La inestabilidad política no deja de ser ajena a los problemas de distribución del ingreso y a la inversión. Ya lo vieron Roberto Perotti y Alberto Alesina, economistas de Harvard y Columbia. Ideas  que merecen ser analizadas para ver las implicancias que puede tener en nuestro país, tomando a la educación como inversión de largo plazo.

En un estudio realizado en 71 países entre 1960 y 1985 llegan a la conclusión que la desigualdad en el ingreso alimenta la inestabilidad política y social; incrementando un fuerte descontento social. Y este escenario crea un clima propicio para llevar políticas económicas erráticas que conllevan a una disminución de la inversión.

Como ya se demostró a lo largo del siglo XX un aumento del Gasto Público deprime la inversión privada. Para esta situación tenemos evidencia empírica en nuestra economía, reflejada en la participación de la inversión que llegó a tocar su nivel mínimo histórico del 12% del PBI en el segundo semestre de 2020. Dadas las precondiciones a la pandemia con una fuerte participación del sector público y una inversión ya en niveles bajos, la mayor presencia del Estado en el PBI produjo una caída estrepitosa en la inversión y consecuencia en el ahorro, que aún hoy no se recuperó en su totalidad.

La educación no es ajena a este contrapunto, dado que Argentina se encuentra sólo por detrás de India en la cantidad de escolaridad perdida durante la pandemia. La buena y equitativa educación facilita las posibilidades de potenciar el capital humano y el desarrollo económico de una economía y es tomada como una inversión a largo plazo. Donde sus retornos son una menor desigualdad en las oportunidades y una mejora en la calidad de vida, es decir menos pobreza.

Ya no solamente se habla de inversión en maquinaria o incremento de la producción de una fábrica sino también en el fortalecimiento de la educación como parte de la inversión de una economía en su conjunto. Son numerosos los estudios que hablan de la importancia de la mejora del capital humano, tomar a la educación como inversión, como una herramienta de crecimiento de largo plazo para crecer más rápido que al mejorar tan solo máquinas.

Pero la fuerte desigualdad y según el último dato del Indec el 57,7% de los niños menores de 14 años son pobres. Esto refuerza el argumento de que la educación es una herramienta esencial para poder bajar ese número y lograr la igualdad de oportunidades entre el 42,3% que no es pobre y el resto de los niños que no logran cubrir la alimentación, abrigo y educación en todo el mes. Argentina fue el segundo país en el mundo con menor presencialidad durante la pandemia según Unicef y la Unesco.

La baja inversión, la inestabilidad política acompañada de la social están demostrando la incapacidad de Argentina de poder crecer en el mediano plazo. Hace 10 años que Argentina no crece pero si crece su población. Demostrando que hay cada vez más población y menos riqueza que repartir. Es plausible ver como la caída del ingreso por habitante se aceleró rápidamente los últimos 2 años. Y esto se traduce en mayor desigualdad y en una aceleración del crecimiento de la pobreza, que se quintuplicó en 26 años.

Argentina desde 1975 a la fecha tiene una caída acentuada en el ahorro con recuperaciones rápidas pero que se desvanecen en 3 o 4 años. Una economía que ahorra puede invertir y puede generar empleo y educación de calidad sin necesidad de recurrir a la financiación externa. Lamentablemente esas tasas de ahorro promediando el siglo XX  no volvieron y cada vez buscan nuevos mínimos históricos.

Comienzo de clases y una reflexión sobre la inversión en capital humano

El problema de la educación y la inestabilidad política que hoy vive Argentina no escapa a la falta de recursos que hoy tiene nuestro país. Una economía que encontró su restricción presupuestaria por no ahorrar necesita ahora de acuerdos políticos, de incrementar la inversión privada y de bajar la participación del Estado en la actividad económica, simplemente reduciendo impuestos.

La fuerte restricción no solamente es un problema financiero, sino que económico. El problema de restricción presupuestaria no es una foto que hoy vemos sino que también  es una película que se desarrollará los próximos años sino se toma como punto de partida la prioridad de mejorar la educación, el fomento de la inversión privada para bajar el desempleo estructural y en contrapartida una reducción de la pobreza.

Argentina quedó encerrada en una pandemia sin recursos y sin la posibilidad de seguir haciendo lo mismo que hizo los últimos 20 años: Aumentar el consumo y el gasto público. Ya no son los drivers para sostener el crecimiento sostenido y mejorar las condiciones para los años venideros. Argentina necesita más inversión y la educación es una de las herramientas más poderosas para poder empezar a cambiar la hoja de ruta de los últimos 20 años.

Entendimos que la educación es una herramienta crucial para mejorar la inversión, aumentar el nivel de empleo formal y bajar los niveles de desigualdad que vivimos desde hace ya más de 20 años. Argentina vuelve a tener niveles post 2001 porque la inversión en capital humano no tuvo un rol protagónico. Si una economía no ahorra no puede invertir, solo invierte para reponer el capital obsoleto. Simplemente, un país que no ahorra no puede darse el lujo de mejorar su educación.