlo es que hace 20 años que me dedicó a esto, desde investigaciones en la UBA hasta los trabajos en hospitales. Luego de tantos años y de adquirir una cierta masa crítica de conocimiento, el desafío fue escribir en un registro que pudiera estar al alcance de la gente.

DC: El título da a entender al libro como una suerte de manual para “vivir mejor”. ¿Es posible hacerse estos planteos en un contexto de pandemia y crisis económica, con todo lo que eso conlleva?

MA: Claro, el libro no apunta a ser feliz, estar bárbaro o el slogan del “sí se puede” (risas), sino que es la intención de poder vivir mejor, aunque sea un cachito. Y es vivir mejor con lo que hay. Apunta a cinco capítulos donde cada uno tiene un tema fuerte. El primero está dedicado al amor en pareja, el segundo al trabajo, el tercero a los hijos, el cuarto a las redes sociales y el quinto tiene un título que puede ser bastante enigmático, que es “la vida después de la vida”. Podría parecer como que me ocupo de cuestiones religiosas, pero no, sino que son cuestiones vinculadas a lo específico del aparato psíquico.

Foto crédito: Analía Cobas, prensa de Martín Alomo
Foto crédito: Analía Cobas, prensa de Martín Alomo

DC: ¿Cuál es el capítulo que más tiempo o complejidad le llevó elaborar? Por las características de la Argentina, imagino que el trabajo...

MA: Fue el que más me costó. Las primeras diez páginas están dedicadas a los que perdieron el laburo, porque es un trabajo vivir sin laburar, sobre todo cuando perteneces a la clase trabajadora. Yo me incluyo ahí. Si bien soy un profesional liberal, pertenezco a esa masa. Si no laburo de esto y no percibo un salario, no puedo vivir. Por eso le doy vueltas al asunto en un país donde la mitad de la gente está desempleada. Después hay una especie de oposición muy llamativa, porque también apunto sobre los que tenemos trabajo y que muchas veces estamos sobreempleados. Y no es que lo direcciono a la explotación de la empresa o del patrón, sino a la característica de la época, que es la “autoexplotación”, donde estamos conectados a la máquina 24 por 7 y siempre queremos hacer una de más. Dormimos con el celular prendido en la mesa de luz y contestamos un mail de trabajo a las 3 de la mañana, sin posibilidad de desenchufarnos. Es esa cosa de no poder parar y no limitarnos, y produce un cansancio muy típico de la época.

DC: Profundicemos sobre este tema. ¿Cómo está formataeada la persona sobreempleada en la sociedad de hoy?

MA: Mirá, yo fui niño en la década de 70 y en esa época estaba muy de moda hablar de la “realización personal”. Estaba muy bien visto y era muy progre hacer lo que a uno le gustaba y decir “me siento realizado”. Con el cuento de la realización personal, aparece la idea de sobreexigirse. ¿Cómo voy a parar de trabajar a las 6 o 7 de la tarde? ¿Cómo no voy a controlar un mail a la madrugada? Todo eso está enchufado a algo que parece que funciona todo el tiempo, donde subjetivamente planteamos que, si el sujeto no accede a trabajar un poquito más para aportar agua para su propio molino, se está quedando en el camino. Eso da como resultado una subjetividad en la que terminamos siendo el apéndice de la máquina. Se arma ahí una especie de matrix: uno no tiene límites, la máquina siempre demanda y uno tiene que estar listo para responder. Con la subjetividad aparece también la característica del “multicasting”, esa cosa de hacer mil cosas a la vez, y más en la modalidad home office. De pronto una persona está hablando con alguien por trabajo, contestando un mail a otro, mirando el whatsapp y cuidando a su pibe de que no se queme con el fuego de la olla hirviendo. Esa personalidad de adrenalina, que de pronto da una impresión de eficacia en el sujeto, es un semblante de dispersión que hace que la concentración sea cada vez más lábil. Las producciones se deprecian y lo que uno va haciendo va perdiendo un poco de calidad, acompañado por un clima anímico de cansancio y agobio. Si eso vos lo extremas y lo cronificas en el tiempo, va para el lado de todos los síntomas vinculados a la depresión.

DC: ¿Qué ve hoy en los pacientes a los que atiende? ¿Hay algún punto de contacto entre las demandas actuales? ¿Hoy es el trabajo lo que angustia?

MA: Los cinco capítulos del libro los seleccioné a partir de los temas de mayor consulta, tanto con los pacientes de mi consultorio como en los colegas que supervisan conmigo. Son problemáticas vinculadas al amor de pareja, la crianza de los hijos, el trabajo y las redes sociales. Sobre este último me llamaron mucho la atención planteos como escenas de celos vinculadas a “me clavó el visto y no me contestó” o “encontré a mi novia en Tinder”. Es todo muy actual, pero todo lo que tiene que ver con el amor, la familia y el trabajo son temas principales en las consultas.

DC: ¿La nueva globalización apunta a estas nuevas formas de vivir que ofrece el mundo? Debe ser difícil para una persona adulta encontrarse con conceptos como la poligamia, por ejemplo…

MA: Que la pareja está en crisis, no caben dudas. Pero lo que hay que tener en cuenta es que hay distintas formas de convivir en pareja. En el libro me ocupo del amor de pareja en el sentido de cuando hay ganas de estar con el otro y se plantea establecer un estilo de proyecto compartido. Además, con ese otro se tiene la particularidad de compartir la sexualidad. Ahora, cada pareja puede tener su contrato particular. Por lo general, la pareja tradicional tiene un contrato de exclusividad, algo que hoy parece estar en discusión.

Martín Alomo, psicoanalista recibido en la Universidad de Buenos Aires
Martín Alomo, psicoanalista recibido en la Universidad de Buenos Aires

DC: ¿Está bien decir que en la pareja “se trabaja”?

MA: Totalmente. Si no se trata de un encuentro ocasional, que también está buenísimo, habría que partir de la base de no ser destructivo. Para eso ya implica tener un trabajo con uno mismo. Un punto central, por ejemplo, es no devaluar el valor de la palabra. Hay que ser cuidadoso con lo que se dice, porque puede no haber retorno. Se trata de un trabajo subjetivo en realidad, no es de forma.

DC: ¿Cómo se le puede plantear a la persona que, además de trabajar en la economía, debe trabajar con su pareja o familia para mantener la relación?

MA: Todo es un trabajo. Lo es desde criar pibes hasta utilizar redes sociales, forma parte del oficio. Lo que quiere decir es que, si querés que las cosas funcionen y que no te traigan problemas, le tenés que dar tiempo y energía. Si pretendes que las cosas funcionen solas, la cuestión no camina. Es como por ejemplo cuando los padres preguntan cómo detectar si su hijo pudo haber sufrido o no un caso de abuso infantil. La única forma es ponerle cabeza y comunicación con el pibe. Si estás cerca, porque le dedicas tiempo, te vas a dar cuenta si le está pasando algo diferente a lo que le venía pasando antes. Si uno está corriendo y no tiene tiempo de nada, es muy probable que se te escape la tortuga.

DC: Pero no es fácil estar en dos lugares al mismo tiempo…

MA: Lo que sí es cierto es que es bastante improbable que no se nos escape algo en algún momento. Estamos tan atareados… que es lógico que de pronto se nos caiga algo del disco rígido. En el mundo adulto está el hijo, la familia y hasta el deseo de querer tener relaciones con la pareja. De repente te das cuenta que se te cae la pareja, estás perdiendo el vínculo con uno de tus hijos o le aflojaste a uno de tus laburos. Es el arte de hacer equilibrio de muchos temas con la energía limitada que uno tiene.

DC: Por último, ¿cuáles son las consultas sobre el consumo de redes sociales?

MA: Si hay algo que ponen en cuestión las redes sociales es el cuerpo a cuerpo. Ya existía desde antes esta idea de estar físicamente en un lugar pero tener la cabeza en otro lado. Lo que hacen las redes sociales es potenciar ese síntoma de no estar del todo presente anímicamente. El acto sexual podría ser el ejemplo más directo sobre esto. Hace poco me enviaron un chiste donde se veían a dos personas haciendo el amor y cada uno estaba con el celular en la mano. El tipo posteaba “le estoy haciendo el amor a Susana” y ella ponía “me gusta”. Y claro, estás ahí, pero no del todo. Las redes sociales nos plantean eso, tenemos a la alcance de la mano y a la distancia de un click de irnos a otra escena. Tenemos que convivir todo el tiempo con eso. Y además, si eso forma parte del trabajo, es necesario saber administrarlo. Lo que hacen las redes sociales con nosotros es crear un sujeto conectado que muchas veces dista de nuestra verdadera esencia.