Todos los dispositivos electrónicos con los que convivimos día a día contienen un microchip, que cumple la función de “cerebro” de las máquinas. Desde nuestros celulares hasta los más modernos y letales aviones de combate como el Lockheed Martin F-35 Lightning II de quinta generación, cuentan con uno.

Sin embargo, a pesar de su importancia estratégica, en el último año y medio el mundo atraviesa una novedosa crisis a partir de este componente, de la que poco se ha hablado en gran medida producto de la relevancia que tomó la pandemia del SARS-CoV 2.

¿Qué sucedió?

Elonk Musk, CEO de Tesla, supo decir recientemente: “esta crisis es como la del papel higiénico. Durante la pandemia, el miedo a quedarse sin él está provocando que todas las empresas hagan pedidos en exceso”.

Debido a la cuarentena y el aislamiento preventivo, la producción de los microchips se vio sumamente ralentizada, pero no sucedió lo mismo con su demanda. Por el contrario, el trabajo remoto requirió más computadoras y celulares de lo previsto, propiciando una baja considerable del stock en la industria de los semiconductores.

Como si fuese poco, si bien Taiwán es uno de los lugares históricamente más húmedos del mundo, con una media de 2.600 mm de lluvia al año, actualmente atraviesa la peor sequía en 56 años. Se debe comprender que este pequeño estado-nación es el principal productor de semiconductores del mundo y consume 32 litros de agua por cada 2 gramos de chip que produce.

Esta situación nos perjudica tanto a los usuarios finales, que frente al aumento de la demanda y la falta de stock sufrimos un aumento sostenido de precios y un faltante continuo de estos productos, como también afecta a las industrias, especialmente la automotriz que debido a esta crisis perdió 60 mil millones de dólares según datos de la consultora AlixPartners.

Manos a la obra

Los analistas consideran que la situación se normalizará a mediados de 2022, pero desde las esferas gubernamentales norteamericanas y europeas no se muestran tan tranquilos. Esta situación les ha hecho reflexionar sobre su dependencia externa puesto que sin chips no hay desarrollo en áreas tan estratégicas como la industria militar o la del consumo.

La Unión Europea anunció en diciembre de 2020 que se asignarán 145.000 millones de euros al desarrollo de semiconductores, con el fin de llevar su cuota de mercado del 10% al 20% y desarrollar chips de 2 nm para 2030, una iniciativa muy entusiasta por el momento, pero qué habrá que seguir de cerca.

Joe Biden, por su parte, ha anunciado una inversión de 50 mil millones de dólares en el desarrollo de semiconductores en el transcurso del año, como parte de su plan de infraestructura, con la finalidad de cubrir la demanda y reducir la dependencia del extranjero en la producción de chips.

Hay que resaltar además que las empresas TSMC (Taiwan Semiconductor Manufacturing Company), principal fabricante mundial de chips, invertirá en los próximos 3 años 100 mil millones de dólares, mientras que Intel Corporation lo hará con 20 mil millones de dólares para paliar la demanda.

Habría que decir también que la inversión anunciada por Biden se prevé que será destinada a acelerar la instalación de una nueva planta de TSMC en Phoenix, Arizona, planificada para 2024 con capacidad de fabricación de chips de 5 nm. A su vez Intel busca conseguir un subsidio de la Unión Europea por 8 mil millones de euros para instalar una planta en su territorio.

Si el Bitcoin es el nuevo oro, los chips representan el petróleo

Está frase ya se ha convertido en un cliché entre los que seguimos de cerca el asunto. Así como en las décadas de 1970 y 1980 el petróleo hizo tambalear la economía, hoy lo pueden hacer estos pequeños chips de silicio. Es por tal que esta crisis despertó las alarmas de las potencias occidentales, teniendo que salir a jugar rápidamente, debido a su vulnerabilidad. Sin embargo, no son los únicos.

China cuenta con SMIC (Semiconductor Manufacturing International Corporation), compañía perjudicada por las restricciones impuestas desde Estados Unidos por motivos de seguridad nacional. Estas sanciones le impiden comprar máquinas de producción litográfica de la empresa neerlandesa ASML para la producción de semiconductores de última generación (5 nm y 7nm).

Actualmente el fabricante chino produce en masa chips de 70 nm y tienen pensado para fin de 2021 comenzar con la fabricación de 28nm, aún lejos de las tres principales compañías de semiconductores, Samsung, Intel y TSMC que cuentan con chips de 7 y 5 nm.

Aunque este panorama se da en un contexto de antagonismo entre China y Estados Unidos no parece hacer sonar la alarma de la ciudadanía global, es más preocupante de lo que pensamos. Esta situación comienza a inquietar al gobierno norteamericano no solo porque vienen avanzando más rápido de lo previsto sino también por las constantes amenazas de Pekín sobre una posible invasión a Taiwán, lo cual implicaría una confiscación de su tecnología, consecuentemente a un fuerte avance en el desarrollo chino y un golpe duro al ejército americano que cuenta con su suministro.

Más y más incertidumbre

Con todo lo anterior, podemos deducir que la importancia de los microchips en el mundo es más estratégica de lo que suele percibirse ya que no solo hablamos de un componente que logra que nuestros dispositivos funcionen sino también que el desarrollo en materia económica y de defensa también lo haga.

Por todo lo anterior, probablemente nos estemos acercando a un nuevo escenario de conflicto a escala global, sin embargo, como simples consumidores, no nos quedará más que esperar un poco más si nuestra intención es actualizar gadgets tan cotidianos como nuestro celular o la consola de juego que nos acompaña durante la cuarentena.