Eduardo Sacheri revierte el enfoque desde donde habitualmente se observan las cosas. No evade; enfrenta y argumenta. Plantea alternativas, arriesga y desafía. Por momentos, la coyuntura lo agobia y se refugia en la escritura. La corrección política no lo limita. Tiene convicciones claras y pone sobre la mesa discusiones de las que ni los dirigentes ni la sociedad están participando. Y modifica la perspectiva a la hora de evaluar el vínculo entre representados y representantes en la convivencia democrática. 

Sacheri exige trabajo real, educación con exigencia de calidad y respeto por las leyes como tres pilares fundamentales de la edificación social y de la construcción ciudadana. Elige no hablar de clase política, sino de conductas políticas dominantes con un correlato en el electorado. Y, como docente, pide adaptar la educación al contexto que vive el mundo: “En definitiva manejar el conocimiento no es otra cosa”.

Entre mayo y junio de 2021, el escritor publicará una novela escrita en cuarentena. Sin embargo, tira abajo el mito de la inspiración a partir del aislamiento y de la soledad en los artistas: “No necesariamente el encierro por sí mismo te aproxima a buenos resultados”, dice. 

LA ENTREVISTA COMPLETA

Data Clave: ¿Cómo analizás el momento que está atravesando la Argentina como tiempo histórico?

Eduardo Sacheri: Yo lo veo a la vez cíclico y laberíntico en este sentido: cíclico porque nos veo desde hace tiempo metiéndonos de nuevo en una crisis socioeconómica muy grave y muy severa que va a dejar un montón de consecuencias graves, pero laberíntico en el sentido de que esa recurrencia viene empeorada, vez a vez, como si la Argentina estuviera empeñada en ahondar el proceso de decadencia. En ir a buscar soluciones a un lugar equivocado y en esa recurrencia profundizar el pozo en el que en el que se mete. La sensación es esa: la de no sólo volver a sitios malos o a situaciones complicadas, sino a situaciones empeoradas en esa complicación. Con lo cual, una eventual salida es todavía más ardua.

DC: Algunas personas consideran que, en base a los indicadores socioeconómicos, hay similitudes con la crisis del 2001-2002… ¿Coincidís?

ES: La única “ventaja” en relación a la de 2001 es que el sistema financiero no aparece con el nivel de fragilidad y proximidad al colapso que tenía en 2001-2002. El resto de los indicadores socioeconómicos es extramadamente malo. Y si queremos seguir deprimiéndonos, se da en un contexto internacional que no augura altos precios para los commodities en lo inmediato. En ese sentido, en 2001-2002, vos a la vuelta de la esquina tenías una soja de US$400, US$500, US$600 la tonelada. Hoy no la tenés y nada indica que la vayas a tener en lo inmediato. Con lo cual más allá de esta “buena noticia” de que no haya un sistema bancario en colapso, otros indicadores parecen aún más graves que los de 2001-2002.

DC: ¿Ves que a partir de la crisis que acarrea la Argentina puede haber una oportunidad de resurgimiento? En ese caso, ¿de qué dependería?

ES: Verás por mis primeras respuestas que no soy muy optimista que digamos. Me parece que la única manera de salir de este laberinto de decadencia es con una enorme capacidad de trabajo y con fuertes sacrificios. Lo que pasa es que esa discusión de quiénes tienen que hacer qué sacrificios es una discusión intersectorial que la Argentina no parece dispuesta a atravesar. Uno escucha la discusión pública argentina y se encuentra con que los diagnósticos parecen ser más leves, como si los problemas no fueran tan graves. Como si todos los sectores pudieran seguir reclamando lo que reclaman y aún un poco más y las cuentas pudieran dar. Me parece que la Argentina no parece dispuesta a caer en la cuenta de que tiene un enfoque inviable de la realidad socioeconómica y productiva. Y hasta tanto no aceptemos eso, que hay que enfocarlo de otro modo y que hay que atravesar una etapa de sacrificios severos. Uno dice sacrificios y suena a ajuste y ahí viene toda la épica a la que uno debe acostumbrarse. Yo no digo en mi respuesta quién debe sacrificarse ni cómo debe sacrificarse. Lo que digo es que es una discusión que no está en agenda: es una conversación que nadie está dispuesto a dar.

DC: ¿Cuáles creés que son las prioridades que debería atender nuestro país con mayor determinación?

ES: Creo que una prioridad es el trabajo, el trabajo productivo. Y otra la educación decididos a ponerla verdaderamente como prioridad, no solo a nivel presupuestario sino a nivel exigencia de calidad para las instituciones educativas, para el rendimiento de los alumnos y para la cualificación de los docentes que estaría bien que estuviera acompañada por un nivel salarial adecuado que en general no tienen. Por eso decía primero lo de la cuestión presupuestaria. Además del trabajo real o verdadero y la educación de calidad, el respeto a la ley que existe. En lugar de estar todo el tiempo intentando reformar los sistemas, me parece que respetar el sistema constitucional y republicano existente ya sería un avance bastante notable.

DC: ¿Considerás que la clase política está a la altura de las circunstancias a la hora de mejorarle la vida a las personas?

ES: No me atrevo a hablar de una clase política. Me parece que hay políticos y en ese plural creo que hay políticos buenos y políticos malos. Sí creo que hay conductas políticas dominantes que tienen que ver con conductas de los votantes que también son dominantes. Una de las enormes ventajas de una democracia representativa es que quienes ocupan los cargos los ocupan porque las personas los votaron y eventualmente los eligieron y los reeligieron y los volvieron a elegir. Entonces yo tiendo a mirar mucho más qué valora una sociedad, qué prioriza al momento de elegir a sus representantes, que si me gusta más o menos la calidad intelectual, moral o discursiva de esos representantes.

DC: Se aprobó un protocolo para la vuelta a las actividades socioeducativas. ¿Cuál es tu postura sobre el regreso a las aulas considerando el contexto epidemiológico?

ES: Yo soy de los que creen que el sistema educativo debe hacer siempre lo posible por estar. Por ser dinámico, flexible, hacer propuestas, corregir sus errores, buscar alternativas y exhibir siempre su apasionada necesidad de enseñar y de aprender. Me parece que las actitudes estáticas, conservadoras, obedientes de lo que emana de la autoridad sin preguntar, sin cuestionar y sin reflexionar no me parece que sea bueno. Entonces, si buena parte del planeta busca que los alumnos se contacten todo lo posible con la presencialidad, retrocediendo cuando no queda otro remedio y volviendo a avanzar cuando se pueda, me parece que la Argentina debe hacer lo mismo. Lo cual no significa que la apertura deba ser indiscriminada ni uniforme ni definitiva; sino flexible, sectorizada y analítica. Eso es lo que me parece que tiene que ser la aproximación al problema educativo en este contexto: debemos demostrar que somos capaces de flexibilidad, de retrocesos, de avances; de adaptaciones a la realidad. En definitiva manejar el conocimiento no es otra cosa.

DC: ¿Cómo fue la experiencia de escribir durante la cuarentena? ¿Creés que esta etapa de la humanidad va a generar buena literatura?

ES: Por suerte pude trabajar bastante. Digo por suerte porque en estas situaciones tan excepcionales, tan plagadas de incertidumbre, no necesariamente el encierro por sí mismo te aproxima a buenos resultados en la escritura. Creo que pude trabajar bastante y espero eso se refleje en el libro que voy a publicar el año que viene. Reconozco que, en mi caso, escribir muchas veces es una manera de protegerme de cosas que me fatigan del mundo exterior. Durante esta cuarentena aquí en Argentina escuché muchos mensajes excesivos, pomposos, autoritarios, solemnes, cancelatorios de cualquier disidencia. La fatiga que eso me produce me incitó a escribir un poco más. Creo que como toda etapa de la humanidad generará algunos buenos libros, muchos libros regulares y muchos libros oportunistas también. Creo que recién lo sabremos, como pasa siempre con la literatura, cuando transcurra el tiempo y cuando la mayoría de las cosas que hagamos se las lleve el viento. Quedarán algunas, unas pocas, que es lo que los lectores nos quedamos en el largo plazo.