Aquellos que suscribieron la última emisión de deuda del Tesoro esperan una suba del dólar oficial del 43% anual, una tasa de inflación del 38% y un aumento de la tasa de interés, que ahora se espera en el 45%. Con la nueva emisión del bono dollar-linked, podemos calcular la expectativa de devaluación vista a un año. Ese ritmo de devaluación es un indicador de lo que se espera de parte del Banco Central y que coincide con el cambio de estrategia en la intervención diaria que hace sobre el mercado cambiario.

Lo que debemos ver como se mueve, para completar el panorama, es la tasa de interés ya que, con una mayor tasa esperada de devaluación, lo esperable es que las tasas en pesos se ajusten al alza. Si hasta con rendimientos en pesos por encima de esas previsiones, las familias y empresas compran cada dólar posible, cuando están por debajo el riesgo se multiplica.

Llamativo, y no tanto a la vez, es que a un precio cada vez más alto del dólar, este sigue siendo muy demando y el BCRA sigue perdiendo reservas diariamente. Hay agentes económicos que están dispuestos a “pagar la brecha” para acceder a un dólar y “refugiarse” en un clima de máxima incertidumbre. Como contrapartida, además, y más allá del nivel elevado de ese dólar real, la brecha cambiaria con el dólar blue es lo que dispara las compras de ese dólar ahorro “barato” (por encima del overshooting post convertibilidad) en el sistema financiero, dificultando aún más la tarea del BCRA para poder estabilizar la cuestión cambiaria. Esto eleva las presiones de devaluación, con el condimento extra que es que Argentina tiene un pass–through muy elevado.

Se necesitaría un programa económico (en términos monetarios y fiscales) de mediano plazo, para que los actuales valores de los dólar blue tengan un “techo” en términos reales para la cotización. Pero ante la emisión fuertísima de los últimos años, que se volvió exponencial desde Marzo de este, tal objetivo parecería inalcanzable.

Lo que con claridad potencia el clima de desconfianza es que ante la falta de un arreglo de la deuda con el FMI (por U$S 44.000 millones), las expectativas de devaluación no ceden. Si a esto le adicionamos que el 60% del agujero fiscal, se prevé cubrir con más emisión monetaria en 2021, la presión es aún mayor y la necesidad de un programa robusto se vuelve imperante. Al ponemos a analizar todo esto, no caben dudas que, aún a los niveles elevados de dólar real de las cotizaciones alternativas al oficial (blue, dólar bolsa y contado con liquidación) y que superan al “dólar real” post estallido de la convertibilidad, pareceríamos no llegar nunca al “techo”.

Cualquier valor del dólar seguirá siendo percibido como barato para el mercado, en una economía donde sobran los pesos y las expectativas devaluatorias y donde la no convergencia fiscal obstaculiza una política de esterilización monetaria.

La Argentina está en un círculo vicioso que oscila entre déficit fiscal, emisión, presión en la brecha y caída en las reservas. Este combo mete ruido en las expectativas de inflación, deja al dólar oficial atrasado, independientemente del cambio real al oficial. Lo que, por una parte, desincentiva exportaciones, incentiva importaciones y cancelación de deuda financiera.

Pensar que el problema es el dólar y no la inflación es un error de diagnóstico grave. Es por esto que se pone el acento (y la preocupación) en que el dólar suba, pero no tanto en que lo hagan los precios. Cuando se confunde la causa de un problema con su consecuencia, no es posible encontrar su solución. Hoy la devaluación es observada como un problema y no como una consecuencia obvia de la inflación. Sin embargo, es la inflación la responsable de la caída del salario real y no el dólar.

Los países generalmente pueden emitir dinero en condiciones de crisis porque cuando tienen moneda suelen refugiarse en ella y aumenta la cantidad de demanda de dinero, al menos en el corto plazo. Esto en la Argentina no solo no sucede sino que se combina con una incertidumbre muy importante en torno al futuro, a que nos cuesta atraer inversiones y generar empleo (con fuertes cargas tributarias y regulatorias que traban la operatoria al momento de generar ganancias y poder girarlas para recuperar la inversión), entre otras. Si bien la necesidad de una política monetaria sana y congruente es vital, también hay que comprender que disuadir las inversiones no es el camino para poder recuperarse en la post pandemia.