Es simple. Toda medida que adopte el próximo gobierno argentino deben estar dirigidas a:

1) Reducir el esfuerzo fiscal que hacen los pagadores de impuestos: Más de 160 tributos entre nacionales, provinciales y municipales teníamos hasta hace poco tiempo. Sí, más de 160. Y seguramente ya sean más, porque todos los días tenemos uno nuevo. Argentina es un infierno fiscal y no lo digo yo, lo dicen los números (y esos no se equivocan). Meses atrás, se publicó el resultado del Primer Índice de Infiernos Fiscales, elaborado por The 1841 Foundation, y Argentina ocupa el lugar número 3 del ranking, únicamente por detrás de Bielorrusia y Venezuela. La urgencia por reducir el calvario tributario al que se enfrentan los ciudadanos todos los días es alarmante y los gobernantes ya no pueden seguir tapando el sol con el dedo. 

2) Generar seguridad jurídica: A grandes rasgos, la seguridad jurídica es la garantía que el Estado le da -o le debería dar- al individuo de que su persona, sus bienes y sus derechos no serán violentados y que, si esto pasara, le serían asegurados por la sociedad, la protección y reparación de aquellos. El problema es que en Argentina, este derecho está totalmente vulnerado. La inestabilidad política con la que los argentinos estamos acostumbrados a lidiar todos los días no es inocua (aunque algunos parecieran divertirse con ella y fomentarla); lleva necesariamente a la gran inseguridad jurídica. El capital va donde lo cuidan, valoran y protegen y se va de donde no lo cuidan, lo atacan, lo expropian, lo acusan y lo ahuyentan. Por eso, cuando hay inseguridad jurídica, los capitales -es decir, las personas que invierten, que construyen y producen- se van tan rápido como pueden. Y esto suena conocido, ¿verdad? 

3) Reconocer un mayor grado de libertad para los ciudadanos: Restricciones para comprar dólares, restricciones para viajar, restricciones para contratar empleados y más restricciones, siempre restricciones. La libertad de las personas no puede seguir siendo el precio a pagar por muchas de las pésimas decisiones que toman todos los días los gobernantes.

Hay que entender que el crecimiento de la economía formal, es decir, la transformación de la economía informal en formal, solo se va a dar mimando (y mucho) al pagador de impuestos. No a través del ataque y la amenaza. Se trata de colocar correctamente los incentivos. 

Si se esperan resultados diferentes, hay que usar estrategias diferentes. Nada de lo que se hizo hasta ahora sirvió. ¿Van a seguir intentando por ese mismo camino? Déjenme decirles que, si las decisiones a tomar no generan al menos uno de los efectos expuestos anteriormente, no tiene sentido tomarlas. La situación es clara y el escenario es crítico; corta la bocha.